Parte I 💮

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Se fueron después de beber sin apuros lo último que quedaba en la botella de sake, luego de pagar el respectivo servicio del bar como todos los demás clientes.

Llegaron a la casa de Madara ubicada en los territorios del Clan Uchiha con cierta torpeza, pero en completo secreto y silencio, resguardados únicamente por la luna llena de esa templada noche de primavera. Ninguno de los dos se dirigía la mirada, caminaban por las calles con la vista un tanto agachada debido tal vez a la leve vergüenza que sentían.

¿Cómo deberían empezar? ¿Qué deberían hacer o decir primero?

De repente, toda esa confianza que ambos tenían en otras oportunidades se había desvanecido, dejando en su lugar el característico e imborrable sentimiento de duda, marcado por la absurda inexperiencia. ¿Por qué se sentían así? No era la primera vez de ninguno de ellos, pero sí la primera estando juntos como amantes. Algo les causaba una inexplicable emoción y al mismo tiempo un incómodo temor.

La oscuridad era su mayor cómplice en esa situación, nada ni nadie más en Konoha sabía de la presencia del Hokage en ese solitario sitio a esas altas horas de la madrugada, aparte de ella y la tenue luz del astro que adornaba el cielo junto a las estrellas e iluminaba ciertos lugares de la aldea. El canto de los grillos le entregaba un aspecto más armonioso al oscuro paisaje, el cual era perturbado solamente por los pasos de aquellos hombres que intentaban en lo posible ser sigilosos. Y para evitar ser vistos y descubiertos por algo o alguien más, no tardaron en ingresar al cálido hogar del menor, invadido también por la inmutable tranquilidad.

Madara estaba a pasos de ir directo a su habitación, pero Hashirama lo agarró de la mano y frenó su rápido andar, dedicándole una mirada serena y una sonrisa tímida. Sabía que su acompañante se encontraba nervioso a más no poder, y por tanto, ansioso de empezar, pero él quería llevar las cosas con calma, al igual que Madara. No obstante, a éste último se le estaba haciendo difícil controlar sus acciones. Estaba siendo traicionado por su cuerpo en esos mismísimos momentos, tanto así que el joven Uchiha podía asegurar sin estar mintiendo que sus músculos se movían por sí solos, sin consentimiento alguno de su cerebro.

Respiró profundo y se acercó al moreno, quien aún sostenía su mano con algo de firmeza. Éste le acomodó el flequillo detrás de su oreja, dejando un par de mechones rebeldes sobre su rostro, y se miraron a los ojos de manera directa, apreciando cada detalle que había en ellos hasta que el silencio fue interrumpido por el menor, quien se tambaleaba un poco debido al alcohol antes bebido, pero se encontraba lo suficientemente consciente como para saber con exactitud todo lo que decía, hacía y pensaba.

   — Lo siento, estoy actuando como un imbécil —murmuró, bajando la vista hacia el suelo de madera.

   — Para nada, es normal —le sonrió el otro—. Honestamente, yo también estoy nervioso por esto.

   — ¿Ah, sí? —Madara le miró incrédulo—. Pues ni se nota, Hashirama Senju.

   — Bueno... —El moreno llevó su mano libre hasta la parte posterior de su cabeza y rio de forma leve, siendo un acto muy típico de él—. Hago lo que puedo, Madara Uchiha.

El nombrado suspiró ante la actitud tan positiva de aquél hombre y elevó su mano derecha con lentitud hacia la mejilla de su mejor amigo y eterno rival —y ahora amante—, para acariciarla con su dedo pulgar de la misma forma. Se mordió su labio inferior buscando amainar el nerviosismo que continuaba jugándole una mala pasada e hizo el ademán de acercarse, pero se detuvo a medio camino.

   — ¡N-no puedo! —Se volteó de inmediato y se zafó del prolongado agarre de la mano ajena—. Hashirama, por favor vete.

   — ¡E-espera! No es necesario empezar ahora, podemos hacerlo cuando te sientas más cómodo. Por mí no hay...

En Secreto y en Silencio | HashiMadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora