Prefiero evadir las cosas, que hacerles frente,  y aunque tarde o temprano lo haga, siempre aplazo ese momento lo más posible. No me gusta tomar decisiones, porque no quiero tener el peso de la culpa o la responsabilidad de los errores después, aunque eventualmente te encuentra.
Entonces, prefiero evadir. 
Y leo, leo todo y todo el tiempo, más que por el simple placer de leer, aunque eso también es bienvenido. Es simplemente porque los problemas desaparecen, se sienten menos graves, como si no pudieran tocarte, cuando tu mente está enfrascada en historias tristes con final feliz, escritas por alguien que quizás tiene una vida perfecta y solo se deleita pensando en situaciones trágicas que la vida puede contener. 
Busco el escape de ser un espectador silencioso en los dilemas de alguien imaginario que podría existir, estar en la mente de alguien más el tiempo suficiente como para que todo lo demás, lo real, parezca absurdo. Que parezca la verdadera ficción. 
Además, claro está, de la esperanza que te dan, la efímera sensación de que de un modo u otro al final todo se arregla, que  hay un final feliz en algún lado y todo te llevará a ello. 
A veces, cuando la situación lo amerita, también escapo escribiendo, algunas veces siendo por un momento alguien más, alguien con otros problemas que no son míos, pero que tengo la capacidad de solucionar o empeorar según me plazca. Puedo ser buena y piadosa, puedo ser cruel y vengativa, y nadie va a venir a juzgarme por eso. Por breves momentos, juego a ser una especie de Dios que intercede en la vida de alguien más, que decide y elige, porque en mi propia vida no puedo.  Otras veces, escribo para poner mi mente en orden, porque cuando algo está escrito en papel -o en una pantalla- parece menos grave de lo que es, parece, simplemente, una historia más. 

Me llamo Alehia pero mis amigos me dicen Leia,  tengo 22 años y vivo en Argentina. 
Me gusta muchísimo leer, demasiado según mi familia y amigos.