Blanco, solo veo blanco. Y lo blanco solo me ve a mí.
Paredes blancas y pisos blancos, en este lugar incluso las personas son blancas. Creo que yo también me estoy volviendo blanco.
Las voces me lo han quitado todo, es su culpa que me alejaran de los colores.
Hay veces en las que no quiero estar vivo, y hay veces en las que no sé si lo estoy, hay veces en las que ellas parecen callar, y las miradas de los hombres blancos parecen detener su insistencia. Pero son solo momentos, una efímera utopía que desaparece rápidamente.
Blanco y más blanco, blanco, blanco, café, blanco...
¿Café? ¡Oh! Solo es mi zapato, el único color que me queda, el único color que no se han llevado.Es un color muy triste, pero a veces, cuando no recuerdo, pienso que no lo es.
Ahora mismo SI recuerdo, así que ES un color muy triste, pero aún más triste es el recuerdo que guarda, la memoria de mi vida con colores....
El sol calentaba mi corazón, el viento golpean mi rostro, el canto de las aves alegraba mi día, pero ellas llegaron.
Al principio apenas las escuchaba, después fueron murmullos más sonoros, y después las sentí cercanas, mostrándome los lugares oscuros que guardaba mi alma.
Busqué ayuda, pero no sirvió de nada, los medicamentos dolían, no me dejaban pensar y terminé dejándolos; fue ahí cuando las voces regresaron a castigarme por haberlas alejado, pero volvieron más, y volvieron peores.
Luego llegó el día, aquel lejano día, en el que no pude más, y ella estaba ahí, mirándome con ternura, como te mira alguien que te quiere aunque esté mal, aunque sea un error; traté de detenerlas, traté de luchar...
¡Mátala! ¡No le diremos a nadie!
Ya no pude más, me rendí; obedecí. ¡Fallé, no las detuve!
¡Deshazte de ella! ¡Elimínala! ¡Ella no te ama!
Las voces crecían ¡Me gritaban! ¿Qué debía hacer? Nada, no podía hacer nada. Entonces pasó.
Me lancé sobre ella, y vi la ternura convertirse en terror, y eso en lugar de detenerme, me enfureció, ¡Las voces no mentían! ¡Ella no me amaba! De un momento a otro su gesto se petrificó, el miedo quedó impreso eternamente en sus facciones, y sus ojos, esos hermosos ojos, me miraban, acusándome, gritando en su silencio mortuorio lo que acababa de pasar.
La dejé en el suelo, y miré hacia mis zapatos cafés, vi caer la primera gota sobre ellos, estaba llorando; las lágrimas trajeron gritos, y los gritos trajeron furia, por lo que hice, por las voces que me dejaron solo después de mi crimen, por la soledad que yo mismo atraje....¿Dónde están las voces?¿Por qué se alejaron?
Después escuché golpes, golpes en la puerta; venían por mí, por un loco, por un asesino, y las voces seguían sin aparecer; descansaba al fin, aunque ahora me perseguía mi propio crimen, yo descansaba al fin.
Me llevaron por un largo pasillo sin colores, me despojaron de mis vestiduras y me volvieron blanco, me quitaron todo menos un color, menos mi zapato café, ni siquiera sé donde perdí al gemelo.
Cuando me encerraron yo era feliz, estaba tranquilo, las voces se habían ido al fin, me habían dejado en paz.
Los hombres blancos me habían dicho que los colores volverían, pero en cambio, fueron ellas las que regresaron.
Me torturaba su indiferencia, estaban ahí pero no conmigo, sólo volvieron para quitarme los colores; estaban en un rincón, justo al lado de mi zapato café, al lado de mi último atisbo de esperanza.