dos

157 13 5
                                    

Un año antes del suceso, 27 de enero de 2011, 3:00 pm. Los Ángeles, California.

Toqué el timbre del piso de mi amiga y el chico de las mil sonrisas. Después de escuchar unos pasos y un ligero "voy" con apatía, me abrió la puerta un chico bajito con el cabello de color rosa. Jihoon al mirarme detalladamente y reconocerme sonrió y me cedió el paso. Este muchacho realmente era una ternura viva, por más que él lo negara, era como un bebé.

—Supongo que vienes a buscar a Sabrina. –Mencionó rodando los ojos. Nunca habían conseguido llevarse bien y no lograba que al menos se dirigieran una sonrisa. Él solo estaba ahí por Jisoo, y en estas últimas semanas que había ido a ese apartamento me había hecho muy buena amiga de Jihoon y este último, ambos eran como uña y mugre y eran muy divertidos. Aunque Sabrina dijera que son aburridos e infantiles, en el fondo pensaba lo mismo que yo. Esos chicos coreanos eran geniales. Pero Jennifer también coincidía con la dueña del apartamento, argumentando que solo me caían bien por llevar mis genes asiáticos, era absurdo.

—Así es, mi pedacito de sol. –No, no me gustaba y no quería tener alguna relación con él que no fuera amistad, y ambos pensábamos lo mismo a mi parecer. Pero simplemente no podía evitar tratarlo como si fuera mi hijo al ser su noona y al ser un bebé de solo 16 años.

—Noona, esa piraña es mala influencia para ti, deberías conseguir una amiga mejor. –Dijo haciendo una mirada de gatito con hambre, no me resistí y le acaricié la cabeza

—Si no fuera su amiga no los hubiera  conocido, bobo.

—Bueno, vale. Pero ahora que nos conoces, ya te puedes deshacer de ella y nos-

Lo cortaron antes de terminar su frase, y con su mirada afilada como un gatito bebé enojado, buscó a la dueña de esa voz aguda. —A nadie le interesa tu inmadura opinión, deja de persuadir a mi amiga, y por favor, deja de contaminar este lugar con tus bacterias.

—Oh, pelean como si fueran esposos a punto de divorciarse. –Al parecer, alguien más pensó lo mismo que yo. Jisoo posó su mano en mi hombro, a lo que sentí un escalofrío recorrerme. —Deberían casarse, y después divorciarse, les sentaría genial.

—¿De qué demonios hablas? Deja de decir estupideces. –Dijo Sabrina tomando mi mano y llevándome a su habitación por lo que yo solo reí.

—No soporto más aquí, necesito librarme de esas hormonas masculinas que me llaman, bendito Joshua. –Tiró de su cabello con frustración al decir eso. —Tenía que ser más joven que yo, joder.

—Deja de decir malas palabras y de pensar así, podría ser tu hijo. –Me miró atónita.

—Claro, un hijo que tuve a los 3 años.

—No es broma, he visto casos así en youtube, ¡es realmente sorprendente Unnie! –Alzó una ceja mientras decía mi oración y al terminar, me miró con cara de frustración.

—Deberías de dejar de perder tu tiempo viendo esos vídeos a las tres de la mañana. No entiendo, siempre empiezas estudiando y después, por algún motivo extraño terminas viendo vídeos de ese tipo de ridiculez. –Me empujó la frente con dos dedos mientras me apuntaba con su barbilla. —Cómo esa vez, que estabas escuchando Selena Gómez y terminaste en un vídeo de la película de Spy Kids y la canción de Floop.

Ni siquiera yo sabía porque terminaba ahí.

—Ya, pero hay algunos que sirven y los he practicado en mi vida diaria.

—¿Cómo qué? ¿Cómo el mensaje subliminal de la canción de iCarly?

—Uhm... –Hice una pausa. —Uno nunca sabe cuando puede formar parte de un rito satánico sin siquiera saberlo.

—Ah, vale, por eso te quedarás sola y con miles de gatos.

Horas después del suceso, 17 de enero de 2012, 19:00 pm. Los Ángeles, California.

Seguía gritando en busca de ayuda, pero al parecer nadie me escuchaba allá fuera. Por momentos olvidaba el dolor y me desesperaba estar siendo aplastada por cosas realmente pesadas, pero no podía hacer nada más que esperar. Pensé en mover mi cuerpo agresivamente, tal vez podría zafar mi pierna, pero el espacio era muy reducido y si algo salía mal, podían caer piedras y matarme, tenía que seguir viva.

En esos instantes no hacía otra cosa más que pensar en una voz profunda dándome ánimos. Pero no podía distinguir exactamente quién era y qué me decía. Sólo recordaba su voz. Una voz que me hacía calmarme.

Perdí la cuenta de cuanto tiempo llevaba ahí, pero supuse que iba para largo. Solo sentía tierra y polvo en mis pulmones y en el aire, estaba sedienta. Sin embargo, me rehusaba a pensar en algo que me hiciera perder la paciencia, necesitaba estar tranquila, lo tenía perfectamente presente. Sólo intentaba recordar. Pero lo único que recordaba era aquella mano que me sujetaba fuertemente, dándome fuerzas.

Esto era muy frustrante, demonios. De pronto, escuché como lloraba un niño, me dieron escalofríos. Era terrorífico pensar que un niño podría sufrir lo mismo e incluso lo peor que yo. Decidí hablarle para que se calmara. De lo contrario, perdería sus fuerzas.

—Hey, hola, ¿como te llamas? –Dije fuerte para que me pudiera escuchar, tal vez me podría distraer hablando con ese diminuto ser humano. Después de varios minutos me contestó.

—M-Me llamo Brad, ¿eres un ángel? –Sonreí ante esa inocencia del pequeño. Después de dudarlo contesté.

—Si, estoy aquí para cuidarte, no tengas miedo, ya he mandado algunos humanos en busca de ti, pronto llegarán. –Dije intentando convencerme a mi misma.

—¿Cómo te llamas tú? –Me fue difícil contestar eso, no recordaba nada en lo absoluto.

—Llamame como tú quieras, ¿que edad tienes, pequeño? –Casi me daba un paro cardíaco al no recibir respuesta del pequeño Brad. —¿Brad?

—Tengo si-siete años. –Se me partió el alma al escuchar como rompía en llanto. –Quiero a mi mami, ¿donde esta?

—Esta esperándote allá arriba, te esta buscando demasiado. Pero tranquilo, ya viene por ti.

O eso quería pensar yo.

Mil Sonrisas ➳ Joshua HongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora