Capítulo 3 - El diario

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Los días transcurrían de forma apacible y la vida en la aldea había vuelto a la normalidad. Yo investigaba en los blocs de mi madre, tratando de encontrar notas y pistas ocultas, buscando rostros desconocidos o una sola nota en ellos. La señora Pull era comprensiva, pero un aire triste la envolvía todo el tiempo y apenas era capaz de mirarme a la cara. Yo podía ver su sufrimiento y trataba de animarla como podía fingiendo estar bien. Era una mujer maravillosa con el corazón de un niño. Su pequeña estatura, sus mejillas regordetas, sus amables ojos azules y su melenita plateada recogida en un moñito le daban la apariencia de abuelita de cuento que cuida de todo el mundo, lo que en cierto modo así era. Ella había sido la primera persona que habló con mi madre al llegar aquí, la convenció de establecerse en la casa de su difunta hermana y nos proporcionó alimento y ropajes, a pesar de que en aquel momento no había apenas cosechas y la aldea se moría de hambre. Mi madre aceptó la oferta y empezó a trabajar en la tierra para devolverle el favor a pesar de los comentarios despectivos de los demás miembros de la aldea debido a la esterilidad de las tierras. Sin embargo, poco a poco las cosechas empezaron a fructificar y a dar alimentos cada año mejores. La prosperidad llegó a la aldea y la situación mejoró mucho, por ello todos adoraban a mi madre y, por ende, a mí.
— Katerine —me llamó la abuela Pull.
— Dime, abuela.
— Estás muy centrada en esos blocs de dibujos. Dime, ¿qué pretendes encontrar ahí? ¿No es mejor dejar el pasado donde debe estar? —me preguntó con tristeza. No pude evitar sentirme mal por ella.
— Lo sé, abuela. Pero alguien hizo daño a mi madre y necesito saber quién y por qué. Ella no se lo merecía y quiero saber si vio algo que no debiera o...
— No encontrarás nada ahí, mi niña —me interrumpió ella soltando un suspiro—. Ven conmigo.
La abuela se dio la vuelta y salió de la habitación, llevándome hacia las desvencijadas escaleras de madera que llevaban a su desván. Con cada paso que daba una nube de polvo se desprendía del escalón que pisaba, se notaba que hacía siglos que no subía. Allí encendió con una cerilla una vela situada en un candelabro viejo, que me permitió ver montañas de cajas llenas de ropa y trastos, quizá de sus familiares fallecidos; algunos muebles polvorientos carcomidos por el tiempo y hechos un desastre; y también estanterías medio rotas con algunos estantes fundidos por el peso de los libros que llevaban encima, algunos esparcidos por el suelo tras caerse de ellas. Observé con curiosidad todo lo que me rodeaba, intentando no enredarme con la enorme cantidad de telarañas llenas de polvo ni respirar demasiado aquel olor a humedad y a rancio.
La abuela Pull se agachó y, con una fuerza que no me esperaba en una mujer minúscula y regordeta de setenta y cinco años, arrancó una tabla del suelo y sacó de allí un pequeño libro encuadernado en cuero que estaba envuelto en un palo blanco.
— Kate, este libro es el diario de tu madre. Me lo entregó hace diecinueve años, cuando llegasteis aquí y tú eras un bebé de apenas un año —me dijo mientras se incorporaba, sosteniendo el tomo en sus brazos con delicadeza—. Aquí encontrarás las respuestas que buscas, verás las historias del viaje que emprendió para huir de la Ciudadela, y probablemente lo entenderás todo. Sólo te pido que no tomes ninguna decisión precipitada cuando leas esto, mi niña.
La señora Pull se fue sin decir nada, dejándome allí con el libro y mi sorpresa.
Por fin sabría más sobre mi madre. Y quizá descubriría la verdad.

★★★★★

Me pasé un rato largo mirando la portada del diario. Quería leerlo, tenía que hacerlo, pero a la vez sentía que era algo muy íntimo y que estaba invadiendo la privacidad de mi madre solo con tenerlo. Eso y que leerlo significaría hacer definitiva su muerte. Inspiré hondo, exhalé y abrí el diario por la primera página para leer la primera página.
Me llamo Marianne y esta es la primera vez que escribo un diario, ¡qué emoción! Creo que es una buena forma de recordar más adelante todo lo que vivamos. ¿Por qué empiezo ahora? Pues... ¡Michael me ha pedido matrimonio! Estoy tan emocionada... Mi vida va a cambiar totalmente a partir de ahora y sé que seremos muy felices juntos.

Esa primera entrada llena de emoción me produjo una oleada de cariño hacia ella. Estaba llena de energía y de sueños, y parecía feliz. Las siguientes páginas hablaban de su vida con mi padre, Michael, quien era un joven y atractivo herrero de la ciudadela de gran talento pero se vio forzado a ir a la guerra. En las siguientes páginas hablaba de su vida con el y de lo feliz que era. Una de las páginas tenía una fecha muy posterior a la anterior y miré bien por si me había saltado una página o habían arrancado la hoja, pero parecía que lo que había pasado es que había pasado meses sin escribir.
Michael ha muerto —relataba con caligrafía temblorosa—. Hoy nos ha llegado una paloma con el mensaje. Ni siquiera van a mandarnos su cuerpo para enterrarlo. Nuestra hija está por nacer, ¿cómo voy a cuidarla? La guerra nos ha arruinado y ya no nos queda nada. Liz me aconseja vender al bebé en cuanto nazca y dice que, si tiene suerte, una familia adinerada se hará cargo de él y lo cuidará bien, incluso me podrían dejar verlo. Sin embargo, no puedo. Lo sacaré adelante aunque tenga que dar todo lo que tengo.

Hasta que terminé de leer la entrada no me había dado cuenta de que mi cara se había llenado de lágrimas. Ella había sido tan fuerte... Y por ella tenía que seguir leyendo y descubrir la verdad. La siguiente entrada era de unas semanas más tarde.

Ayer nació mi pequeña, fue un parto muy duro que duró varias horas y aún me estoy recuperando aunque ha valido la pena. La he llamado Katerine, como quería mi marido. Es una niña preciosa y risueña, pero corre peligro. Vete a saber cómo, mi pequeña tiene magia dentro y si lo descubre alguien la matarán de inmediato —¿¿¿QUÉ??? ¿¿¿Magia yo??? Imposible, pensé. Tuve que releerme varias veces esa frase para estar segura de que realmente ponía eso. Quizá fuera solo una idea que se le metió en la cabeza—. Debo huir de la ciudadela antes de que alguien descubra lo que pasa con mi hija. Esta noche le dejaré una nota a Liz y huiré de aquí lo más lejos que pueda. Será mejor que descanse.

¿Qué motivo tenía mi madre para pensar que yo tenía magia dentro? Siempre había sido una chica normal, pero aunque releí la página varias veces no encontré ni una sola pista que indicara nada. Parecía más bien una confusión. Aunque después de horas de parto, es normal que estuviera exhausta. Sentía que me acercaba cada vez más a lo que buscaba.

En los siguientes escritos relataba su paso a través de la ciudad, hospedándose donde podía a cambio de hacer trabajos pesados y a veces de peticiones de hombres a las que nadie accedería si no se tratara de una situación desesperada. Me sentía impotente leyendo todo aquello, pues yo jamás había sabido lo que era sufrir y había vivido una vida bastante confortable sin tener idea de todo aquello.
Ya casi he salido de la ciudad. Mañana llegaré a casa de Jillian, la madre de Michael. Estará deseando conocer a su nieta, aunque me costará convencerla de que nos deje su caballo para poder irnos. No puedo explicarle el motivo, no sé si me creerá ni si estará dispuesta a ayudarnos de ser así. Llevo dos días con la sensación de que alguien nos está siguiendo, pero si estoy en movimiento todo el tiempo será muy sospechoso y no creo que la pequeña pueda aguantarlo.

El siguiente pasaje era mucho más corto.

Saben a dónde voy. Jillian está muerta. Tengo que salir de aquí.

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⏰ Última actualización: May 14, 2019 ⏰

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Physia: El despertar de la magiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora