Capítulo único

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Adaptado a O11CE. [Episodio 55]

Viajes

Le había dicho a Sebastián que lo pensaría... ¡lo pensaría! No podía creer que su papá lo estuviese pensando.

Sin duda fue un momento​ inesperado. Quería ver feliz a su papá; aunque significara abandonar el IAD, a sus amigos, a Gabo... ¡Ah! Tan sólo pensar que ya no estaría cerca de ninguno de ellos la lastimaba.

Con Joaquín estaban planeando el vídeo para su papá; por un fugaz momento imaginó que volvería a ser técnico de los Halcones; que Vitto sería de nuevo el preparador físico; que las cosas volverían a la normalidad... Aún no había visto el vídeo, pero conociendo al joven reportero, seguramente toda esa recopilación de entrevistas a los chicos, iba a ser un rotundo éxito emotivo.

Al día siguiente lo buscó, y miró detenidamente el vídeo. No se le escapó ningún detalle. El comentario de Dedé que agregaba comedia y hacía un gran contraste con la seriedad que aportaba Valentino e incluso Rafa. El carisma de Pablo y Catorce, y el rostro calmado de Ricky dieron diversidad al momento. Y por último, las palabras emotivas de Gabo; sin duda le estaba muy agradecido y tenía gran cariño a su papá. Sólo Joaquín lograría un excelente trabajo como ese.

Era totalmente emotivo. Era más de lo que esperaba. Era perfecto.

Lágrimas comenzaron a brotar de sus claros ojos; Joaquín había hecho un trabajo perfecto. Quería que todo mundo lo viera y se diera cuenta que Francisco Velázquez es el mejor técnico que los Halcones pudieron tener, claro, a parte de Roberto Di Marco. Pensó que nadie notó que estaba llorando, hasta que Gabo le preguntó qué pasaba; sintió que él siempre estaba cuando más lo necesitaba. Podía ser cursi, pero en sus pensamientos crecía esa gran ilusión, crecía ese gran sentimiento; algún día estarían juntos. Pasarían del coqueteo y se llamarían pareja. Sin embargo, ¿cuándo sucedería? No deseaba que la relación comenzara un día antes de la mudanza; no deseaba una relación a larga distancia. En ella la esperanza nacía y moría constantemente. Rogaba que su papá no aceptara el trabajo, sin en cambio, también rogaba porque él fuera feliz; y si irse es su felicidad, ella lo aceptaría.

Parecía que fue ayer cuando Gabo había llegado al IAD, y ella estaba frenando su pelea con Lorenzo. Era extraño​, su relación con el mexicano ya no tenía la complejidad anterior. Claro, el goleador no es un santo, pero su antipático trato para con el número 10, disminuía y aumentaba; tenían una relación complicada, pero si Lorenzo no fuese tan arrogante y orgulloso, Zoe no habría interferido en la pelea y consiguientemente​ no habría conocido al muchacho.
   Obviamente​ sabría de él por rumores o un partido, pero quería pensar que ese había sido un momento único entre ambos; su momento especial. Si tan sólo Dedé y Ricky no los hubiesen interrumpido en la fiesta del equipo de voleibol, tal vez, ¡tal vez! Hoy serían más que amigos. Aunque era comprensible lo que hicieron, pudieron ser hermanos. Pensar que podían serlo le erizaba el cabello de la nuca.

Posteriormente mostraron el vídeo ante todos. Por suerte Isabel los había ayudado; al parecer ella tampoco quería que su papá se fuera a Colombia. Sin duda era alguien en quien podían confiar; aunque no le causó mucha gracia que Ricky lo llevara al auditorio por una falsa alarma de incendio.

El rostro de su papá sólo demostró lo conmovido que estaba. No sabía qué decidiría; no sabía qué pasaría con sus vidas, pero ella aceptaba cualquier decisión. Mas algo inesperado sucedió: él no dio ninguna respuesta.

Debía aceptarlo, la oportunidad que le estaba ofreciendo Sebastián era grandiosa. Tal vez eso necesitaban, un cambio de aires. Probablemente en Bogotá hallarían una vida mejor; mas no cambiaba el hecho que este es su lugar. Aún no es el tiempo para volar a otros horizontes, al menos no para ella; necesitaba respuestas, necesitaba despejar su mente de la decisión del DT. Por primera vez no iba a tomar la consola como medio de distracción; saldría de ahí.

Pudo ver a varios alumnos con sonrisas en el rostro, y a otros disfrutando de todo lo que ofrecía esa maravillosa​ escuela. Sintió nostalgias; no sabía si podría llegar a sentir lo mismo en Colombia. Por alguna razón terminó sentada en las gradas de la cancha de fútbol. Extrañaría todo de ahí, incluso a la insoportable de Martina.

—Hey —interrumpió alguien.

—Gabo —dijo con una débil sonrisa.

—¿Qué hacés aquí? —preguntó mientras se sentaba a su lado.

—Sólo necesitaba despejar mi cabeza.

—Tranquila, ya verás que Francisco aceptará volver a ser técnico de los Halcones​.

—¿Y si no acepta? —preguntó frustrada—. Voy a tener que irme a Bogotá.

—Bueno, pero aún no lo sabemos; por ahí Francisco vuelve y no se van a Colombia.

—Mirá, yo quiero que mi papá sea feliz, y si ir a trabajar allá es su felicidad yo lo acepto; pero no puedo evitar sentirme mal por dejar el lugar donde nací y crecí; por dejar el IAD, por dejar a mis amigos —agachó la cabeza tratando de tomar fuerzas—; por dejarte a vos.

Gabo giró la cabeza a otro lado. Sintió que su corazón se partía en dos: la estaba rechazando. Qué tonta había sido; sólo la veía como una amiga, probablemente gustaba de Martina.

—Será mejor que volvamos —dijo aún sin tragar lo sucedido.

No sabía cómo actuar. ¿Zoe se le había declarado? No entendía qué pasaba. ¿Y si era un mal entendido? Probablemente lo dijo porque lo veía como su mejor amigo; si él decía todo lo que sentía por ella, pensaría que era un zarpado y seguramente la perdería. Pero su corazón latía tan rápido; ¿qué pasaría si se iba sin saber que gustaba de ella? Encontraría un colombiano que rápidamente la enamoraría. Ya no quedaba más tiempo. Si se iba debía saberlo; si se iba debía aprovechar el tiempo que les quedaban juntos. Ya no importaba nada.

Gabo tomó el riesgo y se giró hacia Zoe.

La besó.

Sus labios eran tan cálidos y perfectos. Toda ella era perfecta. No quería estar lejos de ella por más tiempo, y entonces, correspondió el beso. Con sus manos sujetó su cuello y formaron el más suave tacto. Podía escucharse el rápido latir de cada corazón enamorado; abrazaron sus cuerpos y dejaron que el momento los guiara. Apretó su cintura cuando la intensidad empezó a invadir a ambos; ella inclinó su cabeza levemente a la derecha, y sus cortas uñas se clavaron cerca de su nuca. Cada pausa para respirar era cortada rápidamente por otro pequeño beso. El muchacho decidió explorar cada centímetro de su cuello provocando una descarga eléctrica en todo su ser. Regresó a sus delgados labios y atacó con fuerza. Actuó como si ese fuera el último beso que daría en su vida. Ya no interesaba nada; no interesaba si se iba a la luna. Estaría con ella donde​ fuera. Y si se iba hoy o en un año, por ella estaba dispuesto a tener un amor a larga distancia.

Larga Distancia | GoeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora