Meindert escuchaba a sus vecinos murmurar sobre un hombre misterioso que rondaba el vecindario, aunque no le dio mucha importancia. Era necesario apreciar la belleza de aquella tarde nevada tan típica de un sereno pueblo de Noruega, el único detalle es que estaban a kilómetros de dicho país. Meindert era un hombre serio y de porte asocial, pocas veces se le veía hablar con alguien que no fuera su ahora difunta esposa. ''Oh, Sanne. Cómo te echo de menos'' era la frase hecha vicio que cada mañana su voz atarantada por el despertar repentino recitaba. Siempre a las 7:33.
En aquel pequeño apartamento tenía todo lo que un hombre viudo podría necesitar sin darse el lujo de recibir con brazos abiertos a huéspedes. Aquel hombre había sido un verdadero guerrero que sin importar los desafíos que se le impusieran, seguía adelante consiguiendo más fuerza a base del dolor y sufrimiento que la vida le brindaba. Él no tuvo una figura paterna como todos los demás chicos en su infancia, siendo ésta una de sus etapas más difíciles de su vida al ver que su padre alcohólico se quitaba la vida frente a sus ojos con la Dessert Eagle que había ganado en una subasta cuando joven —posesión rara, de las pocas que no empeñó para conseguir más alcohol— y un par de meses después el tiempo, la ansiedad y depresión profunda le arrebataron a su madre, Diantha. Él aún recuerda todo con frívola exactitud, desde el momento en que tomó un par de billetes de la mesa y vio por última vez la fecha inscrita en el papel del periódico y es así como un niño huérfano de nueve años deja su hogar para enfrentarse al mundo, en el frío Ámsterdam en un día como cualquier otro, en el mes de Noviembre del año 1983.
De vuelta al mundo real, Meindert se encontraba bebendo su café de las 4:00 p.m. quizá una extraña costumbre, pero bastante típica en él. De pronto, alguien llama a la puerta.
El hombre de 54 años dejó la carta que escribía para su colega que se encontraba fuera del país
Se dispuso a atender los golpes que resonaban en la ostentosa puerta de caoba tan propia de un palacio francés en la época revolucionaria.
- Buen día, ¿señora...?- Dijo Meindert inexpresivo como de costumbre
- Leila, buen hombre. Leila Goldstein.- repuso la dama con cautela. Ella era una mujer un par de años menor a él que por desgracia había probado el infortunio de quedar viuda, perdiendo a su esposo en un accidente automovilístico. Acababa de mudarse al vecindario hace escasos días para dejar su pasado atrás y comenzar una nueva vida.
-Lamento la molestia, señor Dekker, quería notificarle que un misterioso hombre acaba de dejar un sobre en su buzón- dijo Leila dejando pasar unos segundos de silencio.
-¿Podrá ser?- dijo Meindert añadiendo enseguida -¿¡Cómo iba vestido!?- sus enormes ojos color miel se dejaron ver como nunca antes.
-Llevaba puesto un sombrero, tenía un cigarrillo en la mano, la cual estaba cubierta con un guante de cuero... ¡AH! y cómo olvidar el negro profundo de su gabardina.
- Lo lamento, señorita Goldstein, pero debo retirarme enseguida.
El señor Dekker azotó la puerta de su hogar frente al rostro blanco como la porcelana de su vecina para subir las escaleras, tomar un poco de dinero, las llaves de su camioneta y revisar por última vez la fecha en la que estaban. Y así, el día primero de Noviembre del año 2028, se repetía la historia de infancia que tanto atormentaba su mente, pero ésta vez con un acompañante.
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Nuclear S68
Random//Historia incompleta// Un mundo post-apocalíptico donde se necesita tener instinto de supervivencia, unas cuantas armas y sobretodo capacidad mental para poder enterrar el antiguo significado de la vida. Nuclear S68 engloba la aventura, el suspenso...