Madrid no era la ciudad donde más frío hacía en invierno, ni siquiera llegaba la nieve a cubrir gran parte del asfalto.
Pero aquella niña pequeña era feliz con eso, con tirar pequeñas bolas de nieve mientras corría de un lado a otro.
Se ponía sus guantes rosa y acompañada de Sandy intentaba que sus bolas de nieve alcanzaran a alguno de aquellos tres chicos que entre carcajadas se esquivaban todas.
Aquella niña de rostro pecoso jamás le contó a nadie que sus bolas siempre intentaba dar a un mismo objetivo.
Samuel.
Y no porque le gustara ver como él se quejaba, sino porque después de aquello sonreía.
Y aquella niña hubiera dado todo por haber mantenido aquella sonrisa hasta el final de su amistad.
Era lo único que la mantenía con los pies en la Tierra, era lo único que le gustaba más que la música. Algo así como una bocanada de aire después de estar apunto de ahogarse.
Y después de verle sonreír, ahí estaba Carlos para estropear ese momento.
Nuestro intento de guitarrista se reía a carcajadas cuando le daba en la cabeza y ella sin perder tiempo le devolvía el golpe.
Carlos era alto y más fuerte que el resto de nosotros asi que no dudaba en coger a la chica pecosa a modo de venganza y correr con ella hasta caer encima de algún muñeco de nieve que minutos antes habían creado.
Se quedaba ahi tumbada mientras intentaba dejar de reir y le miraba a sus grandes y oscuros ojos.
Después él le daba un suave golpe en la frente y se levantaba corriendo esta vez a derribar a Sandy.
La niña pelirroja siempre se quedaba un minuto más tumbada en el frío suelo mientras observaba a sus amigos reír.
La viva estampa de la felicidad pensaba esa niña con una sonrisa de oreja a oreja.
Poco sabía de la mala jugada que le iba a hacer el destino.
Carlos volvía exhausto tras intentar escapar y ofrecía la mano a la chica pelirroja que sonriendo la aceptaba.
-¡Sasa, apartate!-gritó aquel día Gustavo haciendo que con rapidez ella se alejara de Carlos.
Y en un abrir y cerrar de ojos una gran bola de nieve aterrizó en su cabeza haciendo que todos estallaran en una sonora carcajada.
Carlos era el chico con el que menos hablaba del grupo. Era sin duda el más gracioso y simpático, pero por alguna razón que ella desconocía no pasaba tanto tiempo con él.
Aquel invierno fue el último que pasó la niña pelirroja cerca de él.
Al año siguiente se fue con sus padres a Francia. Jamás supo los motivos, pero desde aquel día su grupo se fue rompiendo sin darse cuenta.
Carlos jamás supo de los errores de aquella niña, errores que cometío en la adolescencia y que hicieron que perdiera parte de su vida.
Y aunque jamás volvió a saber de aquel chico alto y fuerte de grandes ojos marrones, siempre fue del grupo.
Siempre fue su intento de guitarrista.
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El deseo de la última calada
RomanceUna chica que siempre había soñado con ser una cantante reconocida se encuentra envuelta en una vida que no quiere vivir. Alejada de su familia y amigos de la infancia desea ser feliz cumpliendo su sueño. Pero el amor de un chico podrá cambiar su vi...