Todo esto ocurrió poco después de que mi primera mujer me dejara para irse con un aspirante a escritor llamado Julio. Era invierno. Creo recordar que primeros de febrero. Quizá últimos de enero. No recuerdo la fecha exacta, y la verdad, tampoco tiene la menor importancia.
Acababa de mudarme a una pequeña y antigua casa en un edificio construido cuatro décadas atrás, en el extrarradio de la ciudad, pues mi mujer se había quedado en el apartamento que habíamos compartido hasta hacía poco.
Ese invierno pasé mucho frío ya que aquella casa no tenía calefacción, y lo único que tenía para calentarme eran unas deshilachadas mantas y un pésimo café, que bebía compulsivamente para tratar de entrar en calor. Aquél café tenía un sabor muy fuerte, y un olor que impregnaba toda la casa en cuanto encendía la cafetera. A causa de beberlo compulsivamente apenas podía dormir por las noches, así que veía la tele hasta bien tarde, o leía algún libro, u ojeaba alguna revista con desinterés, esperando a que me entrara sueño para irme a la cama.
Nunca he soportado dar vueltas en la cama hasta quedar dormido. Me hace pensar en exceso sobre las cosas y, sinceramente, eso me hace sentir débil. Los pensamientos que rondan mi cabeza en esa situación son cosas como dejar de fumar, o empezar a hacer ejercicio, o comer más sano. Ese tipo de cosas. Cosas que invariablemente incumplo al día siguiente.
Como iba diciendo, una de las noches frías de aquel invierno me acerqué a la ventana para bajar la persiana, pero antes de que pudiera bajarla, me llamó la atención una ventana del bloque de pisos que había justo enfrente. Era la única ventana del edificio de la que salía luz. De repente reconocí la silueta de una mujer. Me quedé unos segundo mirando hacia ella desde mi ventana mientras asía la cuerda de la persiana con la mano izquierda y sujetaba un cigarrillo encendido en la mano derecha. No miraba de manera premeditada. En realidad, ni siquiera me estaba fijando en la mujer de la habitación. Simplemente estaba allí, mirando hacia aquella ventana con la mirada perdida y preguntándome donde estaría en ese instante mí, todavía, mujer.
Cuando volví en mí ví que la mujer se había quitado los pantalones y estaba desabrochandose la camisa. Era una mujer delgada y de baja estatura, cuerpo frágil y delicado y pelo moreno. La contemplé desde detrás de mi ventana mientras se desnudaba parsimoniosamente con delicados movimientos. Vi cómo se lo quitaba todo menos las bragas. Cuando se puso un camisón rosa dejé de mirar para ir al baño a masturbarme. Una vez que había acabado, volví al salón y miré hacia su ventana, pero la persiana ya estaba bajada.
Al día siguiente, me pasé la noche esperando a que apareciera. Echaba una ojeada hacia su ventana cada pocos minutos para asegurarme de que no me perdía el espectáculo(sí es que se repetía,claro). En una de esas vi que de su ventana salía luz. Volvió a desnudarse y a ponerse el mismo camisón rosa, y cuando ya estaba vestida, yo volví al baño para masturbarme.La operación se repitió algunos días más. Yo ya empezaba a pensar que ella sabía que la estaba mirando, y que eso le gustaba y excitaba tanto cómo a mí. Cuando llevaba unos diez días disfrutando de sus encantos, y la excitación que me provocaba hacer algo prohibido (al menos eso creía) y totalmente inmoral con total impunidad, ella levantó la vista y la dirigió hacia mi ventana, seguramente alertada por la luz del cigarrillo que me estaba fumando en la oscuridad.Minutos después sonó el timbre de casa, no sé cómo logró entrar en el portal, pero al abrir la puerta de casa, allí estaba ella,la desconocida mujer a la que llevaba días espiando desde la oscuridad de mi salón mientras se desnudaba. Era una mujer mucho mayor de lo que me había imaginado, y también mucho menos atractiva.
Tenía la cara llena de arrugas,el pelo sucio y grasiento y la boca desdentada, además desprendía un fuerte olor a alcohol y sudor. Una vez más mi miopía me había engañado.
Entonces me dijo que me había visto espiandola y, que si me volvía a pillar haciéndolo llamaría a la policía y correría la voz por el barrio de que era un miron y un pervertido. Yo me disculpé con un hilo de voz, sin apenas poder mirarla a la cara de la vergüenza que sentía, y le prometí que no volvería a ocurrir.
Esa fue la última vez que la vi. Esa misma noche, empaqueté las pocas pertenencias que tenía en aquella casa y, al día siguiente, me mudé a la otra punta de la ciudad.
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Miopía
Short StoryUn hombre al que su mujer dejó recientemente se muda a una nueva casa. Este hombre padece insomnio y se aburre por las noches, así que espía a la vecina de enfrente para distraerse.