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Se escuchaba el viento azotando levemente las ramas, agitando los grandes arbustos y el monte largo y descuidado, seña de que aquél predio era poco visitado por la humanidad, como si estuviera aislado u olvidado por la gente de ese pequeño pueblo... justo así se sentía ella, exactamente como ese pedacito de propiedad que no era precisamente pequeño en tamaño, pero sí como para comenzar a conformar un bosque y poder considerarlo como tal.

Al principio llevaba sus auriculares conectados al teléfono, escuchando un poco de música mientras se dedicaba a perderse en sí misma, puesto que en aquél paraje no podría hacerlo: lo conocía mejor que a la palma de su mano. Al menos hasta que su aparato se quedó sin batería por completo, ahí refunfuñó y terminó por hacer un pequeño amarrandajo con los audífonos alrededor de su muñeca, quedando como una extraña pulsera azul eléctrico.

Siguió caminando hasta llegar al lugar donde quería estar y simplemente se sentó sobre un tronco en pedazos caído en el suelo. Respiró profundo, cerrando los ojos tras una larga exhalación en la cual soltó simbólicamente sus pensamientos negativos, justo a como había visto alguna vez en un video de youtube. Pero aquél día, esa técnica de relajación parecía no dar resultados, pues seguía molesta.

Pasaron unas cuantas horas antes de que volviera por donde había llegado, casi pisaba sobre las huellas que ella misma había dejado sobre los cúmulos de hojas secas; esta era una manía de cuando era más pequeña.


Reía a carcajadas mientras daba saltos para alcanzar algunas huellas, descuidada del vestido blanco que llevaba puesto que se enfocaba en adelantar al niño que corría delante de ella, y lo logró al poco y siguió corriendo a pesar de los gritos de su amigo, creyendo que estos eran para distraerla, hasta que volteó y le vio tirado en el suelo.
Se acercó rápidamente, y lo que ante sus sentidos se encontraba era algo escalofriante para una niña de escasos ocho años: su amigo tendido en el suelo, si no se revolcaba del dolor era porque él mismo no se lo permitía y tan solo podía agarrarse la pantorrilla con las manos, pues tampoco tocaría el dislocado tobillo. Ella observó horrorizada internamente, intentando pensar en algo que hacer... no podía dejarlo solo, así que optó por cargarle.

—Sé fuerte —le dijo, y sin más se agachó para cogerlo cual mochila y comenzar a andar, con tanta prisa como cautela podía tomar con el cuerpo de un niño un par de años menos (pero que era casi de su estatura y peso) sobre su espalda quejándose a cada paso que daba, en dirección al pueblo.


Su mirada se encontró perdida en aquél recuerdo, sin saber que había detenido su paso por unos segundos, hasta que volviera a caminar una vez más, sacada de su ensueño a la grisácea realidad por cortesía de las campanadas de la iglesia del pueblo que anunciaban las seis de la tarde.

Se apresuró a llegar a la casa de sus abuelos, aquella de color celeste cielo a petición (o más bien, capricho) de su abuela, de las pocas que conservaba un jardín fresco en aquella calle, con rosales tan pulcramente cuidados como el césped mismo que se tendía cual alfombra en la entrada antes del pórtico de madera. Bueno, qué de esa casa no era madera, si lograbas encontrar algo allí de otro material que no fuera un electrodoméstico sería sin duda un suceso memorable.

La puerta estaba abierta, tan solo una vieja malla que cubría el umbral era lo que se interponía ante cualquiera que quisiera entrar, así que no le fue difícil hacerlo. Y si algo acostumbró desde muy pequeña era avisar que estaba en casa, de modo que no asustara a los ancianos. Así lo hizo: gritó para que pudieran escucharla, con un simple "ya llegué" bastaba.

Lo primero en llegar a ella fue el aroma a humedad de la casa, seguido del de un perfectamente reconocible guiso, un olor de todos los veranos para ella. No se hizo esperar su presencia en la cocina, donde encontró a su animada abuela moviendo ligeramente las caderas de un lado a otro en una especie de baile que seguía el ritmo de un rock and roll que sonaba a bajo volumen en la vieja radio, mientras que con las manos atendía la cacerola de la cual provenía el olor a guiso.

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⏰ Last updated: Jul 19, 2017 ⏰

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El ParajeWhere stories live. Discover now