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El sonido era abrumador, mi paciencia estaba a punto de llegar a su límite, escuchaba sus latidos, rápidos, pobre idiota, esta que se caga del miedo.
Su sangre corre por sus venas, dándole vida al maldito cuerpo que habita esta maldita alma, que se encuentra más podrida que la mía misma.

No pude evitar sonreír cínicamente ante los leves sollozos que dejo escapar aquella escoria.

-Ya no eres tan malo ¿verdad?

- Te lo suplico, ten piedad por favor.

-Tu no tuviste piedad al matarlo, pude ver la sonrisa que adornaba tu rostro. Lo disfrutaste tanto y aún así me pides piedad...si tu no la tuviste...¿Por qué yo debería de tenerla? Es más, reiré, así como tu lo hiciste, no es lindo estar del otro lado de la calle, no es bonito ser la víctima,  pero ser el asesino es divertido. Tu y yo lo sabemos a la perfección.

Aparte mi vista del desagradable sujeto, podía ver como lentamente se ponía de color morado,  mi agarre en su cuello no era precisamente sutil.

-Me da tanto asco morder ese maldito cuello, pero me estoy cagando de hambre, dicen que cuando uno tiene hambre hasta la mierda pura sabe a manjar.

Sin dejarlo responder solté el agarre que mantenía en su cuello y bebí, bebí como jamás lo hice en mi larga vida.
Juro que tome hasta la última gota de ese ser tan despreciable.

Lo hice tan lentamente que pude sentir sus espasmos, pude sentir su miedo y su dolor, escuche el preciso momento en el que su corazón dejo de latir.

Tire el cuerpo inerte al suelo y comencé a reír,  dije que lo haría y así lo hice.

-Púdrete en el infierno viejo asqueroso.

El bosque en el que me encontraba era el lugar perfecto para esta escena, un asesinato, el maldito hijo de puta mato al pequeño niño aquí y yo le devolví el favor por ese pequeño que en algún momento tuvo esas mejillas de un adorable color rosa.

Jale el cuerpo del hombre hasta la zona de animales salvajes, un hambriento lobo salio sigilosamente de unos arbustos, detrás de el salieron cinco lobos más, los cuales debían ser parte de la manada.

-¿Tienen hambre? -pregunté sonriendo.- todo suyo muchachos.

Arroje el cuerpo a aquellos animales salvajes que no dudaron ni una milésima de segundo para atacar el cadáver.

Feliz de mis actos me dirigí de nuevo a el pequeño cuerpo, lo mire atentamente, si mal no recuerdo era Park JaeHyun.

Un niño de 12 años, llevaba su uniforme de la escuela, el cual se encontraba todo sucio y manchado de sangre, algunas partes se encontraban desgarradas y en su carita y brazitos barios rasguños y cortadas, sin contar la gran mancha de sangre que tenía en su estómago.

Ese hijo de puta lo había apuñalado cinco veces seguidas luego de haberlo torturado por mas de media hora.

-A veces la vida es injusta pequeño - acaricie su cabello.- Pero ya pago, y te juro que seguirá pagando por lo que te hizo -tome el pequeño cuerpo en mis brazos y me dirigí hacía la carretera.-

Debía dejarlo a la vista, para que lo encontraran rápidamente, no podía hacer la denuncia yo mismo, por más que quiera sería algo imposible.
Me traería demasiados problemas, osea, vamos ¿Qué clase de persona normal va al interior de un bosque a las tres de la mañana?
Solo los monstruos, como ese tipo y como yo.

Deje al niño cerca de la carretera e intente dejar pistas algo demasiado claras para llegar a su cuerpo rápidamente.

Me despedí del pequeño y me dirigí a mi ¿hogar? Bueno, el lugar en el que me escondo de los seres humanos, junto con mis hermanos.

Sabor a ti [Kookmin] [T.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora