Regalo de cumpleaños

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Silencio sepulcral reinó en esas cuatro paredes durante escasos segundos que en realidad parecieron largos minutos, su mirada oscura y rasgada se posó filosa en ese par de turbios ojos azules que lo veían sin ni un solo atisbo de vacilación. Mas una media sonrisa surcó los labios del pelinegro tan pronto como aquella especial fragancia volvió a hacerse uno con el ambiente; una risa sorda se dejó escuchar, ronca, áspera

—Le mintieron.

—Tomaré eso como una evasiva.

Pronunció en voz baja pero firme, con sorna, sin apartar sus orbes del expresivo rostro que tenía en frente. El rubio le sostenía la mirada, desafiante, y tal hecho no podía hacer más que acrecentar sus ansias de salir un rato a jugar, mismas que crecían en su pecho conforme la distancia entre ambos hombres se tornaba cada vez más corta y peligrosa.

—Tendré que tomar cartas en el asunto.

William rió sardónico al escuchar tales palabras, Vincent paró en seco su andar, sin más. La media luna se alzó impetuosa en su boca, dejando ver parte de su perlada dentadura. Compensó la diferencia de alturas inclinado el rostro hacia el adverso, al mismo tiempo en que su diestra ejercía presión sobre el muro, a centímetros de su nívea faz. Su cálida respiración se fundió entonces con la pesada de su felino acompañante, mientras su zurda se elevaba y entre sus dedos le tomó el mentón; la yema de su pulgar se paseó por el abultado labio inferior del peliplata, comprobando que era tan suave como se mostraba.

—Oiga...

Articuló susurrante, mas no alcanzó a pronunciar el resto de la oración; sus palabras se esfumaron como espuma en el mar tan pronto como sintió la punta de la lengua del moreno paseándose por debajo de su oreja. Un ligero escalofrío le hizo estremecerse de forma apenas notoria, Borgia no pudo evitar reír nuevamente, contra su oído, justo segundos antes de atrapar su lóbulo entre sus incisivos, succionando con levedad.

—Let's play.

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