Por siempre serán Héroes

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Inspiró profundamente, el frío le calaba los huesos, a él como a tantos otros.

El sol... el sol y su calor parecían un sueño lejano, como si hubieran pasado mil vidas desde la última vez que observó su luz.

El olor de la tierra mojada y la lluvia se mezclaba con el pútrido olor de la sangre y la carne en descomposición, con el olor a sudor y muerte que impregnaba el aire.

En el confinamiento de la trinchera en lo único que podía pensar era en su hogar, en la vida que tenía antes y en la que probablemente no tendría después de esto.

La tierra vibraba incesantemente ante la caída de las bombas y los disparos se habían convertido en la música de fondo. Se aferraba a su arma como si se le fuera la vida en ello, lo que probablemente así era. Esperaban instrucciones y cada segundo, cada minuto, era una agonía. Era la reiterada incertidumbre de no saber quienes estarían aún con él al final del día. La incertidumbre de no saber si su propia vida continuaría al finalizar el asalto.

Entre el tumulto de gritos y explosiones, una melodía comenzó a sonar en su mente, el himno nacional hacía eco en su cerebro:"...el grito sagrado, Libertad."

Libertad de la soberanía Inglesa sobre las islas era por lo que luchaba, libertad era lo que él mismo no tenía.

Jamás pidió eso, simplemente había ocurrido porque el destino así lo quiso y la lealtad a la patria lo ameritaba, su país lo necesitaba y no había forma de escapar de eso. Había que afrontar las responsabilidades como ciudadano argentino, como hombre, como persona.

Los disparos sonaban cada vez más cerca y sabía que el momento de atacar se aproximaba, solo era cuestión de minutos antes de que la batalla se cerniera sobre ellos y llegara la orden de luchar.

Intentó darse ánimos con la convicción de que hacía esto para conseguir un país mejor, un futuro mejor, si no era para sus propios hijos -ya que no creía vivir lo suficiente como para poder tenerlos - al menos lo sería para los hijos de otros, para sus sucesores, para los futuros Argentinos que caminarían estás tierras y sabrían apreciar el sudor y la sangre que habían sido invertidos en esto.

Antes de darse cuenta estaba cantando el himno en voz baja, en este momento era su canto de guerra.

Gutiérrez y Fernández rápidamente se unieron en la canción, sintiendo el impulso, el aliento que proporcionaba el saber que no estaban del todo solos. Que pese a todo lo malo del mundo, había aún sentimientos tan puros como la lealtad y el compañerismo. Como el amor a la patria.

Por eso, cuando llegó la orden, salieron a luchar con ánimos renovados.

Olvidando por un momento el hambre, el frío, el miedo y la injusticia, dieron todo de sí por su país. Para su país.

Ojalá hubiese sido suficiente, ojalá hubiese bastado, pero ese día, ellos como tantos otros, cayeron bajo el fuego enemigo, que infalible y despiadado les arrebató su futuro.

Pero ellos sabían, a pesar de todo, que habían dado todo de sí. Que su Madre Patria estaría orgullosa de sus soldados valientes y leales que lo dejaron todo por proteger lo suyo.

Inhaló profundamente, el aroma de su propia sangre mezclada con pólvora le llenó los pulmones.

Los gritos de Gutiérrez le llegaban cada vez más apagados y apenas pudo ver como corría Fernández hacía él. Antes de cerrar los ojos por última vez, miró el cielo y deseó con toda su alma, que alguna vez, si no era ahora entonces en un futuro, la causa de su lucha fuera realizada y las Malvinas volvieran a su patria. Y con eso en su mente, se fue.

Y allá quedarán eternos y en tinieblas

Sin relevos y esperando que algún día

Sin que corra sangre vuelva la celeste y blanca a

Flamear sobre esas tierras argentinas.

Por siempre serán HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora