[BnHA] Bakugo Katsuki x Lectora (One Shot)

Parte única.

Las partes en negrita son de la canción Issues, de Julia Michaels.
Espero que disfrutes de la lectura y me disculpo de antemano por cualquier error tanto ortográfico como de redacción, tengo sueño, pero se me ocurrió esto y tuve que escribirlo antes de que se me fueran las ganas.

BnHA no me pertenece y esas cosas que todos obviamos.

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Habían discutido, realmente fue por una niñería, pero las palabras hirientes por ambas partes bastaron para que tomaras algunas de tus pertenencias y te fueras sin más. Vagaste hasta llegar a un parque para niños dónde te ocultaste dentro de una casita a llorar tus penas ¿llorar frente a él? De ninguna manera, tu orgullo no te lo permitía, acaba de ser un completo idiota.

— ¡Vete si quieres! —  gritó luego de que amenazaste con largarte si seguía siendo un imbécil—, no me importa ¡tú no me importas! Me molestas, me harías un favor si salieras por esa puerta ya mismo —grave error.

Y ahí estabas, gimoteando cual perro herido, intentando reprimir las lágrimas sin éxito. No sabrías decir cuánto tiempo estuviste ahí acurrucada, sólo que cuando dejaste de llorar, abandonaste la pequeña casita con tu mochila al hombro, dispuesta a caminar hasta la casa de tu mejor amiga, era un buen tramo, pero sentías que el frío de la noche que recién estaba comenzando a caer, te ayudaría a pensar, tu corazón dolía mucho, sus palabras dolían, las tuyas mucho más.

Uraraka te abrió la puerta con evidente confusión, pero entendió todo cuando te lanzaste a abrazarla desesperada, llorando con más fuerza que antes—. Soy una estúpida —sollozaste con el dolor y arrepentimiento pintando amargamente tus palabras.

Fueron los peores cinco días de tu vida, días en los que pasaste ocupando el sillón de la sala de tu amiga, la cual se despegaba de tí para ir a trabajar y cocinar, realmente te estaba apoyando de una forma increíble, y no tenías palabras para agradecerle todo lo que hacía por tí.
Contemplabas el blanco techo de la sala en silencio, quinto día sin Katsuki y se notaba demasiado.

"Sí, tengo problemas, y uno de ellos es lo mucho que te necesito."

Lo extrañabas demasiado, pero algo te impedía ir a buscarlo, habías actuado bajo los efectos de la ira, que eran incluso más peligrosos que los del alcohol, tus palabras no eran ciertas, no estabas cansada de su mal humor, de sus enojos tontos, de sus bruscas respuestas, de los motes despectivos pero para nada malintencionados que siempre te daba. Necesitabas de su presencia, todo lo que implicaba estar con él te encantaba, con el tiempo te había revelado su faceta más inocente, la más honesta y pura, esa que salía a la luz cada vez que estaban solos en el sillón de la sala, mirando una película, y te abrazaba de forma posesiva, depositando besos en tu cabeza y susurrando palabras lindas, o cuando en la mañana despertabas para encontrarlo en la cocina preparando el desayuno y te llenaba la cara de besos... Sentiste tus ojos picar y te cubriste la cara con el almohadón buscando detener el llanto inminente.

Golpeó cosas, lloró en la ducha, durmió por horas intentando alejar tu recuerdo, pero nada servía, las ganas de salir a buscarte eran demasiadas, sabía por Kirishima que te estabas quedando en casa de Uraraka, aunque su orgullo era demasiado. Una pregunta en particular le quitaba las ganas de todo ¿realmente pensabas que lo que había dicho era verdad? Maldicion, se sentía estúpido, Bakugo el mejor, Bakugo el que nunca pierde, acababa de perder a lo que más amaba en este y otros posibles mundos. Las ganas de tragarse todas las estúpidas ideas que lo separaban de el acto de ir a buscarte eran demasiadas, pero era aún mayor el miedo a que lo rechazaras. Era plenamente consciente de que era una persona horrible, mal hablada, falta de modales, agresiva e indeseable en ciertos casos, y ni tú ni nadie iba a cambiar eso, el no cambiaría por nadie. Pero si podría mostrar otro lado, ese que se llenaba de orgullo cuando te veía progresar, el que pese a ser una persona activa, al estar acostado contigo se llenaba de pereza y ganas de tenerte entre sus brazos indefinidamente, en silencio, compartiendo de la agradable mutua compañía, ese maldito lado, que al igual que todos los otros que lo completaban, se derrumbaba cuando te veía mal, porque le importabas demasiado, maldición.