Intenciones Oculta

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¡Hola buenas noches! Regresando en este día tan especial  con una historia que en lo particular me atrapo y bueno espero que valga la pena el haberles hecho esperar tanto tiempo  bueno pues les dejo y espero sus opiniones


Intenciones Ocultas.

— Debe volver adentro.
— Un rato más.
— Va a tener problemas.
— No importa, contigo es con quien realmente puedo ser yo – Sonrió.
— Bueno señorita me alegra que tenga esa confianza.
— Sí, pero no me llames señorita sólo dime Lena.
— Pero...
— Nos conocemos desde hace mucho tiempo ¿no es así?
— S...Si.
— Y siempre has sido la única que me apoyó hacer lo que yo quiero.
— Pero no creo que cuente mucho señorita – Suspiró.
— Sólo quédate conmigo un poco más.
— Bien señorita.

La chica se sentó en el piso junto a la otra chica y recargó su cabeza en el hombro de la chica que le tomó la mano suavemente.

— ¡Elena! – Escucharon – Entra ahora mismo.
— Ya voy – Contestó.
— ¡Ahora!
— Si papá, ya voy.

Elena se puso de pie y sacudió su ropa observó los ojos azules de la joven que le devolvía la mirada y le sonrió.

— Ten una dulce noche Yulia, nos veremos mañana y gracias por todo – Caminó.

La joven Yulia observó a la poca luz de luna y a las del patio que alumbraban a la joven Elena su cabellera larga y rizada de color rojo fuego, de curvas que empezaban a marcarse y ese caminar suave y firme que parecía flotar y sus caderas se mecían un poco y sonrió, luego suspiró ella era una joven pobre que trabajaba al servicio de los Katin que tenía una enorme fortuna, ella había llegado ahí con tan sólo tres años su madre había sido una mujer de clase media, con una enfermedad a cuestas que hacía unos meses había terminado su vida.

— ¿Dónde está Elena? – Escuchó.
— En el jardín señor Katin.
— Llámala – Dijo serio.
— Claro señor.

La joven Yulia caminó hacia el jardín donde una pelirroja pintaba muy concentrada sus ojos verde grisáceos se levantaron y vieron a esa joven Yulia de figura delgada y más alta que la suya con melena obscura y corta y ojos tan azules como el mismo cielo dirigirse hasta ella y sonrió.

— Buenos días Yulia, es bueno verte – Dijo riendo.
— Buenos días señorita Katina... Su pa...
— Quedamos que me llamarías Lena – Le guiño el ojo.
— Pe... Pero...
— ¿Tanto te cuesta llamarme Lena? – Le acaricio la mejilla.
— Bue... Bueno usted es la dueña y yo so... Sólo una simple y común mujer que no puede si quiera compararse con usted.
— Yulia... A mí no me importan las clases sociales y lo sabes.
— Su papá la busca señorita.
— Si, ahora voy ¿me ayudas?

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