PRÓLOGO

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Estoy corriendo. Estoy corriendo calle abajo, no tengo idea de lo que estoy intentando perseguir, no sé de qué estoy escapando, no sé qué pretendo encontrar cuando llegue, las fuertes punzadas en mi pecho me hacen querer morir. Estoy tratando de alcanzar el veneno que por fin acabara con mi sufrimiento. 

Ojalá fuese tan fácil.

Veo una mancha amarilla venir rápidamente, seco las lágrimas que corren por mi cara y de las cuales no había notado su presencia. Veo que el taxi se ha detenido frente a mí y suena la bocina queriendo llamar mi atención. Agito mi cabeza y me doy cuenta que yo mismo he pedido la parada, ¿Por qué siento como si estuviese perdiendo el control sobre mi cuerpo?

Rápidamente me subo en el asiento de atrás y digo al taxista el nombre del sitio al que me dirijo. Saco el dinero para pagar enseguida. Obviamente sé de memoria el precio este recorrido. El auto lleva una velocidad constante, no muy rápido pero tampoco muy lento, lo normal dentro de una ciudad relativamente pequeña y con difícil fluidez vehícular, pero sin llegar a ser caótica. Mi entorno se mueve sin prisa, pero por dentro soy un tornado, siento una presión inmensa en mi pecho, señal de que estoy reteniendo la respiración, cosa que siempre hago para evitar el echarme a gritar y a llorar como un demente.

 De manera automática me sumerjo en pensamientos catastróficos al recordar la verdadera razón por la que voy en este auto. Tengo que verlo con mis propios ojos. ¿Cómo pretenden que reaccione?, ¿querían que estuviese sereno y lleno de paz? Joder no, no es que un condenado a muerte vaya contento cuando su verdugo lo lleva directo a su destino, la guillotina, por más que supiera a dónde iba, nunca estaría listo para morir, resignación no es lo mismo que serenidad. Nunca estás listo para ver morir, nunca estás listo para perder tu fuente de vitalidad, las miles de advertencias se vuelven simplemente vanas, por más que te preparen, no, no se hace más fácil, no se hace más llevadero, o al menos no es así como yo lo estoy sintiendo. Lo único que puedo sentir en este momento es la expresión más pura de dolor, siento como crece el nudo en mi garganta, los oídos me zumban, la mandíbula me tiembla al igual que mis manos. No puedo sacar de mi mente las palabras de Daniel, su los sentimientos expresados en su rostro, sus ojos húmedos y su ceño fruncido, abriendo la boca para hablar, pero sin encontrar las palabras adecuadas.

-Bren- Brennie... por favor no vayas a cometer una locura, por favor siéntate. Dijo mientras me agarraba fuerte del brazo y me acercaba al sofá. Por favor no, no lo digas, no digas lo que estoy pensando.

-Yo no quería ser la persona que tuviera que decírtelo... es que... es él, él está...

Pero no le dejé terminar, no podía escucharlo, o más bien, no necesitaba escucharlo, sabía exactamente lo que iba a decir, de su boca estaban a punto de salir las palabras que desde hace 7 meses me había prohibido siquiera pensar. Ahora estoy aquí, abrumado, sobrecargado de dolor, siento que mi cuerpo arde en fiebre, igual sé que no estoy enfermo. ¿Es así como se siente cuando lo pierdes todo, cuando ha terminado una guerra en la que luchaste con todas tus fuerzas, a capa y espada, para saber que perdiste? Escuché una canción un día, decía que un corazón que está roto es un corazón que ha sido amado, ¿Enserio debemos experimentar el dolor para tener consciencia de el amor que poseemos? 

De todas formas, parece que eso en mi no funciona. 

El taxi frena en seco y me saca de mis pensamientos.

Es aquí. 

Este edificio de paredes pálidas, tan familiar. Caigo en un trance que dura lo que parece los 30 segundos mas eternos de mi vida. Pero el ruido de las ambulancias que entran y salen me traen de vuelta, obligándome a enfrentar a mi destino. Estoy aquí, un martes a tempranas horas de la tarde, algo que no sucede regularmente. por Él. Me bajo del carro y llego en tiempo récord al segundo piso del hospital. No llego a la recepción a pedir permiso para entrar como comúnmente pasaría, mi mente va a 120km/h, pero a la vez siento que todo a mi alrededor se vuelve lento, escucho voces y veo rostros, estoy seguro que les conozco, pero todo esta borroso, la distancia de los pasillos crece, se hace infinita, no se si alguien viene tras de mi a intentar detenerme u obstruirme la entrada.

Nunca podrían controlarme.

-Brendon, por favor...

Esa voz. esa maldita voz que conozco a la perfección. No tú, no ahora. 

Echo a correr más rápido, antes que intenten retenerme. "no bebe, no puedes irte, aún no, por favor Dios por favor te lo suplico" repito una y otra vez en mi cabeza. El corazón me late tan fuerte que puedo sentir mi pulso en todo mi cuerpo. Mis suplicas internas casi causan que me pase la puerta de su habitación, la puerta está cerrada.  el número 207 impreso en una placa de metal me mira y parece sentir pena por mi. no solía ser así. Mis manos dudan en agarrar la cerradura. Puedo escuchar los pasos apresurados de lo que tal vez sean médicos y/o enfermeros. No es que este pasando algo, al menos no algo importante que este poniendo en riesgo la vida de alguien. Solo soy yo irrumpiendo la rutina del hospital. 

Un regular disfrazado de emergencia. 

Tomo aire y abro la puerta. frente a mis ojos esta él. No, él no, su cuerpo, pálido, tieso, vacío. 

Sin vida.

- joven usted no puede estar aquí. Dice la enfermera que se encuentra desconectando máquinas. Pero no puedo escucharla, no soy yo, ya no más.

– ¿QUÉ CREEN QUE ESTÁN HACIENDO? NO PUEDEN DESCONECTARLO.

Empujo a la enferma y me encuentro al costado derecho de la camilla, donde esta su cuerpo, sus ojos cerrados, sus labios morados. Miedo, ira y dolor se apoderan de mi ser, siento descargas de energía, parece que los colores no solo se ven, también se sienten, porque pude sentir al rojo apoderándose de mi cara. Estoy seguro que mis lagrimas podrían evaporarse. Todo junto hace que explote, y comienzo a dar puños en su estomago, con todas las fuerzas que tengo.

-NO NO NO POR FAVOR NO, AUN NO, AUN TENÍAMOS QUE HACER MUCHAS COSAS, NO TE VAYAS POR FAVOR. NO PUEDES IRTE, NI SIQUIERA DIJE ADIÓS. LO PROMETISTE, ME PROMETISTE QUE AGUANTARÍAS- escucho decir a... ¿Mi mismo? Pero no estoy pronunciando nada, al menos no de manera voluntaria.

Siento como dos personas me agarran los dos brazos y me alejan de la camilla.

-SUÉLTENME POR FAVOR! DÉJENME! Me escucho gritar, y caigo de rodillas al suelo, los pulmones no me están funcionando, los gritos no funcionan, el dolor no sale de mi. Intento ponerme de pie, las rodillas me tiemblan, las piernas me están fallando, todo sentimiento de minusvalía se hace real, me siento débil, voy a caer. De nuevo. 

No puedo separar mis ojos de él, no parpadeo, las lágrimas brotan de mis ojos por sí solas. Simplemente no puedo creer que estoy frente a su cuerpo sin vida, que no le veré mas, no escucharé más su risa, no veré nunca más el color de sus ojos, no voy a poder abrazarlo.

Se ha ido. para siempre.

Justo cuando estoy pensando en eso, siento como una parte de mí abandona mi cuerpo, emprendiendo un viaje sin boleto de regreso. Tal vez el no esta muerto, simplemente por fin esta descansando. Yo, en cambio, me quedo aquí y si, en este momento soy yo quien muere observando que se va. 

La habitación comienza a dar vueltas, mi visión se torna oscura, un sonido agudo se apodera de mis oídos y mi estómago da un fuerte vuelco. Me arde la garganta. Siento náuseas, estoy apunto de...

Abro de par en par los ojos e inmediatamente mi cuerpo se ubica de manera perpendicular  a la cama, estoy todo cubierto de sudor y se me dificulta respirar.

-No puede ser- Digo en voz baja para mis adentros mientras me froto los ojos con fuerza tratando de salir del estado de ensoñación. 

 Otra pesadilla del maldito día aquel. Odio que esto suceda porque es como una condena. Estoy condenado a revivir en mis sueños una y otra vez lo que por lejos considero el peor día de mi vida. Han pasado casi 3 años y aún me sigue sucediendo.

 No abandonas mi mente mientras estoy despierto. No lo haces tampoco durante mis sueños. 

¿Acaso nunca me vas a dejar tranquilo?





don't trust the moon | rydenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora