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El cadáver
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—En dos días llegará un nuevo encargo—Zayn le dice dos semanas luego del incidente del callejón—, y más te vale que hagas las cosas tal como las planeamos.
Louis aprieta el cuchillo en mano mientras sigue picando la carne que preparará para cenar. Las figuras, las sombras que no veía desde que era pequeño, vuelven a aparecer por su ventana. Exclamando su nombre como un canto en medio de tanta oscuridad.
Uno de sus dedos sangra debido a que se corta por accidente, pero él continúa como si nada. No hay dolor suficiente para reaccionar, ni para culparse por su propia estupidez. Tampoco para recordarlo como un suceso importante, algo que lamentar en el futuro cuando se dedique a ver la posible cicatriz.
Zayn sale de su casa sin más. Allá en la calle, un perro ladra en cuanto la puerta se abre. Cuando los pasos de Zayn empiezan a perderse conforme más se aleja, los ladridos del perro aumentan de intensidad.
(Porque se acerca, se acerca demasiado, y para todo el mundo es posible oler el peligro que trae consigo. Pero peligro es una palabra que cambia por mentalidad, que se transforma ante los ojos de los demás, tanto que jamás le encontrará una forma en especial)
Luego se detiene, como si jamás hubiesen existido, y Louis deja el cuchillo de lado tan pronto como se da cuenta de ello.
