ADVERTENCIA; ya lo avisé en la sinopsis, pero esta historia tendrá un alto contenido erótico (+18), escenas difíciles de leer, violencia y lenguaje vulgar. Quedan avisados
«La vida era tan solo un instante y nada más parpadear te podía cambiar toda una vida»
Kian Hall.
Las frías gotas de lluvia se deslizaban por mi rostro como lágrimas congeladas, mezclándose con el amargo sabor salino que ya inundaba mis labios resecos en aquel día tan dramático.
Observaba en silencio como el ataúd de roble oscuro descendía lentamente a la fosa abierta en la tierra, y mis nudosos dedos aferrándose con tanta fuerza al paraguas cerrado que ni siquiera estaba usando en ese momento.
A mi alrededor, las siluetas sombrías de los asistentes al entierro se recortaban bajo la lluvia torrencial, cada uno protegido por la coraza de sus sombrillas negras. Siendo meros espectros desdibujados, ajenas a mi dolor... Al tener que enfrentarme a un futuro incierto. A la agonía que me corroía las entrañas como ácido.
Habría dado cualquier cosa, la más valiosa y sentimental que tuviese con tal de poder ocultarme también tras un manto que me protegiese de aquella realidad abrumadora. De lo que me esperaría a partir de ahora, cuando me alejase de la tumba de mi padre.
Permanecí allí, en medio de todo, de pie y con la mirada clavada en el féretro que se hundía cada vez más en el barro, completamente expuesto a la furia desatada. Como si el cielo mismo se mira de su sufrimiento, derramando sobre mí una lluvia que parecía arrasar con cualquier vestigio de calor o consuelo.
Y solo sentía dolor, un dolor profundo. No solo por perder a mi padre, sino por como acabamos nuestra última conversación.
El peor sabor amargo que nadie debería experimentar en su vida. Y saber que jamás volvería a hablar con él, disculparme por lo que dije, por mis acciones... Por todo.Tragué saliva con dificultad, intentando acallar el nudo que me oprimía la garganta, asfixiándome. No podía, ni siquiera, permitirme el lujo de mostrar dicha debilidad. No frente a todos esos extraños que fingían querer a mi padre, cuando los había conocido muy bien. Todos ellos mirándome con una mezcla de lástima y curiosidad, como si fuese alguna especie de criatura exótica e incomprendida.
Había aprendido a encerrarme en mi mismo, a guardar cada emoción bajo llave y candado, para que nadie pudiese alcanzarla. Ni siquiera mi propio padre. Y ahora, con mi padre ausente para siempre, me aferraba aún más a esa máscara de indiferencia como a una tabla de salvación en medio de un mar salpicado y lleno de furia.
El dolor me consumía por dentro lentamente, horadando cada recoveco de mi ser como la raíz de una hiedra venenosa. Un vacío insondable que parecía engullirme a cada inspiración, a cada segundo de vida.
El duelo iba a ser muy difícil, ya lo había vivido con mi madre con apenas unos años de edad... Pero ahora, con mis 20 tenía que vivir nuevamente esto y lo odiaba. Odiaba por completo sentirme de aquella manera.
Un suave sollozo a mi lado hizo que pestañease, rompiendo momentáneamente el hilo de mis pensamientos. Y, al girar la cabeza con lentitud, topándome con la imaginé de la señora Beaulieu, la mejor amiga de mi padre que me observaba con una expresión compungida en el rostro.
No fui capaz de decir nada. Las palabras sobraban en ese instante.
—Kian, cariño... —musitó ella, acercándose a un paso para posar una mano temblorosa sobre mi hombro—. Siento tanto tu pérdida. Tu padre era un hombre extraordinario.
De nuevo, no quería hablar y parecía un completo borde con Claire, pero no era capaz de pronunciar ni una sola palabra.
Tan solo asentí en silencio. No confiaba en mi voz, en mi capacidad para mantener a raya los sentimientos que amenazaban con desbordarme. Porque si abría la boca, el torrente de gritos y lágrimas que gritaban en mi interior saldría, arrasando con todo a su paso.
La mujer me observó con ojos nublados por la pena y su mano deslizándose lentamente por mi brazo hasta ofrecerme el paraguas que sostenía abierto, para no mojarse por la lluvia.
—Ven, cariño. Déjame llevarte a casa.
Pero ni me moví. Me quedé inmóvil, rehusando el paraguas con un leve gesto de cabeza. No quería estar en ningún otro sitio, menos en ese hogar que había compartido con mi padre durante años. Sentiría el vacío, la soledad de no volver a verlo y eso me comía por dentro.
Escuché que la señora Beaulieu suspiró con pesadumbre, dándome una suave palmada en el hombro antes de alejarse. La observé unos segundos, fundiéndose con el resto de los asistentes que poco a poco, iban dispersándose, hasta que solo quedé yo, solo a la merced de aquella tormenta. Empapándome por completo por la lluvia.
Clavé mi vista en el montículo de tierra recién removida que cubría el ataúd, y mi corazón martilleó con fuerza contra mi pecho. Sabía que debajo de aquel manto de barro se encontraba todo cuanto me quedaba de mi padre, de mi hogar, de mi pasado. Y que nada, ni nadie, sería capaz de devolverme aquello que había perdido para siempre.
Un escalofrío recorrió mi columna vertebral, quizás por el frío que calaba hasta los huesos o, tal vez, por el miedo a un futuro que se antojaba más incierto y desolador. Porque a parte de ahora, tendría que abrirme paso a ciegas, sin la brújula que me había guiado cada uno de mis pasos desde que había nacido.
Fue en ese entonces cuando la voz de la señora Beaulieu volvió a alcanzarme, suave y compasiva como el susurro de una brisa.
—Kian, sé que esto es muy difícil para ti. Pero quiero que sepas que no estás solo. —Hizo una breve pausa, acercándose de nuevo hasta quedar a mi lado—. Si quieres, puedes venir a vivir conmigo y mi familia en Montana. Allí tendrás un hogar, un nuevo comienzo. Sé que nada podrá llenar el vacío que tu padre ha dejado, pero al menos no tendrás que enfrentarlo tú solo.
La miré de soslayo, observando el gesto cálido y maternal que me ofrecía. Quise responder, agradecerle sus palabras, pero las se negaban a brotar de mis labios. En su lugar, solo asentí con lentitud, sin apartar la vista del sepulcro que ahora marcaba el final de una era.
Cuando Claire volvió a ofrecerme el paraguas, no lo acepté. Tan solo permanecí allí, dejando que la lluvia me empapara para así no sentir esa quemazón que me provocaba la pérdida de mi padre. Absorto en mi soledad, nada parecía tener sentido en ese momento.
***
Y aquí está el prólogo de esta nueva versión, mucho más mejorada y narrada. Por no hablar de lo que se viene.
¿Que les ha parecido?
Bueno, he decidido subir cada domingo, pero no tengo una fecha concreta. Estoy segura que en mayo empezaré a subirla, quizás el primer domingo de mayo.
¿Estáis deseando conocer esta nueva aventura?
Nos leemos :3
Patri García
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ECOS INDELEBLES [+18] (PRÓXIMAMENTE)
RomanceANTIGUAMENTE LLAMADA "COMPATIBLES". Kian jamás imaginó que la muerte de su padre lo arrastraría a un futuro tan incierto. Obligado a sus 21 años a aceptar la generosa oferta de la mejor amiga de su progenitor, Kian se ve forzado a compartir techo c...