Capítulo II

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Narra Rodri:

Salí del local e inspiré todo el aire posible. Por fin se acababa una larga jornada de trabajo y empezaba mi fin de semana. Miré el reloj 8:15, tenía 15 minutos para ir a casa, cambiarme y encaminarme al gimnasio.
Durante el trayecto pensé en la rutina que llevaba día tras día, llevaba años haciendo lo mismo, sin salir de mi zona de confort, manteniéndome siempre en la misma línea.
Muchas veces pensé en hacer cambios pequeños, que no desestabilizara mucho mi ritmo de vida, pero siempre acababa echándome para atrás.
Estaba cansado y aburrido de hacer siempre lo mismo, pero no me terminaba de animar al cambio ¿y si no me gustaba? ¿y si no me iba bien? ¿y si pierdo todo lo que he ido construyendo durante tantos años? esas y muchas más eran las preguntas que siempre pasan por mi cabeza cada vez que me planteaba dar un pequeño giro de guión, y las respuestas eran las razones por las que nunca me animé a hacerlo: miedo a que todo el esfuerzo de vaya al garete.

Llegué al gimnasio y vi a tres de mis mejores amigos en la puerta esperándome. Cuando me vieron me saludaron con un abrazo y una palmadita en la espalda. Ellos eran mi segunda familia.

— Hey, cabezón. ¿Ya estás de vacaciones? — preguntó Jorge, mientras entrábamos al gimnasio.

Asentí ilusionado. Parecía un niño de 10 años cuando le daban las vacaciones de verano.

— Tengo una semana de descanso, he pedido otra pero no creo que me la den. En verano hay demasiada demanda y se necesita personal.

— Tío, llevas todo el año trabajando. Partiéndote el lomo. Que mínimo que 14 días de descanso.

Intervino Marc, que era autónomo y quien no dependía de nadie. A veces me gustaría ser como él, mi trabajo, mis reglas, mi dependencia, mis planes.

— Bueno, dejemos de hablar de trabajo que estoy de vacaciones.

Sonreí, mientras me subía a la cinta.

— ¿Te ha contado Marc los planes?

Inició Ricky una conversión, mientras subía el ritmo. Lo miré. Marc siempre hacia los mejores planes en la vacaciones.

— A ver pista, Chalet, playa, fiesta...

— Formentera.

Dije a la vez que me reía. Bendita sea Formentera. Recordé la última vez que pisé la isla y me pregunté si la morena del año pasado volvería a ir este. No me gustaba repetir, casi nunca lo hacia, pero los cinco días que estuve allí fue con la única que disfruté, sexsualmente hablando, porque liar me lié con varias. Reí al acordarme.

Mis amigos me miraron ansiosos a que les contara de que me reía, pero le límite a mirarles de tal forma que entendieron a que me refería.

— Pues yo tengo ganas de echarme novia. — Rompió el hielo Ricky.

— No sé, salir a cenar, a dar una vuelta, viajar con ella, hacerle compañía, y que no sólo sea un lío de una noche. Quiero... enamorarme.

— A mí a veces me pasa, luego me acuerdo de cómo me fue la última vez y se me quita.

Dijo chistoso Jorge mientras le daba más velocidad a la máquina. Las dos horas se pasaron entre risas, anécdotas, recuerdos y charlas. No hay nada como estar rodeado de buenos amigos y compañeros de vida.

Ven, arriésgate.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora