Un oscuro amanecer

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Un oscuro amanecer

Oculto entre unos matorrales el pequeño antílope comía ajeno a la presencia del elfo. Sobre su cabeza, oculto entre un enmarañado tapiz de ramas, Edhelran lo observaba inquieto.
Le encantaba aquella sensación, disfrutaba acechando y jugando al subterfugio con sus desprevenidas presas. Y aunque hasta ahora solo había sido un juego para él cada vez le obsesionaba más el arte de la caza. Fueron las palabras de su padre las culpables, púes de Orome siempre le contaba historias que fascinaban al joven elda. En largas noches junto a la hoguera las venturas y desventuras de Araw y Nahar eran narradas con pasión, y de esa pasión nació la devoción de Edhelran. Y en sus sueños el aterrador sonido de Valaroma perseguía a los siervos de Morgoth en los confines de la tierra como él ahora acechaba aquel cervatillo.
En sus partidas de caza siempre iba solo y con frecuencia solía perderse en el Gran Bosque Verde, extraviado y lejos del reino de Thranduil se hallaba aquel día.
En los albores del 1100 de la T.E pocos eran los peligros que escondían aquel inmenso bosque, de un intenso verde sus copas eran un revoltoso mar de hojas donde animales y elfos vivían en paz y armonía.
El gran camino del Este había quedado atrás hacía muchos días, nunca en sus continuas escapadas se había alejado tanto del hogar de los elfos. Escuchó hablar de la Colina desnuda, Amón Lanc en su idioma, donde hacía muchos años Oropher, padre de su rey Thranduil, fundó el reino de los elfos del bosque y hacía allí se dirigía.
Le parecía a Edhelran que allí los arboles eran diferentes, más apagados y de un oscuro verde que a negro tiznado tornaban.
Pero el elda era joven, apenas contaba con siglo y medio de vida, un suspiro en la cuenta de los elfos. Más fue por ese motivo que no le dio mucha importancia al mortecino color que le envolvía, achacó a su inexperiencia el desconocimiento de aquel hecho.

Entre las ramas descendió más el cazador buscando su presa, tan sigiloso y hábil en el árbol que bajo él el cervatillo continuó comiendo sosegadamente algunas briznas.
No se puso nervioso Edhelran, el latir de su joven corazón se meció lento, al dulce compás de su aliento, y cuando no existía escapatoria para el animal sobre él se dejo caer suavemente.
Atrapado entre las manos del silvano el antílope se revolvió asustado, pataleando histericamente el aire intentando huir de aquel que le privaba de su libertad.
- Ssshhh pequeño kelvar - cara a cara lo alzó Edhelran mirándolo a los ojos - tranquilo amigo, ningún daño te haré -.
Y fue que el cervatillo contempló la mirada del elfo entendiendo que no era un devorador aquel que lo sostenía. Rápido se calmo el animal mientras el elda a su lado lo soltaba arrancándole unas hierbas para que comiera. Y mientras de su mano las masticaba Edhelran habló al kelvar.
- Sabes?, sí pude evadir tu instinto ningún secreto tendrá para mí el del orco, come compañero pronto oscurecerá...

Fresca y rauda cayó la noche en Rohavinion, Edhelran ascendió a un gran árbol para dormir entre sus amplias ramas. Dobló las más flexibles asegurandolas en una más ancha y cuando la estructura estuvo terminada de hojas mullo su lecho.
Tumbado cómodamente observó el entrecortado cielo, despejado lucía como un infinito manto repleto de estrellas.
Envolviéndolo en acogedora sinfonía los sonidos de la noche despertaban puntuales a su cita, y como cada vigilia a la intemperie el montaraz quiso ser cómplice de la voz del bosque. Extrajo su flauta, adoraba aquel instrumento y su silbante susurro, más le gustaba imitar el piar de todo tipo de aves. Del petirrojo al pinzón, del estornino al arrendajo y del ruiseñor al común gorrión todos imitaba con maestría. Aunque eran muchos más los que entre las copas resonaban durante el día, también en la noche se escuchaban con Edhelran, y en su ornamentada flauta todos despertaban bajo las estrellas.
Y sí bien cada anochecer de sus labios innumerables aves brotaban despreocupadas lo que aquella noche sucedió sin palabras al silvano le dejó.
Aconteció que una gran bandada de pájaros le sobrevoló, pequeñas y diurnas despavoridas volaban en la noche.
Miró su pequeña flauta sorprendido, había sido él el causante de tal revuelo?, tan desafinada y espantosa fue su melodía?.
Y tras la primera bandada otra más grande le seguía, alarmado ascendió a lo más alto del árbol y su rubia melena asomó sobre el frondoso océano de hojas.
No le costó adivinar la causa de semejante desbandada, púes todo el cielo lucía de pequeñas y negras siluetas que provenientes del sur huían, del escalofriante resplandor de un gran incendio escapaban en gran numero.
Y aún en la larga distancia que del fuego le separaba Edhelran distinguió flamígeras lenguas, gigantescas y furiosas que abrasaban sus tan amados árboles. Horrorizado en el resplandeciente espectáculo el elfo quedo absorto, sin creer aquello que veían sus ojos, como sí una horrible pesadilla hubiera despertado en una desesperante realidad que ante él se presentaba cruel y despiadada.
Una jornada completa le separaba del atroz incendio y observándolo pensaba que o quién podía haber desatado tan magno desastre. Ninguno de su pueblo podía ser el causante y los hombres del valle jamás se adentraban tanto en el Gran Bosque Verde. Hacía días, incluso semanas que ninguna tormenta azotaba Rohavinion el rayo tampoco podía ser el culpable. Demasiado perturbado como para conciliar el sueño Edhelran bajó al suelo y sin perder tiempo inició la marcha.
Sería un largo día pero su hogar estaba en peligro y el sueño o el descanso no eran una opción para el hijo del bosque...

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⏰ Última actualización: Aug 17, 2017 ⏰

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