cuatro.

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Frank avanzó por todo el aeropuerto, haciendo sonar su masculina voz por toda la anchura de este, su mano izquierda estaba tomando su maleta y su mano derecha se mantenía en su  teléfono, el cual estaba pegado a su oreja.

—Así es Ruben, los directivos quieren asociarse —Se detuvo en la puerta principal del aeropuerto, alzo su mano e hizo la parada de un taxi —. Merezco un buen aumento de sueldo, ¿no crees? —Metió sus maletas en la cajuela y abrió la puerta de su taxi, para después adentrarse a este —En el centro de Barcelona, por favor — Indicó —. Espero y mandes a tu chofer para que vaya por mí al centro —Espero a que Ruben respondiera y colgó.

Se sentía tan bien, su ego volaba por los cielos y no podía estar más alto. Sabía que Ruben volvería a tenerle envidia.

—Cuánto daría Ruben por tener un poco de lo que soy —Se halagó.

Frank se hundió en sus pensamientos y en ellos estaba aquel pequeño chico que es mesero de aquel restaurante. Pensó que seria una buena idea pasar a almorzar ahí.

—Cambiando de idea, dejeme a una cuadra del centro por favor.

Suspiró antes de recostar su espalda con el asiento.
Su día podría acabar bien viendo a aquel muchacho.

Bajo del taxi con sus maletas después de varios minutos de desesperación por llegar. Pagó y entro al restaurante.

—Le cuidamos su maleta, señor. —Frank dejo su maleta con aquel sirviente y avanzo hasta una mesa.

a lo lejos vio a Alex, recordaba su nombre todos los días. Pensaba mucho en el y en como se vería gimiendo encima de él.

—¿En que le puedo servir? —Se acerco una chica

—Quisiera que en empleado del mes me atendiera.

—Yo soy la nueva empleada del mes, señor. —Frank no pudo evitar abrir los ojos de par en par. Su mandibula pudo caer al suelo y romperse haciendo volar sus dientes.

—En ese caso me gustaría que Alex me atendiera, por favor —La chica amablemente asintió y llamo a Alex. Este miro un momento a Frank y suspiro.

—¡Buenas tardes! Es un gusto tenerlo de vuelta, señor.

—Gracias por esa hipocresía, Alex. Quisiera que me trajeras el menú del día, por favor.

—¡Con todo gusto! Y señor, no es hipocresía, es amabilidad.

—Por favor, llámame Frank.

—Perfecto, Frank.

Frank miro el trasero del menor cuando este se dio la vuelta. Era irresistible ese niño.

una hora después, Frank pidió la cuenta y Alex se la entrego.

—Alex, un momento. Quisiera que no solo me dieras la cuenta, sino también tu número. ¿Podrás hacer eso por un cliente frecuente?

—No tengo permitido salir con "clientes" mucho menos frecuentes.

—Soy ajeno a este lugar. No habrá problema, Alex, yo seguiré viniendo aún así haya salido algo mal entre nosotros.

Alex tomo una servilleta y anoto su numero.

—Pero no le diga a nadie.

recogió el dinero y Frank dejo cinco euros como de costumbre.

—Se dice gracias.

—Gracias... —Dijo con una sonrisa fingida.

—Hasta mañana, Alex. —Movio su mano en el aire y se marcho con su maleta. De todo lo que le pudo pasar en su día, esto fue lo mejor.

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