Prólogo: La Entrega

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Normalmente, Mandarino no tenía que esperar tanto tiempo para realizar un cambio. Todos los que se movían en este mundillo sabían tanto como él que cuánto más rápido, mejor. Fue una de las primeras cosas que tuvo que aprender cuándo fue contratado. Rápido. Discreto. Tranquilo. Si no, despiertas miradas. Y Dios sabe que las miradas indiscretas fueron las que metieron al gato entre rejas.

Quizás la tardanza de la mercancía no hacía más que asegurar la importancia de esta operación en concreto, pero eso no impidió que Mandarino sintiera lástima por si mismo. Miró el reloj. 12:30. La empresa había acordado con los vendedores realizar la entrega sobre las 3 de la madrugada, pero él sabía por experiencia que si algo se torcía en el trayecto podría pasar toda la noche allí. Lo que le complicaba bastante la vida, y no la necesitaba más de lo que era, muchas gracias.

—Qué frío, joder—susurró entre dientes.

Aunque corrían finales de agosto, poco quedaba de verano a estas alturas, y sobretodo a estas horas de la noche.
El final del verano era otra cosa que le complicaba la vida (qué sorpresa), puesto que significaba la "vuelta al cole", y tener una doble vida en época escolar era bastante más difícil que tenerla en la estival, cuándo el único que podía hacer preguntas era su viejo, que nunca hacía muchas.
Mandarino traía a casa dinero para cerveza, poco le importaba de dónde lo sacara.
Iba a hurgar en su mochila por si tenía allí alguna prenda de  sobra cuando divisó por el rabillo del ojo una figura sospechosamente parecida a un coche en la distancia. No estaba lo suficientemente cerca como para distinguir si era uno convencional o de la policía, así que se apresuró a coger la pistola posada en el asiento de copiloto con una mano y agarrar con fuerza el volante de la furgoneta con la otra, por si era necesaria una huida espontánea.
El vehículo avanzaba despacio y con las luces apagadas, como si no quisiera ser descubierto por los vecinos. Eso no le daba muchas pistas sobre quien podía ser. En situaciones como estas, la policía valoraba la discreción tanto como los propios delincuentes.
Mandarino salió de la furgoneta dejando la puerta abierta, con la pistola aún en las manos, y esperó a que el coche parara.
Cuando lo hizo, de él salieron dos muchachos de piel oscura y con dos armas similares a la suya. No, definitivamente no era la policía.
Los chavales parecían nerviosos."Novatos." pensó irritado. Esto iba a llevar más de lo planeado.

—¿Mandarino?— uno de ellos preguntó, con voz temblorosa.

—El mismo—dijo él con sorna— ¿Dónde están?

—E-en el maletero, señor—Señor. Eso era nuevo. Sonrió con suficiencia.

—A trabajar.

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⏰ Última actualización: Jul 21, 2017 ⏰

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