Con una mezcla de sorpresa y repulsión, Louis se dio cuenta de que lo que había encontrado era una trampa para aquellos que, como él, buscaban lo inusual. El joven exhibido era una víctima del comercio ilegal, una realidad que había sido ocultada tr...
Harry se sentía emocionado y algo nervioso mientras terminaba de prepararse frente al espejo. La luz del sol, que finalmente se abría paso entre las nubes grises después de varios días de lluvia, iluminaba su habitación con un tono cálido y reconfortante. Este pequeño detalle parecía darle un impulso de confianza. Eligió con cuidado un atuendo cómodo pero apropiado, algo que reflejara tanto su intención de disfrutar el día como su deseo de sentirse seguro y tranquilo. Era un momento importante para él: enfrentarse al mundo exterior casi solo.
Al descender las escaleras, el aroma de comida recién hecha la envolvió, y el sonido de una melodía animada proveniente de la cocina le arrancó una sonrisa. Allí estaba Louis, concentrado en sus movimientos mientras tarareaba una canción. Su baile ligero y su actitud despreocupada contrastaban con la seriedad que solía mostrar como abogado. La escena la hizo detenerse por un instante, disfrutando del raro momento de sencillez.
—Veo que alguien está de buen humor hoy —bromeó el joven con un tono juguetón mientras se sentaba en la barra de la cocina.
El hombre giró hacia él con una sonrisa que le iluminaba el rostro.
—Puede que sí —respondió Louis, devolviendo la broma con naturalidad—. Justo terminaba de preparar el almuerzo. Está listo, si quieres comer.
Sin esperar respuesta, le sirvió un plato cuidadosamente preparado y lo colocó frente a él con un gesto que denotaba afecto. Harry le agradeció con una sonrisa, sintiéndose reconfortado por su atención. Mientras comían, conversaron sobre temas cotidianos, intercambiando comentarios ligeros y algunas bromas que hicieron el ambiente aún más relajado.
Sin embargo, cuando el abogado comenzó a recoger los platos, el joven decidió abordar el motivo principal de su visita a la cocina.
—Um, hay algo que quería preguntarte —comenzó, un poco dubitativo.
Louis dejó los utensilios en el fregadero y se giró hacia él, dándole toda su atención.
—Claro, dime —respondió, con una mirada curiosa.
Harry tomó aire antes de continuar.
—Sé que no necesitas darme permiso, al menos no oficialmente, pero quiero pedirlo de todos modos —dijo, cruzando los brazos sobre la mesa—. ¿Puedo ir al centro con Lacey? Sé que aún no estás muy cómodo con la idea de que salga solo, pero realmente necesito hacerlo. Mi psicóloga insiste en que amplíe mi círculo y enfrente el mundo exterior.