¿Cómo te dije...?

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Día 5: Fetiches.

"Los monstruos son reales, los fantasmas son reales también, viven dentro de nosotros y a veces, ellos ganan." -Stephen King.

- ¡Ah! ¡Dazai-san! P-Por favor... De...tente... -rogó el albino. Sintiendo el ardor del metal quemando sobre su piel.

- ¿Cómo te ordené que me llamaras? -preguntó con sonrisa ladina.

-A-Amo... por... favor... -, retiró el metal, pero el dolor continuaba. a

-Tenemos suerte que tu cuerpo se regenere tan rápido. -dijo pegando una vez más el rojo vivo contra la blanca piel, este arqueó la espalda sin poder moverse por culpa de sus ataduras.

El cuerpo le temblaba y Osamu sólo se reía. Odiaba esos "divertidos" juegos del loco suicida, lo torturaba cada vez que se negaba a un suicidio doble, podría evitar la situación sólo con decir "Sí" a la extraña propuesta, ¿Entonces por qué?

Arqueó la espalda soltando un fuerte gemido. Ahora era el frío quien recorría su espalda. En un abrir y cerrar de ojos tuvo a Dazai frente a él, introdujo un hielo en su boca, y su mano le impidió que expulsara el frío que le molestaba en forma de dolor de cabeza. Sus expresiones de agonía excitaban cada vez más a su amante de curiosos fetiches. Tres dedos invadieron el interior de su boca.

-Sabes que hacer, ¿cierto? -preguntó. El albino no respondió. Su lengua envolvía los dígitos lubricándolos bien. -Suficiente. -Sujetó los blancos cabellos tirando de ellos para toparse con los orbes bicolor. -Siempre tan lascivo, Atsushi-kun. -se burló robando un beso a sus suaves labios.

Introdujo dos dedos de golpe, el afectado se quejó, su cuerpo temblaba ya no sabía si de temor, o excitación. Sus caderas se movían por su voluntad. El mayor soltó una risilla que le causó escalofríos al albino. El timbre de la puerta sonó por toda la casa.

-Que mal, las visitas llegaron, será mejor que te arregles. -dijo cortando las cuerdas que mantenían atado a su protegido a la mesa. -Continuaremos con esto después. -

Su actitud indiferente no era más que una muestra de lo molesto que estaba. Atsushi con el tiempo fue descubriendo algunas cosas del castaño, y cuando se enojaba, la tortura siempre era peor. Si no obedecía a cada palabra, seguro que lo enfurecería más y se desquitaría con él... y eso era lo que Nakajima deseaba en lo más profundo de su ser.

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-Atsushi-kun, deberías dejar de juntarte con Dazai, estás comenzando a imitarlo. -recalcó el rubio de gafas, señalando los vendajes que cubrían el cuello, muñecas, y tobillos del albino.

-Kunikida-san, hago lo que hago por que me gusta. -confesó el menor. Dazai le dedicó una sonrisa que lo perturbó de sobremanera.

-Así es, Kunikida-san~ -canturreó. -Yo no obligo a Atsushi-kun a nada. -aclaró lanzandole una mirada cómplice al albino.

<=ToBeContinued...

Will you marry me?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora