cap. 3

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Cap. 3

Cuando llegue al departamento me di cuenta que un camión de mudanza estaba en frente. Varios hombres discutían a un costado decidiendo, supongo, que mueble bajar primero.

Estaba cansado, pues la caja pesaba más de lo que imaginaba y yo no tuve mejor idea que estirar las piernas y caminarme las treinta cuadras de distancia entre la editorial y mi casa. Estaba en la entraba a la espera de que alguno de los que entraban y salían me dijera: PASA! 

Pero siendo invisible como era, como esperar tal gesto? Y peor aun, cuando el ascensor se cerró en mis narices y para colmo lo habían detenido en el 7° piso. Luego de diez minutos esperando a que el ascensor bajara me di por vencido y decidí seguir con mi ejercicio y subir por las escaleras.

Ya en el cuarto piso las piernas me temblaban y estaba empapado en sudor. Respiraba con dificultad así que decidí dejar de lado mi esfuerzo físico y esperar el ascensor. Espere otros diez minutos mas hasta que las puertas se abrieron y pude sentir como mi corazón se detenía al igual que el tiempo.

Había escrito y leído cientos de veces aquella escena, donde el chico mira a la chica por primera vez y ocurre “el momento”. Ese donde te pierdes en sus ojos y no eres capaz de pensar en otra cosa más que conocerla o besarla. Ese instante donde tu corazón te dice que es ella, que ese es el momento de conocerla y que ya no debes separarte de su lado.

Aunque en mi caso muy por el contrario, cuando quise reaccionar las puertas del ascensor se volvían a cerrar y solo me había quedado ahí, quieto, sin reaccionar ni mover un maldito musculo. Pero pude observar como ella me devolvía la mirada y como me ofrecía una mueca de burla al ver como las puertas se volvían a cerrar. 

Suspire frustrado varias veces hasta que volví a presionar el botón del ascensor sintiendo que la caja pesaba mas que antes. No me arriesgaría a subir las escaleras para desmayarme del cansancio.

Minutos mas tarde las puertas si volvían a abrir, solo para que la misma chica de cabellos oscuros, piel blanca y ojos avellana estuviera dentro con la misma sonrisa de hacía un rato.

•Supuse no subirías las escaleras con esa caja en manos – me dijo colocando su mano en la puerta evitando que estas se volvieran a cerrar – y además por culpa mía no pudiste subir a causa de mis cajas! – dijo sonriendo nuevamente arrebatándome el aire que había contenido al verla – subes? – pregunto levantando una de sus cejas a lo que yo torpemente reaccione.

Una vez dentro y con las puertas cerradas estábamos en silencio. No presiono ningún botón y yo no podía hablar. Abría la boca pero la volvía a cerrar.

•Mmm… a que piso vas? – pregunto haciendo una extraña mueca. Su voz era dulce y melodiosa.

•Ah… 8° piso po por favor! – respondí tartamudeando y en su susurro.

•Ah! Somos vecinos! – exclamo entusiasmada a lo que yo no pude evitar asustarme – lo lamento es que hay veces en las que hablo muy rápido o de repente y termino asustando a la gente…– y me sonríe.

•Creí que había alguien en el 8° B… – susurre mas para mi que mi compañera.

•Oh! Eso es extraño – mira el vacío colocando un dedo en las comisuras de sus labios, un gesto sumamente tierno – el piso esta vacío poco mas de seis meses – respondió sonriendo ampliamente mientras la puertas se volvían a abrir.

Ni bien las puertas se abrieron sentí la necesidad de huir de allí antes que ocurra algo desastroso. Choque con un par de hombres que intentaban meter un mueble por la puerta de enfrente. Nervioso deje caer la caja y busque mis llaves en mi mochila.

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