El Olimpo en París (JiHope)

•

"Aunque Zeus era el dios del cielo y el trueno, era también el artificio cultural más elevado."

Evocó cuando la noche empezaba a llegar a su máximo esplendor. Calles relativamente solas y luces tenues los acompañaban en esa travesía. A lo lejos se podía apreciar perfectamente la Torre Eiffel, la cual parecía estar vigilándolos, pero era lo que menos importaba en ese momento, a pesar de estar en París; cuidad de luces.

No hubo mucho tema de conversación desde que ambos salieron el lugar. Sólo el simple y reconfortante silencio que al principio era incómodo y que terminó siendo el más placentero que podía existir jamás.

El frío no tardó en hacerse notar y sus respiraciones tampoco, evidenciando cada exhalación con el vapor de agua condensada a causa de las bajas temperaturas. Las manos del más bajo estuvieron inquietas un buen rato, intentando calentarlas. Viajaban desde ser frotadas sobre sus pantalones, a pasar por los brazos, llegando hasta sus labios.

El más alto lo notó luego de unas cuantas repeticiones inconscientes.

— ¿Tienes mucho frío?

Preguntó volteando a verlo. Parecía estar verdaderamente interesado en lo que le ocurría a su contrario y en sus movimientos bruscos en busca de abrigarse con sus brazos. El aludido sólo negó levemente y volvió a liberar su aliento caliente sobre sus manos, obteniendo un bufido del ajeno, el cual se quitó la chaqueta tipo aviador que llevaba puesta y la puso sobre sus hombros.

— Sé que no es mucho, pero podrás calentarte.

Se limitó a decir, ruborizado por la acción, pronunciando de manera impecable, casi elegante, aquellas palabras en el idioma natal del país en el que estaban, antes de sonreír ligeramente y empezar con el mismo ritual, para calentarse, del más bajo.

Podía asegurar, y apostar, si fuera el caso, que su sonrisa era la más hermosa que había visto en lo que llevaba de vida. En ese momento la chaqueta, una prenda ofrecida de la forma más cliché que podía existir, no hacía más que darle calor puesto que ese simple gesto hizo que todo su cuerpo se calentara de la mejor manera posible. Aquellos hermosos hoyuelos que se formaban cerca de sus comisuras podían ser sencillamente su hogar. De seguro eran mucho más cálidos que lo que es su sonrisa, y eso era decir mucho, ya que la misma lo era bastante.

Sólo agradeció, devolviendo la expresión y metiendo sus brazos por las mangas, antes de divisar una pequeña tienda frente a una gasolinera. Estaba perfectamente adornada con letreros de todos colores entre los cuales se jactaban de vender dos cajetillas de cigarros por una, pero hubo uno, el cual presumía vender de todo, que le llamó la atención a ambos, por lo que manifestaron casi en un coro que querían entrar allí.

Al cruzar las puertas del local el más alto tuvo un espasmo por el cambio tan repentino de temperatura, lo que hizo que el contrario soltara una pequeña risita, acción que intentó reprimir al cubrir sus labios con las mangas de la chaqueta prestada, pero le fue imposible ya que fue descubierto por el ajeno, que no tardó en unirse y llenar aquella tienda de risas bajitas, como si fuesen dos niños luego de hacer una travesura.

— ¿Hablas coreano?

Preguntó aquel que horas antes había estado fumando. Los dos recorrían sin cuidado los angostos pasillos vacíos de la tienda. Quedaron totalmente decepcionados al encontrarse que ese letrero de la entrada mentía de la forma más vil y descarada posible, por lo que terminaron haciendo un tour entre los corredores para ver si conseguían algo que saciara sus ganas de despilfarrar el dinero.

— Sí, soy de allá. Sólo vine por estudios.

Contestó automáticamente en su idioma nativo cuando sus ojos se posaron en una pequeña máquina dispensadora de smoothies que estaba sobre el mostrador. No pudo evitar la dilatación de sus pupilas; adoraba aquel néctar desde que era un niño y ahora estaba frente a un artificio que podía recordarle, por sólo un poco de dinero, toda su infancia.