Capítulo 1

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El infierno se había desatado primero en las grandes potencias como Estados Unidos, China, Rusia. Los gobiernos de Trump, Putin y el del chino de apellido impronunciable no habían podido parar la extensión del virus. Le habían llamado al virus diluvio, los fanáticos religiosos lo veían como un castigo divino por la vida llena de pecados que llevaban los humanos. Castigo divino o no, la cuestión era que si los grandes países no habían podido contra ellos no se podía esperar mucho menos de otros países mucho más pequeños en importancia o relieve. El gobierno argentino de Mauricio Macri había decidido cerrar las fronteras, y mientras tanto ponían a los soldados argentinos en las fronteras y aeropuertos para detener a algún infectado. El hecho de no ser uno de los primeros afectados por el virus les permitió a los habitantes del resto del mundo aprender sin la necesidad de poner sus vidas en juego. Antes de que el primer infectado pisase argentina ya se sabía que para detenerlos había que romperles la cabeza, o mejor dicho, causarles una contusión en el cerebro. O sea, destruirle la cabeza. Los rusos, chinos, coreanos y yankees habían intentado eliminarlos del modo convencional, bombas, tiros, gases, agua, fuego, pero lo único que era efecto era destruirles la cabeza. De todas maneras seguía siendo algo efectivo el fuego y las bombas, un cuerpo destrozado no puede moverse, y si bien no mataban al infectado este no podía infectar a otra persona.

Como sucedía tarde o temprano, el virus también logró ingresar a Argentina, para entonces ya había caído toda Europa, China, Rusia, Japón, Australia, Estados Unidos, México, hasta Brasil mismo. Justamente se cree que por el lado de los brasileros fue por donde ingresó el virus. Tanto Argentina, como Bolivia y Uruguay estaban hasta ese momento bien parados frente al suceso. Pero la cantidad de infectados que se movilizó en Brasil provocó que las defensas de estos tres países cayeran.

Nuestra familia protagonista vivía en la ciudad de Salta, provincia de Salta, ubicada al norte del país, limitando con Bolviia, Paraguay y Chile. Un Chile que todavía resistía cuando gran parte de Argentina estaba infectada. Las montañas que dividían a los países resultaron ser una buena defensa natural, además de que Bachelet, la presidente chilena había apostado a la milicia en la cordillera para detener los avances de infectados.

La familia Lacaze, estaba compuesto por los padres, Robert y Monique, ambos peinando sus canas a los sesenta años. Jubilados ellos, habían sido profesores de educación física toda su vida. Habían tenido cuatro hijos, Ferdinand, James, Nicholas y Paul, nacidos en ese orden. Ferdinand, era el mayor, treinta y dos años para él, antes del desastre era un mecánico. Tenía su propia familia, se había casado con Mary Bordiue y había tenido dos hermosos hijos, Taylor Lacaze y Lucy Lacaze, que al comienzo del desastre tenían 12 y 8 años respectivamente. James Lacaze, el siguiente hermano, tenía sus 30 años y era un reconocido periodista, era gay reconocido pero nunca había tenido una pareja estable. Nicholas Lacaze, uno de los hermanos menores tenía 25 años y era un simple trabajador en una fábrica de coches (Ford), nunca había sido una luz en los estudios. Y llegamos al más pequeño de los hermanos, Paul Lacaze, 23 años para él y cuando comenzó todo el llevaba medio año ejerciendo como profesor de lengua y literatura. En resumen los Lacaze eran numerosos, pero una familia unida.

La infección cuando llegó a Salta fue brutal, la gente salteña era famosa por su fanatismo religioso y se encontraban orando en la catedral provincial. No se podrían dar números, pero en menos de diez minutos todos los que habían estado rezando habían pasado a ser parte de los zombies. Una verdadera putada si uno se ponía a pensar que alrededor de la catedral es donde había más supermercados y cosas utilizables. La familia Lacaze cuando esto ocurrió estaba encerrada en casa, habían reforzado las entradas. A diferencia de las casas en Estados Unidos, en Argentina las casas no tenían jardines y acostumbraban a tener rejas. Así que solo fue un pequeño trabajo el reforzar las entradas. Solo era cuestión de tiempo el que los infectados llegasen hasta la puerta de casa, en Argentina no había tiendas de armas para comprar por doquier, así que nuestros protagonistas no tenían una sola pistola para defenderse. Pero tenían ingenio y con eso tendría que ser suficiente.

MUY BUENAS, GRACIAS POR LLEGAR HASTA AQUÍ. La idea de esta historia es contar como hubiese sido un apocalipsis en Salta, Argentina. Primero digo Salta por que la intención es que conozcamos toda Argentina. Como sabrán, Argentina dista de ser una potencia, así que supongo que esto será mucho mas disparejo que TWD. Abrazo a todos mis lectores que imagino deben ser cinco :P 

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⏰ Última actualización: Jul 22, 2017 ⏰

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