Había empezado a nevar, la imagen ante sus ojos resultaba cada vez más impactante, tal vez fuera por los recuerdos que le venían a la mente...
Los copos de nieve cayendo dentro del agua, deshaciéndose, volviendo a su estado natural; la superficie del rio frente a ella, por sectores, se tornaba casi solida por los efectos del frío. Era hipnotizante ver como se producía ese cambio de la misma materia, esa transformación cíclica, una transmutación constante. Inconscientemente alargo su mano y la puso frente a ella, como si pudiera tocar hasta la otra orilla del rio, y se preguntó cómo es que podían ser tan parecidos, el agua y ella, constantemente cambiando, transformándose, pasando de un estado a otro sin la menor dificultad.
Sentía que la observaban. Por supuesto, ella siempre estaba acompañada. Por el refilo del ojo podía ver un gato negro sentado en el medio del sendero con la mirada fija en ella; estaba atento a cada movimiento que hacia sin intervenir en lo más mínimo, solo contemplando a este ser que le había sido asignado. Podía ver la pureza de su alma, sus emociones más profundas y pensamientos ocultos que ella todavía desconocía. Pero por mientras el permanecía allí, en guardia, atento al peligro aunque en ese momento no había alguno, solo reinaba la paz digna de un día de invierno, nadie salía en esos días, no había persona a la que se le ocurriera infringir delito alguno, menos en un lugar como ese. Era un sitio secreto, más bien de difícil acceso. El la guió hasta allí, solo un gato invisible podría haber sabido el camino. Sin embargo ella podía verlo, a su manera... cada tanto sentía su figura cerca, veía como flashes de un animal corriendo o una sombra que desaparece al verla, como si sus ojos resultaran una linterna que alumbra a la oscuridad. Gracias a su instinto fue que la muchacha pudo encontrar el camino secreto que el felino le mostraba. Cerca, se podía ver un puente por donde pasaban pocos autos, pero desde allí no se veía el escondite de la joven, desde su puesto podía ver hacia afuera, pero en cambio, los de afuera no tenían oportunidad de siquiera imaginar que alguien podría estar observando desde tan lugar; rodeado de árboles y arbustos, la chica se sentía protegida, era como si la naturaleza la abrazara y le brindara su abrigo, por más que en esa época del año no tuvieran hojas, ella estaba perfectamente camuflada entre las ramas que se elevaban hacia lo alto.
Ya era hora de marcharse, el gato le hizo saber a su protegida, tenían que emprender el camino de vuelta, en cualquier momento empezaría a pasar gente por allí y no era una opción dar a conocer la entrada de su escondite. Ese era un sitio sagrado al que no cualquiera podía entrar, el gato vio algo especial en la joven y decidió que ella era capaz de apreciar tal lugar, una merecedora de esa paz. Qué difícil le era encontrar personas así hoy en día, ya casi nadie notaba su presencia, pero desde que esa muchacha le fue otorgada bajo su custodia ese pequeño lugar volvió a tener importancia y su existencia recobró sentido.
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Relatos de un gato
Historia CortaSin importar la forma, todo aquello que debe estar unido regresara a su estado original