1. Porque Las Cosas Cambian

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El agua se colaba en sus zapatos, pero de alguna manera encontraba reconfortante el sentir sus pies chocar con ella. La lluvia jamás había sido molesta para él. Veía la gente correr a su lado, todos trataban de protegerse del diluvio y él solo se dedicaba a verlos con ternura. Mientras más corrían más se mojaban. Y con ese pensamiento en mente, lloró, no sabía por qué, solo sentía la necesidad de llorar, y eso fue lo que hizo, aunque sus lágrimas se confundieran con gotas de la furiosa lluvia.

Se quedó parado a la mitad de la calle, y fue hasta que comenzó a sentir el frio atravesarse sobre su chamarra que decidió caminar de regreso a casa.

A casa...

"Siempre fui lo que la gente llama un niño especial. Mis padres decidieron concebirme en abril, o tal vez no lo decidieron, simplemente algo le dijo a mi mamá que después de ese día, volvería a ser madre.

No fue tarea fácil para ella, ya tenía dos hijos mayores, ambos ya la habían convertido en abuela, y sentía que a sus treinta y cinco años ya no tendría fuerza suficiente para tener otro hijo. Fui un embarazo saludable, todo iba de maravilla, hasta que la mañana de un 20 de enero de 1979 mi madre comenzó a tener molestias, y al ver su panza, la vio deforme y en dirección a la derecha. Asustada, llamó a mi papá, y eso fue todo lo que pudo hacer, pues de inmediato inició trabajo de parto.

Vivimos en un pueblo a las orillas de Mie, así que llegar al hospital tomaría tiempo. Una señora llegó y atendió a mi mamá de emergencia. Una clase de partera o algo así. En el momento que mi mamá se colocó en posición de parto, el cielo comenzó a tronar y no se hizo esperar la lluvia. La partera le insistió a mi mamá que era una señal de los dioses y me dieron a luz en un parto vertical.

Años después mi mamá me contaría el miedo que sintió al pensar que en cualquier momento podría haber caído al suelo. Pues de niño me veía hablar solo, como si hablara con un amigo de toda la vida, así que pensaba que tenía algún retraso o algo, años después, según ella, me normalicé.

Cuando ella me tuvo en sus brazos, y me vio llorar por primera vez, asegura que vio la lluvia caer más fuerte y que una serie de rayos la acompañaron.

En muchas culturas mesoamericanas, e incluso en la propia se le considera a la lluvia como un regalo divino, y eso fue lo que me llamaron en el pueblo. Un regalo divino. Así que me hacen creer que el orgullo y narcisismo que poseo hoy en día fue bien infundado.

Siempre fui un niño astuto, pero un desastre en la escuela. Mi mamá a veces ni siquiera tenía fuerzas para regañarme. Solo me veía y suspiraba, después decía mi nombre de manera resignada.

- Ay Yuu... ¿Qué voy a hacer contigo?

Era todo un aventurero. Me escapaba de la escuela y me iba a recorrer la costa. Aprendí a nadar casi de inmediato, y no había lugar más seguro que el mar. Me metía en sus profundidades y me dejaba llevar. Sabía que nada me pasaría, que mientras estuviera en ella, estaría a salvo. Mi pobre madre siempre sufría un mini infarto al verme y de inmediato tenía que regresar, aunque sabía que al día siguiente volvería al mar.

Mis hermanos trataron de alejarme del agua varias veces. Mi hermana, siempre tan atenta y cariñosa, me regaló una bicicleta en mi noveno cumpleaños, y aunque la disfruté mucho, después de algunos meses regresé al mar.

Mi hermano, no tan tolerante y a veces muy enojón, me regaló su antigua guitarra a los doce, y aunque tocar se me daba muy bien, nada me relajaba más que el mar. Fue mi papá quien la convenció de dejarme seguir.

- Mujer, entiéndelo. Tal vez tus otros hijos hayan sido brillantes en la escuela, pero mira a este niño, déjalo libre y se comerá el mundo entero.

Mar Adentro (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora