Capítulo 1: Huida

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Ya tenéis el primer capítulo completo!

Toda mi vida cambió en unas simples horas, ahora me encontraba corriendo por un oscuro bosque repleto de nieve, huyendo de los que un día fueron mis amigos.

Mi vida era "peculiar" y yo, sobretodo también lo era.

Por así decirlo, era una Lionov.

¿Qué quiere decir eso?

Era la hija de la mafia, mi padre era Alexi Lionov, y sí, lo digo en pasado ya que, podría haber muerto a manos de su "mejor amigo".

Ser una Lionov implicaba pertenecer a Bratva, la mafia roja Rusa, para muchos, esta mafia había desaparecido a la vez que la URSS (Unión Soviética Rusa) pero, lo que el gobierno quería ocultar es que, nunca dejó de existir, todo lo contrario, cuando Alexi (mi padre) me llevó hacia la Mansión Roja todos lo miraron como si fuera un loco, no por llevar una niña (que ya de por si era una locura) sino por ser el hombre que era.

¿Qué haría una niña de 4 años en una mafia?

Pero como mi padre les dijo, yo no era una niña normal. Mi pelo era negro, totalmente negro, y ¿mis ojos? Era otro mundo, mi color "natural" por así decirlo, era marrón pero, cuando me enfadaba o hacia uso de mis poderes, se volvían de un color azul muy peculiar, algo sobrenatural, como mis habilidades.

Alexi vio el cambio en mis ojos y según sus palabras:

-Supe que eras especial, mirar tus ojos es como mirar una galaxia.-

Mi llegada lo cambió todo, mi padre hizo que una mafia, se convirtiera en la salvación de niños como yo, por eso el gobierno quería destruirnos. Ellos nos querían usar como armas y nosotros, luchábamos por nuestra libertad.

En cada paso que daba notaba como la nieve se hundía, sentía el frio calar en mis huesos mientras escuchaba los ruidos de aquellas personas y perros que me perseguían.

¿Habéis visto las típicas persecuciones policíacas en las que muchos hombres armados hasta los dientes y sus perros rabiosos iban detrás del malo?

Digamos que, en esta situación yo era el malo.

Y era muy jodido.

O encontraba un sitio donde esconderme o acabaría muerta a manos de los que creí, eran mí familia.

Seguí corriendo hasta ver como una pequeña carretera aparecía delante de mí.

Sin saber de dónde sacar las fuerzas, corrí mucho más rápido y al pisar el duro suelo vi dos luces aparecer en el horizonte.

Empecé a mover mis brazos como si la vida me dependiera de ello.

Las luces se veían cada vez más cerca, hasta poder disipar un Jeep de color negro.

El coche disminuyó su velocidad hasta parar a varios metros de mí. No podía distinguir nada, las luces me cegaban por completo, al pensar en la posibilidad de que, la persona que se encontraba dentro del coche fuera alguien de Bratva consiguió hacerme retroceder.

No podía confiar en nadie.

Mi miedo casi se disipó al ver como un hombre de avanzada edad bajaba del coche y gritaba que entrara antes de morir congelada.

Dudé por unos segundos hasta escuchar ruidos detrás de mí y correr hacia el coche como si fuera mi salvación...Que en parte, lo era.

Abrí la puerta y senté mí congelado trasero en el asiento para ver como el hombre salía de allí a toda marcha.

Lo miré y vi que debía tener unos sesenta años, no era tan anciano pero su pelo completamente blanco podía llegar a confundir.

-Muchacha, ¿En qué lio andas metida?-Su voz, áspera, y su frase, consiguieron hacerme reír.

-En un lio que ni yo misma vi venir.-

-¿Necesitas que te lleve a algún sitio en especial?-

-El cementerio no estaría mal...-Él giró su rostro en mi dirección y mis ojos se cruzaron con los suyos.

Controla tus emociones.

Respiré profundamente mientras el hombre fruncía el ceño y volvía a dirigir sus ojos hacia la carretera.

-Cualquier Motel en el cual pueda quedarme...Si no le importa.-dije intentando corregir mis palabras.

El hombre asintió y dirigí mi mirada a la ventana, por donde los arboles pasaban, la nieve caía poco a poco y la Luna brillaba en lo más alto del cielo.

¿Cómo podía haber cambiado mi vida tan drásticamente en unas simples horas?

Mis ojos se cerraron poco a poco mientras veía los arboles pasar. Cuando mis ojos volvieron a abrirse mientras sentía como movían suavemente mi hombro vi que estábamos parados delante de una casa.

-Ya hemos llegado muchacha.-Abrí la puerta del coche y salí de él frotando mis brazos con las palmas de mis manos para intentar conseguir algo de calor.

-¿Dónde estamos?-pregunté mientras observaba la casa, estaba oscuro pero se podía ver que tenía dos plantas y no había nadie dentro.

-En mi casa.-El hombre anduvo hasta los escalones del oscuro porche mientras sacaba sus llaves del bolsillo y procedía a abrir la puerta.

Me dirigí dudosa hacía el interior mientras intentaba contener el temblor de mis extremidades.

Hacía demasiado frio.

Estaba acostumbrada a las bajas temperaturas de Rusia pero, estábamos a -12º grados, hacia demasiado frío y tener la ropa mojada, no ayudaba.

Al pasar por la puerta de madera sentí un calor bastante agradable.

Aleluya.

Cerré la puerta mientras miraba el gran salón a la izquierda, donde el fuego de la chimenea iluminaba el lugar, un sofá y una tele se encontraban a su lado y varias fotos colgadas por las paredes llamaron mi atención.

Antes de poder verlas el hombre llegó con dos mantas y una taza, dejó la taza encima de la mesa y corrió hacia mí para entregarme las mantas y decir:

-He puesto ropa seca en el baño, puedes ducharte mientras preparo la cena, debes estar hambrienta.-

El hombre se perdió por una puerta, la cual parecía llevar a la cocina y yo lo seguí hasta esta y preguntarle:

-¿Por qué hace esto? No debería fiarse de desconocidos.-Sus ojos, de un color marrón, casi negro, se posaron en mí y una dulce sonrisa apareció en su rostro.

-Sé lo que eres.-Sus palabras enviaron una corriente por todo mi cuerpo haciendo que el miedo empezara a correr una maratón por todo mi sistema nervioso e hiciera temblar mis extremidades y no precisamente de frio.

Contrólate.

-No sé a qué se refiere.-dije llevando mis manos hacia mi espalda para evitar cualquier accidente.

-Tus ojos, muchacha, no mienten.-

Contrólalo.

-¿Cómo te llamas?-preguntó y fruncí el ceño.

-¿Por qué quiere...?-Antes de terminar el hombre dijo:

-Yo me llamo Eskil.-

-Mmm...Alexandra pero, puede decirme Alex.-

-Ve a ducharte, no querrás resfriarte, sube las escaleras, el baño está a final de pasillo.-Asentí y murmuré un "Gracias" mientras salía de la cocina.

Al parecer el universo me había puesto en el camino un salvador.

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