- ¡Nos vamos! - Gritó la mujer castaña desde la puerta.El joven rubio de ojos azules y delgado cuerpo bajó las escaleras rápidamente, salió por la puerta con su madre y subió a la camioneta estacionada en la entrada de la casa.
- Hijo, ¿no tenías algo más formal para vestir? - Preguntó su madre con ternura, evitando escupir cualquier ofensa.
- Creo que así estoy bien - Dijo él en voz baja.
No entendía el problema con la ropa que había elegido llevar puesta. Una camisa de cuadros verde y unos jeans no tienen nada de informal, ¿o sí?
- Es tu primera fiesta siendo mayor de edad, debes estar emocionado, por el licor y eso.
- Mamá, es una reunión familiar - Dijo distraído.
Miraba por la ventana. Observaba los autos pasar a su lado, leía las vallas comerciales e intentaba mantenerse callado para no tener que escuchar a la intensa de su madre. No le costaba nada quedarse así, después de todo, es un chico tímido, bastante callado y retraído.
- ¿Sabes a quién felicitar?.
- Sí.
- Bueno, ya estamos llegando - La mujer se rindió y mantuvo la boca cerrada el resto del camino.
Entendía que su hijo fuese callado, pero aún así, hacía lo posible para sacarle tema de conversación, aunque no tenga resultados efectivos, habla con él lo más que puede, sin importar que él no hable con ella.
El chico miró asombrado aquella grande y lujosa casa a través de la ventana. Tenía una familia adinerada y no lo sabía... Hasta hoy.
Salió del vehículo y caminó detrás de su madre con las manos dentro de los bolsillos, simulando ser su sombra para evitar ver a los demás y ser visto por los demás. Le desagradaba tener que saludar a todas esas personas que apenas conoce, pero eso hizo; obligado por su madre. El único nombre que conocía, era el de su abuelo, quién además era quien cumplía años.
- Feliz cumpleaños abuelo - Sonrió y le entregó una caja de regalo; que ni él sabía qué tenía dentro.
- Gracias hijo, has crecido tanto que apenas te reconozco - El hombre mayor abrazó a su nieto mientras su madre tomaba una docena de fotos con su celular.
Todos miraban enternecidos de pies a cabeza la escena frente a sus ojos, y él los sentía encima, pero intentó calmarse e ignoró su protagonismo indeseado para no arruinar el cumpleaños de su ser querido.
Luego de tanto afecto, decidió caminar hasta el lugar más tranquilo y despoblado de la casa para sentarse en la primera silla que encontró. Tanta gente mirándolo y hablando al mismo tiempo lo sofocaban, de alguna manera afectaban su existencia. Finalmente optó por alejarse.
Cantaba canciones al azar en voz baja mientras miraba atentamente cada rincón de la lujosa sala en la que se encontraba. Luego de estar un rato perdido en fugaces pensamientos, se percató de que, justo a su lado, había una mesa alta con fotos encima de ella. No entendía cómo no las había visto antes.
Sin pensarlo mucho, alzó su brazo lo más que pudo para tomar el primer retrato. La foto era lo que parecía una gran cantidad de personas graduándose. La vio por unos segundos y totalmente desinteresado la devolvió a su lugar, pero aún quedaban más fotos, y sentía intriga por verlas. Sin más, agarró la segunda foto, en la que, una vez más, muchas personas posaban juntas y sonreían. Volteó los ojos y la devolvió a su lugar. Aburrido.
Un conflicto mental se creó en su cabeza. Pensaba que la tercera foto sería igual de aburrida que las demás, pero al mismo tiempo sabía que no perdía nada con averiguarlo, así que procedió a tomar la última foto.
La sostuvo en sus manos por un largo tiempo. Sus ojos se movían de un lado a otro sobre el retrato, detallando a fondo cada rincón de éste. No entendía porqué, pero toda su atención fue arrebatada por él; por ese hombre castaño de ojos muy claros y hermosos que le sonreía a la cámara. Su enrulada cabellera y perfectos dientes solo empeoraron su estado de fascinación. Jamás había sentido algo así, mucho menos por una simple foto enmarcada.
Gracias a su curiosidad había ganado una alteración en su respiración nada normal y una sensación de que su corazón iba a salir disparado fuera de su pecho en cualquier momento, pero valió la pena. Podría quedarse viendo esa foto toda su vida, si no fuera porque su mamá, luego de buscarlo por un buen rato, lo encontró en esa sala averiguando las pertenencias ajenas.
- ¿Qué haces, Daryl? - Preguntó ella mientras se acercaba lentamente a su hijo para ver lo que traía en manos.
- Reviso un poco. Ya sabes, para familiarizarme - Respondió con su voz rasposa simulando tranquilidad.
- Oh, me alegra mucho eso. Para ver la foto - Curiosa tal y como su hijo, agarró el retrato.
Daryl reforzó la mandíbula y observó la expresión de disgusto en la cara de su madre. Estaba completamente apenado. Por su cabeza pasaban miles de posibles regaños que podía darle. Seguramente se había dado cuenta de lo que estaba ocurriendo. Era el fin de su existencia, y lo peor de todo, es que tal vez ese apuesto hombre era parte de su familia.
- Espero que no haya venido a la fiesta - Murmuró de mala gana y volteó a ver al rubio.
- Vamos a la cocina, sírvete algo - Sonrió como si nada y posó la foto en su respectivo lugar.
Daryl no entendía del todo qué fue lo que pasó allá atrás. No sabía qué había pasado en la vida de su madre como para aborrecer a ese sujeto tan precioso. Es decir, ¿es acaso posible rechazar a alguien así de atractivo? Ahora solo le quedaba lamentarse por no tener un poco más de esa foto.
- ¿Vodka, ron, whisky? - Preguntaba su madre sacando las botellas de licor de la despensa.
- Solo quiero una cerveza - Respondió él, desinteresado.
No le importaba mucho la bebida. Solo quería salir de ahí de una vez por todas y como si fuera poco, su madre se comportaba como una adolescente frustrada brindándole alcohol a su hijo.
Tomó la cerveza y rápidamente salió de la cocina, pero para su muy mala suerte, todos se encontraban justo en la sala principal, a punto de decir las palabras para hacer el brindis.
- Mátenme - Susurró antes de intentar escapar entre la gente.
No tuvo éxito. La esposa de su abuelo lo tomó por el hombro y le pidió numerosas veces que dijera algo por su cumpleaños. Sin importar cuántas veces se negara decentemente, iría arrastrado por su insistente abuelastra. Estaba condenado a las desgracias y una estaba a punto de ocurrir.
- De verdad, le digo que n... - Para cuando se dio cuenta, ya tenía un micrófono tocándole los labios.
Todos miraban al chico expectantes, sonrientes y ligeramente alcoholizados, esperando a escuchar lo que iba a decir. De inmediato éste comenzó a sudar. Acomodaba su largo y húmedo cabello repetidamente, buscando encontrar coraje para finalmente hablar frente a tanta gente, la mayoría extraña.
- B-bueno... Uh... Quiero felicitar a mi abuelo por... Cumplir un año más junto a nosotros... Y... - Intentaba recordar alguna línea dicha en alguna película familiar pero no podía.
La presión dentro de Daryl se hacía cada vez más presente, debido a que los invitados parecían no estar a gusto con sus escasas e insípidas palabras.
- Y por ser un buen hombre con sus amigos y familia... Salud - Dijo en un apuro y sin siquiera levantar la cerveza, salió casi que corriendo de la casa.
Después de dejar la cerveza atrás, al fin pudo respirar aire libre y sentirse tranquilo fuera de ese tormentoso lugar. No más gritos, ni miradas indeseadas, ni madres intensas. Solo silencio y una noche relajadora.
Se sentó en las bancas del porche de la casa y suspiró profundamente. Pronto volvería a su hogar. Pero... Lamentablemente jamás volvería a ver al atractivo hombre de la foto.
¿O sí?
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Juego de grandes - Rickyl
FanfictionA Daryl le gustan los grandes. A Rick le gusta jugar.