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Aquella fría noche de un 3 de julio, Drina estaba a punto de entrar a su casa con la esperanza de encontrar a su esposo dentro. Al entrar, lo primero que sintió fue un olor fétido inundar su ser, se preguntaba qué era, y no podía creer que algo fuese capaz de expulsar tan chocante olor. Bajó las escaleras hacia el sótano, no había nada, pero el olor seguía siendo persistente, levantó libros, cajas, miró dentro de las lámparas y todo parecía estar en orden. No entendía qué pasaba. Subió las escaleras hacia el comedor, revisó el refrigerador asegurándose de que la comida no estuviese en malas condiciones para expulsar tan intenso olor, pero fallando de igual manera. Revisó las habitaciones, el ático, revisó absolutamente todo el lugar haciéndose así la 1 de la mañana, no podía creer que no hubiese encontrado nada que la dirigiese a ese olor. Para calmar sus fosas nasales, subió a tomar un baño, y se dio cuenta de que algo no estaba bien con ella. Su rostro se veía pálido, pero no le dio mucha importancia, al ir desvistiéndose notó también que su pierna estaba morada, tan morada como una berenjena, tan morada como nunca antes había visto algo. Corrió hacia la bañera y se empezó a lavar, pero al masajearse el gran hematoma, no sentía dolor, no sentía sus manos. No sentía nada.

Llamó a su esposo, pero no encontraba su teléfono, ni su cartera, mucho menos las llaves de su auto para ir a donde sea que su esposo se encontrara en ese momento. Entones fue cuando se dio cuenta de que no recordaba nada previo a su llegada a casa, sólo recuerda haber salido de su oficina y haber llegado a su casa, pero nada más.

Fue entonces cuando decidió salir de su casa y hacer todo el recorrido desde su casa hacia su oficina y viceversa. Ya venía de vuelta hacia su casa, cuando notó algo raro en la autopista. Había gente, lo cual le extrañó porque en su pueblo no era que se encontrara gente tarde en la noche tan fácil. Se preguntaba cómo no las había visto cuando cruzó anteriormente por allí. Se dirigió hacia el lugar y vio un camión, no le dio mucha importancia y siguió visualizando el lugar. Más adelante vio a dos personas llorando frente a un cuerpo y al ir acercándose cada vez más no podía creer lo que estaba viendo. Era ella.

Su cuerpo yacía en medio de la autopista, terminando de desangrarse y empeorando su estado cada vez más. Se miró la pierna, la misma pierna que unos minutos antes estaba morada. Y entonces entendió. Entendió por qué su pierna estaba en ese estado y porqué su cara lucia tan pálida.

Drina no entendía qué hacía ahí, como había pasado y quién había sido el causante de su tragedia. Fue así como decidió dirigirse hacia el camión. Dentro de ella había un hombre, pudo darse cuenta que estaba vivo por el subir y bajar de su tórax, pero igualmente herido. Esperó a que el hombre levantara su rostro del volante para ver con claridad quien era.

Pasaron alrededor de 20 minutos cuando el hombre por fin pudo mover su cabeza y poder recostarla en el espaldar del asiento. Entonces lo vio. Era su esposo. El mismo con el que estuvo casada los últimos 12 años, el mismo con el que vivió sus primeras experiencias, y el mismo con el que estuvo viviendo un infierno desde el primer día que huyó de su hogar.

Sentía que de algún modo no le extrañaba que ese hombre hubiese tomado tan aberrante decisión contra ella. Drina se dio cuenta de que ya era demasiado tarde para lamentos o arrepentimientos y que toda su vida había sido como un largo chiste que al final no tuvo gracia.

EXTRAÑO INCIDENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora