Sé que dueles, corazón.
No hay necesidad de estar llamando a la puerta continuamente.
Tu lugar está en el pecho, no en la garganta por mucho que te empeñes en subir a empapar mi lengua en sangre.
El sabor es insípido, innecesario.
Aunque admito que daría otro color a mis labios. Esos pálidos salientes agrietados hartos del suspiro por sus besos.
Está claro.
Por favor.
Te exijo que me mires a la cara y me digas que lo entiendes.
No habrá continuación de la historia. Sé que el final se quedó muy abierto y te quedaste con la intriga de qué rumbo tomaría su vida al día siguiente.
Pero,
por favor.
No intentes continuar la historia si no te queda ni papel ni tinta,
la sangre no es un sustituto.
