2. Los Inmortales

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Frente a él había grandes montañas, tan grandes que no sé podía ver por completo su altura debido a la neblina que las cubría. Estas eran cubiertas por muchos árboles, o plantas en realidad. No era capaz de distinguir con claridad. Curiosamente no había animales alrededor, lo cual lo ponía un poco de nervios.

Giró a los lados y gritó sin comprender qué. Al dar un giro por completo se vio a el mismo en el reflejo de un lago que hasta hace unos instantes no estaba frente a él.

Sabía que era su reflejo, más no se parecía en nada. Este tenía el cabello negro con mechones azules, con un corte disparejo y recogido en una media coleta. Sus ojos se veían serios y eran adornados con diversas runas y jeroglíficos extraños. De hecho, todo su cuerpo estaba cubierto en estas marcas. Llevaba poca ropa, nula sería apropiado, pues solo veía su hombría difuminada.

Confuso retrocedió y dio media vuelta. Encontró a Reita con los brazos extendidos y corrió hacía él, corrió lo que parecía una gran distancia y al cruzar una gran neblina se dejó abrazar por él. Cerró los ojos momentáneamente y un rugido hizo que los abriera.

Era un rugido potente, que podría haber destruido sus oídos, y cuando reaccionó, la tierra frente a él comenzaba a partirse en dos. Las bellas montañas se veían muertas con todo su plantío que antes era verde, ahora era marrón y sin vida. El lago estaba seco, y poco a poco la tierra iba muriendo también.

Tenía miedo, pero no podía moverse. Cayó de rodillas y tapó sus oídos, tratando de reprimir un dolor que sentía no sabía dónde. Todo a su alrededor temblaba. Y entonces vio gente. Gente corriendo y gritando por sus vidas. Familias enteras llorando por que las cosechas de su vida habían muerto, Porque sus hijos estaban muriendo, porque ellos estaban desesperados. Quiso ayudar, pero no sabía cómo.

Alzó una plegaria al nublado cielo y nada sucedió. Entonces comenzó a llorar. Lloró sobre esa tierra desconocida y como si fuese magia, las pequeñas grietas a su alrededor comenzaron a sanar. Sorprendido alzó la vista y encontró de frente a Reita, quien le sonreía y lo alentaba. Lo puso de pie y se dio cuenta que poco a poco la tierra volvía a la vida.

Cuando dejó de llorar se dio cuenta que la tierra había mejorado, pero no por completo. Y desesperado quiso volver a llorar, quiso volver a ser de ayuda. Más no pudo.

Una ráfaga de viento gélido lo atravesó como si de un cuchillo se tratase, y con tal violencia cayó al suelo. Cayó sobre un pasto verde y lleno de vida. Sin entender como había llego ahí, lo toco con miedo, y descubrió que estaba húmedo. Parpadeó impresionado y miró sus manos. Estaban marcadas al igual que el reflejo que había visto unos instantes atrás. Se levantó asustado y cuando vio el resto de su cuerpo descubrió que era idéntico al reflejo.

Alzó la vista y la enfocó de nuevo en las montañas y en un parpadeo, estaba él. Con su cabello largo y castaño ondulándose al viento. Con sus ojos maquillados, como lo recordaba. Con el cuerpo cubierto de marcas por igual, aunque los patrones de estos eran distintos. Las curvas y formas de las runas le indicaban que decía algo. No entendía qué, pero algo en su interior se revolvía sin explicación.

Él caminaba en su dirección. Iba desnudo por igual. Tragó con dificultad y cerró los ojos. Disfrutó del sonido del lago. Un sonido que le indicaba vida, vida y esperanza. Y entonces otra ráfaga de viento lo atravesó. Esta vez, era más gentil y fresca, pues este iba acompañado con algunas gotas del lago. Y un besó le hizo abrir los ojos.

Encontró al castaño frente a él, besándolo con una sonrisa y con los ojos abiertos. Con sus ojos miel ardiente fijos en los suyos. Sintió las piernas temblar y escuchó gritos de alegría a su alrededor. Sin romper el beso, giró los ojos en distintas direcciones, y pudo ver una tierra próspera, que florecía y donde podía ver animales corriendo. Animales, antes no había animales.

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⏰ Última actualización: Feb 22, 2018 ⏰

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