Cada hora se diluía como agua. Cada minuto se escurría como arena. Cada segundo se iba como el viento. Y cada paso dado por el tiempo sentía que sus piernas en cualquier momento cederían ante su peso. Los músculos de la cara le dolían ante la pequeña sonrisa que se esforzaba por mostrar ante los demás, sonrisa que sólo dos personas o quizá más sabrían de su verdadero significado. La algarabía se encontraba a sus espaldas, correr no era una opción, mostrar la verdad era impensable. Su mente se encargaba de torturarlo y someterlo ante el futuro incierto que se mostraba ante él.
Sabía que debía resistir. Tenía que resistir, después de todo ¿no poseía una fuente de energía inagotable? Pero para esos momentos ya dudaba de ella. Sus manos temblaban en ansia, necesitaba con urgencia aquel pequeño tubo blanco lleno de tabaco y nicotina recorriendo su sistema respiratorio, y, sin embargo seguía ahí, resistiendo los disparos de felicidad de familia, amigos y su pareja.
Se repite cual mantra: un poco más, sólo un poco más.
Cerró sus ojos ante el aire frío chocar contra su cara, ventajas de vivir en el quinto piso de un lujoso edificio de departamentos, maldito niño rico. Su mente viajó al verano de segundo de preparatoria, donde un viaje que tachó de aburrido y tedioso se convirtió en el mejor de su vida. Bastó sólo un mes para caer rendido ante aquel joven desconocido que le mostró demasiadas cosas que nunca tuvo en cuenta. Las estrellas, la luna, la puesta de sol, el mar, la marea, las personas, la naturaleza incluso le enseñó el funcionamiento de la arena; todo de manera poética, filosófica y con sonrisas.
Por primera vez encontró la vida divertida. Sus deseos de vivir aumentaron, de buscar y enfrentar retos tanto dentro como fuera del país, y, de la misma forma en que sus deseos se mostraron ante sus ojos tan deslumbrantes como abrumadores se topó con una pared que durante mucho evito. Se había enamorado de aquel joven de ojos, cabello y personalidad singular. Siempre retándolo. Siempre riendo. Siempre divirtiéndose.
Y así como la marea se lo presentó, le dio las fuerzas bajo la luz de la luna el decirle su sentir. Mental y sentimentalmente se preparó para un rechazo, para rogar por una amistad que quizá con el tiempo sus sentimientos bajarían de nivel, no para ser tomado con tanta gentileza entre unas manos cálidas para después ser besado con calma. Su primer beso cargado de verdades y no de falsedades. De sus labios apenas saldría una pregunta cuando ya tenía a sus oídos atiborrados de palabras hermosas en compañía de una pregunta tan estúpida. Esa noche se dedicó a besar y contemplar el mar entre los brazos de su novio.
El verano pasó de ser genial a algo asombroso. Las caricias siempre se encontraban presentes al igual que los besos robados. Las sonrisas dadas eran auténticas. Se sentía dichoso y sumamente feliz, sin embargo aquella felicidad se veía opacada conforme el tiempo transcurría y el verano llegaba a su fin. Con resolución le pidió estar juntos por una semana en una cabaña que poseía su abuela cerca de la playa a las afueras del pueblo. Con beso y chapuzón obtuvo su respuesta.
No obstante nunca se sintió tan... ninguna palabra podría describir lo que sintió aquel 6 de agosto. Una cena, besos, historias contadas para después caer en la vorágine de sentimientos más perturbadora y deliciosa que nunca antes hubiera experimentado. Se sintió fuego. Se sentido hielo derritiéndose ante cada toque, beso o caricia. Se sentía asfixiar con cada embestida. Por primera vez dejó ver su verdadero sentir.
Un toque le sustrajo de su memoria. Su sonrisa fue puesta cual robot acatando una orden. La mirada verde de su hermana le dejó claro que dejara de fingir. Negó con la cabeza y su mirada se volvió hacia el interior del lugar. Los chicos reían ante un juego ofrecido por Kise alrededor del comedor, su novio al lado de Takao con sonrisa de oreja a oreja. Sus miradas se encontraron para perderse en aquel hermoso fuego. Le dio una sonrisa para regresar al mundo de los recuerdos.
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Cada hora
Fanfiction-No me despiertes para despedirte, que nuestro último recuerdo sea el rostro contrario, sudoroso causado por las veces que hicimos el amor. Quiero despertarme de un sueño, para enfrentar la realidad como un día más antes de conocerte. Kagami x Aomine