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Cuenta la leyenda que cuando un canto se oye en alta mar significa que alguien va a morir, que por más melodioso que pudiera sonar aquella voz, por más armoniosa y perfecta que sonara al oído debía ser apagada a cualquier costo, era preferible meter la cabeza en un balde o irse al punto más ruidoso de todo el barco o la tragedia sería inevitable, JiYong ahora se daba cuenta de porque tantos capitanes y marineros se tiraban al mar sin dudar cuando escuchaban el cantar de una sirena, sabía que muchos quedaban encantados, casi hipnotizados no solo por tan preciosa melodía si no por la belleza incalculable de aquellas criaturas, que en esta ocasión en vez de un par de voluptuosos pechos este tuviera uno plano obviamente masculino no quitaba ni un solo punto a su belleza, esos ojos, JiYong juro que podia morir viendo ese color que aunque no era claro podia jurar que brillaban como la piedra más preciosa que hubiera visto algo una vez.

Su piel pálida con apenas una que otra marca de escamas regadas de forma desordenada por sus brazos y parte de su pecho, escamas de color aguamarina que hacían juego con la aleta de pez se mantenía tranquila a sus espaldas, apenas moviéndose un poco de manera tranquila mientras los brazos de la majestuosa criatura se mantenían sobre la roca que le servía de apoyo manteniendo manteniéndose a salvo de poder hundirse de nuevo en las profundidades, JiYong trago en ese momento, podía morir viendo esa imagen y por nada del mundo quería perderla.

- Lo siento... - Dijo la voz de JiYong al fin provocando un suave movimiento en los hombros ajenos, como si estuviera igual de sorprendido por verlo allí, como si lo estudiara y se maravillara por su presencia como él lo estaba- Tu... Eso ha sido hermoso.

Por supuesto, ya recordaba porque había aquel extremo de la isla a la que habían arribado luego de varios días de navegar, el pisar tierra les hacía bien a los hombres bajo su mando que luego de varios días en altamar y con provisiones contadas los rumores de que sus hombres comenzaban a perder la cabeza no tardaron en llegar a sus oídos, JiYong era un capitán duro, pero justo, y aunque confiaba en sus hombres, las situaciones desesperadas sacan lo peor de cualquiera, habia vivido aquello de primera mano y la gran cicatriz a un lado de su cuerpo se lo recordaba de forma diaria, fue por eso que no lo dudo, cuando hubo un grito de "Tierra a la vista" desvió el barco a la solitaria isla sin saber exactamente su nombre pidiendo que no fuera un ilusión del hombre arriba del mástil.

Suerte, milagro, quizás le caía bien a alguien en el cielo o muy abajo en el infierno, la realidad era que estaba pisando tierra y la alegría de sus hombres fue palpable, se llenarían de cocos, cangrejos, bananos, de cada cosa que les regala la isla hasta sentirse satisfechos para emprender viaje de nuevo, cayendo la noche incluso hubo una pequeña fiesta improvisada con el ron restante del barco a la que incluso el capitán no dudo unirse bebiendo un par de tragos con su tripulación alrededor de una fogata.

Fue cuando lo escucho.

Ese canto melodioso que entraba a sus oídos como una droga tan adicta a la que solo hizo falta ese único contacto para considerarse completamente dependiente de él, se levantó de su puesto en la fogata y con paso cuidadoso comenzó a introducirse de lleno en la penumbra decido a encontrar la fuente de aquel canto, no recordaba las advertencias, las leyendas, los dichos, los consejos dados por los más ancianos, aquello no valía de nada a medida que caminaba logrando escuchar de forma lejana apenas un "¿Capitán?" proveniente de alguno de sus hombres.

- ¡Continúen! -Grito en aquella voz digna de un líder solo para dar a entender que quería estar solo, quería hacer el descubrimiento en solitario, la sola idea de tener que compartir la fuente de aquella voz no le hacía dudar en desenvainar su espada y atravesar a cualquiera de los piratas bajo su mando-

Y lo vio.

Del otro de la lista, sentado en una roca como si fuera un trono, con su mirada puesta en la luna sobre sus cabezas, una criatura mística que danzaba su cola marina en el agua mientras sus brazos se mantenían a sus costados apoyándose en estos para mantener su espalda recta, JiYong pensó de inmediato en un ángel, uno solo para él que, en vez de alas tenía cola de pez, era la mejor explicación del porque lo había encontrado, era el destino, no podía ser nada más.

Debajo del aguaWhere stories live. Discover now