Nube

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Quisiera soplar todas las nubes del cielo para que tengas un buen día, para que el sol ilumine tu camino. Pero al mismo tiempo, desearía que te empapes de mí.

He bajado a la tierra en infinitas formas, estoy aquí y allá. Soy vapor, también líquido. Estoy entre las hebras de tu castaño cabello, pasando de cabello en cabello, me mantengo arruinando tu peinado y tú me apartas.

Estoy bajo la suela de tus zapatos, me cuelo en los estragos que ha dejado el tiempo en tu desgastado calzado.

Me adentro en la impenetrable ropa que cubre tu cuerpo. Viajo por esos caminos que nadie ha recorrido, aquellos pasajes que ocultas al mundo. Pálido, cálido y suave.

Me mezclo con esas gotas que resbalan de tus ojos y así es como soy alejado de tu bello rostro.

Muero. Cuando el sol sale y con su calor me aparta de ti. Asciendo a lo más alto del cielo en forma de vapor y ya en las alturas, una nube viajera soy.

Me encuentro en las alturas, pies de distancia me separan de ti.

Aun así no te pierdo de vista, desde lo más alto te sigo.

Tú me miras con odio. No te gusta el húmedo contacto de mi presencia contra tu piel.

Te disgusta la fría sensación que se crea cuando recorro tu piel.

Tus labios se fruncen cuando elevas al cielo la vista.

Te gusta más cuando es invierno, cuando llega esa estación y se cubre todo de blanco. Me prefieres helado, en pequeños copos. En las tardes de diciembre caigo y tus delgados dedos me atrapan antes de chocar con el asfalto.

Me ves sin notarme, tu mirada fija en mi dirección sin tener la mínima noción de que yo también te observo.

Aquí estoy yo, esperando el momento en que mi astro amigo, el sol, se aparte y deje espacio y tiempo para mi descenso.

Bajaré inevitablemente, aunque sea lo último en el mundo que desees. Haré que te empapes de mí una vez más.

Ese es mi ciclo, ser dios en las alturas y vida en la tierra.

Polimorfo, algunos días agua, otros días hielo.

Esperando por el día en que firmen mi exilio, cuando me dejen bajar en forma de humano a la tierra, contigo.

Desearía borrar las nubes del cielo según tus deseos, pero hacer eso sería alejarme, eso sería desaparecer. Por el momento me conformaré con que algún paraguas me aleje de poder llegar hasta tus cabellos o que algún impermeable me impida de poder mojar tu piel.

Pero en esos días en que te halles distraído y sin paraguas o algo a la mano, ten por seguro que los aprovecharé, entraré entre tus prendas y aunque muera allí, el más feliz por mínimos segundos seré.

No puedo entrar en tu mente, saber qué es lo que piensas, eso no lo puedo hacer. Me conformo con entrar entre la apretada mezclilla y robar de un poco de tu calor.

Soy el príncipe del cielo.

No soy cualquier dios, tengo un alto rango.

Ser inmortal es lo más deseado por casi cualquier humano, lo que más se envidia. Pero yo fácilmente me desharía de ese privilegio porque es eso lo que me aleja de tenerte frente a frente, lo que me impide poder sentirte y que me veas.

Acá, en las inescalables alturas, dicen que la condena más grande es la muerte. Yo discrepo totalmente. Condena es esto que vivo, condena es no poder verte de frente. Que tú no sepas de mi existencia, porque al ser sólo vapor dicen que estoy incapacitado para amarte.

Se hará de acuerdo a mi voluntad, abandonaré el cielo, descenderé hasta la tierra. Lo demás, el destino lo dictará. Le dejaré esa labor a mi, a veces cruel y otras veces justo, primo: el destino.

Regálame esta última noche. Permite besar tus mejillas con esta fresca brisa. Déjame danzar entre cada poro de tu piel por última vez, no me apartes. Déjame estar contigo hasta que el calor de tus dedos me haga evaporarme. Sólo esta vez.

Pero descuida Kim RyeoWook, será la última vez, pronto las nubes del cielo se esfumarán.

No te preocupes, no es que la época de lluvias llegue a su final. Es sólo que habrá alguien más que haga los truenos, tifones, monzones y leves brisas. Yo dejaré mi labor de siglos y mi inmortalidad en este lugar. Iré a buscarte después de eso, iré bajo mi forma humana.

Sólo espera.

— ¿Te puedo ayudar?

— No, no creo que puedas.

Responde RyeoWook con una voz cantarina que le eriza la piel. RyeoWook le responde, pero no vuelve su mirada pues está concentrado en tratar de secar sus ropas tras la reciente tormenta que cayó sobre la ciudad.

Se pierde en las gotas cayendo por el escote de su pecho, se pierde en los mojados mechones de cabello que se columpian cuando RyeoWook trata de eliminar en exceso de agua que chorrea de su recién lavada cabellera.

Y JongWoon no puede evitarlo.

Ya no hay más nubes y si volvieran a aparecer no prometo que las borraré, pero sí puedo prometer que estaré donde estés con algún paraguas en la mano para que tengas un buen día.

NubeWhere stories live. Discover now