En la penuria de aquella mañana, entre una terrible oscuridad, no se veía nada. Tenia miedo, temor, ante lo posiblemente inevitable. Pero caminaba rápido, con miedo pero decidido, asustado pero seguro de mi mismo. A mi alrededor solo se oían llantos, gritos y quejas. Los edificios se caían, las paredes se desplomaban. Pero yo, seguía caminado.
De entre aquel mar de ceniza, el cual causaba aquella terrible oscuridad, llovían bombas de fuego que azotaban las calles un pasado tranquilas. Y aún así yo caminaba. Caminaba posiblemente hacia lo inevitable, hacia lo que seguro que nos ocurrirá a todos y hacia lo que mas temor infunde. La muerte misma.
Entre caminar y caminar caí de rodillas al suelo, entonces, comprendí que todo había terminado.
Dirigí mi vista al cielo, o al menos donde yo pensaba que se encontraba, y grité...
-¡Porque nos habéis abandonado!
Soy Marco, habitante de la ya no ciudad de Pompeya.
