Capítulo 1

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Una casa viajera en el tiempo que se ha quedado congelada en paredes de ladrillos escuetos con dos sombrillas naturales a lado y lado, recibiendo a cientos de personas diarias en romería, ponen al descubierto un pasillo de rosas, helechos, faroles amarillos y enredaderas coloridas que brillan con el sol mediano que abrasa el camino antes de la entrada principal. Piso rústico limpio y con olor a tamarindo y eucalipto, con un cuadro colgante de una cabuya exagerada con una escena de nostalgia, donde dos cuerpos jóvenes se abrazan y las manos viejas se convierten en un solo par elevando plegaria al Dios de la montaña azul que se asoma con blancos bien pulidos; son algunos de los pequeños detalles que engalanan la casona. Sin olvidar el canto de los pájaros negros y amarillos que hilan sus nidos con el sensor inmunizado e insensible que desactivan cantando al ritmo de las intrigas, los corazones algodonados y las mentes necesitadas de una estrategia contundente. 

La sala principal es un crucigrama de letras, frases y anotaciones en tableros de cedro cenizo con tizas blancas que acompañan retratos de Samuel Johnson , Aldous Huxley, Arthur Rimbaud, Vargas Vila, Fitzgerald y Ortega y Gasset.

Entrecomillados en varios idiomas y un tablero grande al público  con el título tallado La fe en el amor, es la fe eterna. La semiótica del lugar es bohemía y perturbadora, energías y procesos mentales complejos se aceleran para usar los conectores que de seguro apoyan una teoría subjetiva y abren la habitación gris que ventila nuevos paradigmas. Observar la sala , es por sí sola, la primera clase magistral.

Es una caja cliché del mundo literario, en la que resucitan momentos, sensaciones y emociones haciendo ecos desestabilizadores , tanto, que su rimbombante espectáculo de metáforas comienza a disuadir la intención primera con la que se visita el lugar, haciéndose entre las sombras, un reflejo acongojador  de la lectura que no se hace y de los gustos que no se tienen. 

Al traspié de la última frase aniquiladora, nos encontramos con un pasillo en ele, con tragaluces efusivos que marcan el horizonte encubierto  y alumbran una palabra escrita en color rojo , sobre una madera añeja que se cubre con cueros rasgados pero casi empotrados en la forma triangular que dice Ni tu ni yo, solo juntos  y una imagen al pie de frase que pinta a un árbol viejo con una distinción de hojas de colores rojas y blancas sostenidas por un fino color cristalino que se funde en un hombre encorvado que mira hacia el Sol de luto. es más que una exposición de arte, para algunos es una cosmovisión de un mundo en soledad envuelto en dualidades tiranas y utópicas , para otros es solo un sueño colectivo de dos verdades confrontadas que muere en una leve mirada. 

Paso a paso llegamos a otra de las salas , el museo de las emociones nos permite observar cuatro puertas, dos de color amarillo , una de color negro , y otra de color violeta. En cada una de ellas, se mantiene un título con una caligrafía épica y un exordio o frase de fina letra chiquita. En la primera de color amarillo dice:  Suerte, directo al corazón; En la segunda de color amarillo dice: Alegría, una llave a la mente infinita; En la negra se lee: Sabiduría, todo lo que no soy yo; y en la violeta: Amor, las cartas de la discordia. 


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⏰ Última actualización: Aug 22, 2017 ⏰

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