Una pesadilla, esta palabra usaba Lucía para explicarle a los doctores el porqué de sus constantes desvelos nocturnos. Lucía, una chica corriente, con un círculo de amigos bastante amplio, aparentemente feliz y despreocupada, calificaciones bastante buenas en todas las asignaturas y un buen comportamiento tanto en su escuela como socialmente, ésta era Lucía. A los 15 años dio un cambio radical, tanto en personalidad como en comportamiento y no precisamente era digno de admirar. Imaginaos una habitación, una habitación oscura en la cual no hay ventanas ni tampoco luces artificiales, una habitación en la que puedes oír que hay algo cerca de ti, pero no puedes verlo ni saber cómo es. Una habitación que te grita, con ira, lo desagradable que eres, que no vales nada, que tu día a día no tiene ningún sentido para nadie, incluso es inútil para ti. Bien, eso es lo que tenía que soportar Lucía, a todas las horas del día, esos gritos incesantes, riéndose de ella, burlándose incansablemente de sus sueños, ideas, pensamientos, de su vida en general. Lucía tenía que lidiar con los continuos abusos a su padre por parte de su madre, insultos, golpes, gritos y lo más duro, verdades. Ángel, el padre de Lucía, no era un ejemplo a seguir dado que no trabajaba y se pasaba el día jugando, apostando y perdiendo dinero, ese dinero que, a María, la madre de Lucía, le costaba tanto ganar.
La familia no estaba pasando por unos buenos momentos económicos, esto también afectaba a la mentalidad de Lucía ya que, a ella, no le parecía para nada agradable que sus padres hablasen de temas económicos delante de ella. "Ignorante" la llamaban, pero desgraciadamente no era así. Lucía era consciente de todos y cada uno de los problemas domésticos, esa era una de las razones por las cuales Lucía estaba en esa situación.
Pasaban los meses y la situación seguía siendo inestable, por una parte, los padres, seguían teniendo problemas económicos y de violencia doméstica ya que Ángel no se atrevía a denunciar a su mujer por miedo a las burlas de sus amigos. Porque claro, en esta sociedad solamente son los hombres quienes maltratan a las mujeres, ¿verdad? Por otra parte, tenemos a Lucía que seguía empeorando psicológicamente por culpa de sus padres y de sus pésimas calificaciones en el instituto.
Los profesores notaban que a Lucía le ocurría algo, en las clases estaba callada, pensando, pensando tristemente, se le podía notar una mirada fría, sin alma, sin esperanza. Cuando algún compañero golpeaba a una chica, aunque fuese bromeando, la reacción de Lucía era de miedo y alejamiento impulsivo de la situación.
Un día, aparentemente corriente, algo le sucedió a Lucía, su mirada había cambiado completamente, se podía ver ira en sus retinas, odio, odio hacia los hombres, no los soportaba. Estaban en clase de historia cuando un compañero tiró del pelo de una compañera de Lucía, esto fue suficiente para que se quejase con un leve grito. Esto provocó que Lucía saltase de su mesa y se dirigiese al frente de la clase a paso veloz, una vez allí, interrumpió la clase y pronunció unas palabras bastante sinceras; "Estoy harta, harta de tener que soportar todos los días los constantes abusos contra personas. Esto solamente provoca gritos, golpes, desconfianza y desengaño porque cuando nos comportamos así, estamos demostrando lo que de verdad somos, estamos mostrando ese ser despreciable que superficialmente escondemos pero que nosotros conocemos más que nadie, ese ser que cuando se hace presente provoca tanto dolor, tanto en él mismo como en los que le rodean. ¿Eso es lo que queréis ser?, ¿monstruos disfrazados de personas? Que solamente se quitan el disfraz cuando ya no pueden sobrellevarlo por todos los pecados, malas plegarias y mierdas que llevan consigo. Patéticos es como los veo yo, personas despreciables que solamente se sienten bien cuando provocan daño en los demás a través de la violencia. Deberíamos de tener un poco más de consideración ya que somos personas, pero bueno, al fin y al cabo, nunca dejaremos de ser animales que cuando ven peligrar su integridad física, atacan a su igual por miedo a que pueda ser mejor que él. ¿Es tan difícil pedir más integridad, menos mitomanía y menos arrogancia?" Las palabras de Lucía se vieron interrumpidas por el sonido de una dulce voz, eso era... ¿la voz de su madre?, en efecto, le estaba diciendo: "Cariño, despierta, vas a llegar tarde al instituto...".
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Desvelos
Short StoryTrata de una madre que, al contrario de lo usual, es ella quien maltrata a un hombre. Su hija, harta de ver eso todos los días, decide ponerle punto y final.