Encallado

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Nunca me imagine que algo así le podría pasar a alguien como yo, simplemente lo veía imposible, apenas tenía 16 años y sinceramente me considere muy normal a esa edad, nunca me paso nada tan raro, extraño y emocionante hasta ese entonces, pero supongo que a toda persona en algún momento de su vida le pasara algo que le cambiara la vida.

A mí me pasó hace unos años, y se preguntaran, ¿Por qué en ese entonces? ¿Por qué de tan joven? Es algo que todavía ni yo mismo puedo contestarme.

Todo ocurrió después de levantarme para ir al colegio como lo hacía habitualmente, mi mamá como siempre me había despertado como si no tuviera un celular con alarma, de todas maneras es un lindo detalle de su parte, prefiero que lo haga ella a un aparato que suena tan fuerte que hace que tus tímpanos sangren, en cambio mi mamá lo hacía, pero con un olor a café recién preparado que impregna toda mi habitación y hace que me despierte casi de inmediato.

El café es algo que amo desde chiquito, mi abuelo lo preparaba todas las mañanas, y amaba el olor, es lo que más me recuerda a él, que lastimosamente falleció cuando yo tenía apenas 8 años.

Cuando decidí levantarme al fin, mi mamá había preparado dos tazas y unas tostadas con dulce de leche, me senté con ella y comenzó a hablarme de los problemas y chismes de sus amigas, como hacía habitualmente cada mañana, como les digo, todo transcurría totalmente normal.

Me prepare para ir al colegio, baje las escaleras, saludé a mi mamá y me fui a la parada del colectivo.

Caminaba mirando las puntas blancas de mis zapatillas, cuando percibí un movimiento al lado mío, gire la cabeza, y vi que era el colectivo que por primera vez perdí.

Esto me había pasado por esperar a que mi celular cargue por lo menos un 30% ya que a la noche como idiota no lo había puesto a cargar.

Un error en el día no va a cambiar mucho... ¿o sí?

Esperé los 15 minutos hasta que llegara el próximo colectivo, llegar unos 5 minutos tarde al colegio por primera vez no creía que sería tan malo.

Subí, pague mi boletó y me había dado cuenta que solo había un lugar, solo uno, al fondo, al lado de una chica con el pelo color lila y unos ojos celestes tan claros que los veía mientras me dirigía al asiento tambaleándome por el movimiento del colectivo, eran hermosos, pero se estaba volviendo incomodo mirarlos...

Me senté y mire para la ventana, algo en esos ojos me decía que no tendría que estar ahí.

No volví a verle los ojos a esa chica, si, eran hermosos, pero algo tenían que me incomodaban, me hacían sentir vacío, me hacían sentir solo y triste.

El transporte llego a su destino y baje lo más rápido que pude, estar ahí se estaba volviendo cada vez más raro e incomodo, hasta llegue al punto de sentirme asfixiado.

Tal vez crean que esto es patético, quizás no me miraba y miraba al viejo canoso que tenia atrás mío, que por cierto era algo gordo y me recordaba a mi abuelo.

Pero de alguna forma absurda me sentía perseguido.

...

El día transcurrió normal en la escuela, ningún cambio, mi compañero Tobías seguía yendo al baño a la misma hora de siempre para encontrarse con su actual "novia" que cambia cada semana, los profesores de ese día seguían con sus caras de zombies y su café en la mano como si fuera un tipo de elixir que al tomarlo los rejuvenece de alguna forma, como si ese liquido marrón les quitara las ojeras, el fastidio y sus problemas personales.

Al salir del colegio a la hora que habitualmente lo hacía, la vi en una de las hamacas que se situaba en la plaza de enfrente, me observaba nuevamente, la ignore, pero veía imposible que no me este mirando a mí, era el único que salía a esa hora, porque era el único que se quedaba en la biblioteca leyendo.

Era tarde, el sol había caído, ya se veían algunas estrellas en el cielo, la luna estaba sutilmente marcada en ese azul claro semejante al celeste, y ella estaba ahí, mirándome solo a mí, porque sinceramente y con toda la cordura no creo que hubiera estado mirando los muros del colegio llenos de verdín y grafitis mal hechos, en los cuales no se entiende si es un nombre o intentan invocar algún demonio antiguo.

Me di cuenta que me había quedado estático en el tercer escalón de la entrada de la escuela y ella se venía acerando a mí.

Creo que divague demasiado tiempo para no darme cuenta de eso, siendo que solo veía sus ojos y pensaba, sin darme cuenta de que cada vez su tamaño aumentaba más por la cercanía de estos.

Hasta que los tuve enfrente, ese celeste profundo de su iris penetraba en mis ojos, sus pupilas ligeramente dilatadas me reflejaban con angustia, pequeños mechones lilas de su pelo contrastaban con el color de su iris.

Me sentía angustiado e incomodo en ese momento.

Hasta que me sonrió, y todo en ese instante se volvió tranquilo, me sentí de repente más cómodo, todo se había vuelto más cálido.

Me había quedado mirándola unos segundos más y luego me percate de que llegaría tarde a mi casa, pero cuando la aparte de mi lado, ya no estaba en las escalinatas del colegio.

Estaba en un bosque.

Los arboles altos cubrían el cielo que misteriosamente estaba soleado, cuando hacía unos segundos estaba casi de noche, mire al suelo y había césped suave entre los dedos de mis pies, pues ya no tenía la ropa con la que había ido al colegio, solo llevaba una remera blanca y una bermuda color negra junto con mi mochila.

Todo esto era muy extraño, busque la mirada de la chica nuevamente pero ya no estaba.

Estaba solo, en un bosque desconocido, totalmente perdido.

Ya pasaron 20 años de eso, y aun sigo aquí, esperando la llegada de esa chica de pelo color lila, escribiendo lo ocurrido en hojas de carpeta que tengo en la mochila de mi escuela la cual aún conservo, bajo el techo de un refugio de madera sobre una piel de cordero que me sirve de cama en las noches.

Si alguien en algún momento lee esto, por favor ayúdeme.

Marcos termino de leer el papel de la botella que había encontrado encallada en la arena, lo doblo y guardo en su pantalón de trabajo.

Tomo las llaves de su auto y fue hasta su casa, con su familia, pensando en cómo estarán sus hijos y si su esposa cocino el pollo con arroz que le había pedido esa misma mañana.

Mientras bajaba de su automóvil vio a una chica con el cabello color lila y ojos celestes, ligeramente transparentes, en la vereda de enfrente de su casa y sintió terror.

Palpo su bolsillo desesperadamente en busca de la carta y esta ya no estaba.
Cerró los ojos con fuerza rogando a que se vaya.

Al abrirlos nuevamente, se encontró tirado en una cama de piel de cordero, al lado de una fogata hecha con pasto seco, ramas y corteza de árbol.

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