Parte única.

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Coloca una runa Itzel en su muñeca, lentamente, y hace una mueca, observando determinadamente cómo la herida en su hombro se cierra y sólo queda la sangre fresca, deslizándose con elegancia por todo su brazo izquierdo. Hace una mueca de disgusto ante eso y toma un algodón de la mesa, dejando la estela, y comienza a pasarlo seco por el resto de sangre, hasta que sólo queda la rojiza piel y rastros ásperos del tejido líquido.

Agita su cabeza hacia un lado para que los mechones castaños no obstruyan su vista y un helado aliento respira en su cuello, erizando los vellos de su piel;

—Gracias al Arcángel Miguel por bajarme un ángel como tú, Kyungsoo.

Suelta el algodón colmado en rojo sombrío, dirige ambas manos a su agitado corazón y cierra sus ojos, estabilizando su corazón. Gira su cuerpo y mira ceñudo al chico enfrente de él; de cabellos oscuros azabaches y alborotados, una sonrisa socarrona en su boca mostrando una perfecta hila de blancos dientes y labios carnosos de color claro. Está vistiendo una remera negra de Cazador de Sombras -dejando al descubierto sus brazos cubiertos de runas- y debajo está vestido del mismo modo, con un ajustado jean y unas botas, armas angelicales en el cinturón de su cadera.

Jongin, uno de sus compañeros del Instituto y, además, algo más que amigos cambia aquella sonrisa por una risa divertida y se mofa de la reacción del castaño.

—Mierda, me diste un puto susto —murmura Kyungsoo y, tras lograr que sus latidos sean constantes y normales, lo empuja con cierto rencor y toma el algodón ensangrentado, tirándolo con éxito al tacho de basura a metros de distancia.

—¿Qué te ocurrió en el hombro?

Kyungsoo se sonroja levemente y confiesa un tanto avergonzado:

—Me caí de la viga y me corté con un cuchillo serafín. —Jongin ríe escandalosamente y el más pequeño le lanza una mirada fulminante—. De todos modos, ¿por qué no te oí llegar?

El moreno extiende su brazo izquierdo a la altura de sus ojos y le permite al más bajo una buena vista de una runa de silencio dibujada entre el codo, el radio y el cúbito.

—Astuto, ¿verdad?

Kyungsoo tuerce su boca.

—La runa de los Hermanos Silenciosos. Sí, es bastante astuto. —una sonrisa reemplaza la mueca del castaño y apoya el peso de su cuerpo contra la mesa, permitiendo que Jongin se acerque unos centímetros más a él—. Hey, ¿tú no deberías estar en Idris junto a tus padres y mi parabatai?—ante la pregunta burlona de Kyungsoo, Jongin rueda sus ojos y se cruza de brazos, sin poder asimilar aún que el imbécil de su hermano, Suho, compartiese un juramento de lealtad con el chico que le gusta. Puede que sólo sean síntomas de celo, pero, sea lo que sea, su sangre se enerva cuando esos dos pasan mucho tiempo juntos, en las prácticas, las horas de comidas o hasta las salidas al mundo de los mundanos.

—No quieres saber qué pasó —dice Jongin, con un deje de diversión en sus ojos—. O no, tú sí quieres saber qué pasó porque, ya sabes, debes reírte conmigo. —Kyungsoo eleva una ceja en lo alto y guarda una sonrisa involuntaria. Asiente para indicar que proceda y copia la anterior acción del moreno al cruzarse de brazos, con la mirada perdida en los orbes marrones frente a él—. Digamos que me coloqué los pantalones y hablé con mis padres muy seriamente.

—¿C-cómo?—desentendido, Kyungsoo pestañea y desenreda sus brazos.

—Eso que escuchaste. Les dije que las Cazadoras de Sombras no se me hacen tan lindas como cierto Cazador que conozco hace un tiempo. —Jongin parece tomar todo en broma, porque cualquier otro hijo de Kim estaría cagándose de miedo ahora mismo si hubiese tenido la valentía de hacer eso. Pero a Jongin...no, a Jongin no, a él le da igual.

Dust and Bones. [Kaisoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora