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Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Sé que si, lo habría hecho todo por él.

 Porque es la musa de mis sueños, mi luz en la oscuridad ¿Cómo no podría inspirarme todo su ser? Su delicada piel, tan pálida y suave... Su claro cabello que parece ser teñido por el sol cuando cae el atardecer...

De solo su imagen recordar, siento como una suave excitación se cola en cada una de mis células y me remuevo, deleitándome de la sensación.



Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 

¿La recordaría él todavía? Es casi idéntica a aquella en donde prometimos ser amigos para siempre, que encontraríamos una forma de salir adelante en medio de tanta oscuridad, en lo que siento ya fue hace una eternidad.



El viento de la noche gira en el cielo y canta. 

Calma suavemente a mi acelerado corazón, así como en el pasado fueron sus caricias. Todavía sufre ante su ausencia, y me envenena lo poco que me queda de vida, el saber que fui solo yo quien lo alejó de mi.



Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 

Tal vez él tenía razón: tal vez en otra vida, en otras circunstancias, podría haber sido un escritor ¡Incluso podría haber sido reconocido! Pero nada de eso me valdría si tampoco lo hubiera conocido; así que con dejadez, sin poder hacer nada para mi situación cambiar, ni siquiera para perseguir mi felicidad... simplemente dejo que este cigarrillo evoque memorias que nunca creí olvidadas, aliviando este dolor que poco a poco me mata y a mi alma  desgasta.

Yo lo quise, y a veces él también me quiso. 

No necesitábamos palabras, lo demostrábamos con simples gestos o tan solo una mirada profunda, de esas que solíamos darnos antes de dejar que la pasión nos arrastre a nuestra propia oscuridad...




En las noches como ésta lo tuve entre mis brazos. 

Ya sea por el frío, o porque estaba herido después de una batalla, por cualquier tonta razón me lo pedía y yo no lo resistía. Ambos lo sabíamos ver la verdad tras esos actos, pero en el níveo silencio un mutuo acuerdo establecimos y no lo rompería.

No podía. 

No quería.

Lo besé tantas veces bajo el cielo infinito. 

Como nuestra primera vez, ambos desnudos sobre una manta en medio de la espesura del bosque. Con su cuerpo sobre el mío, sus cabellos pareciendo fuego refulgiendo en oscuridad, y el hielo de tus ojos tan encendido que provocaban la envidia de la noche y de las mismas estrellas.

  Tengo que darle una nueva calada a mi cigarro. Recordar la calidez de sujetar su pequeño cuerpo tan cerca a mi... me pone inquieto y reprimo un suave gemido de dolor y placer.  




Él me quiso, a veces yo también lo quería. 

POEMA 20 |POEM-FIC; SOUKOKU|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora