Parte sin título 3

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Al día siguiente desperté más temprano de lo usual, tenía que irme acostumbrando al horario de clases y qué mejor forma que despertar temprano. Abrí mi balcón y salí a recibir los débiles rayos del sol que apenas estaban asomándose, el lugar se veía solo y algo aterrador. Eran alrededor de las 6 am y la mañana estaba muy fresca, pensé entonces que despertar temprano no era tan malo después de todo.  La soledad del lugar se vio interrumpida por un joven de unos 22 años de edad, alto, de contextura un poco delgada pero saludable, llevaba consigo lo que parecía ser el estuche de una guitarra. Tardé varios segundos en darme cuenta que se trataba del vecino recién mudado. Cuando estuvo un poco más cerca pude analizar su aspecto: borracho, desdichado, y otra vez con esos ojos tan tristes. Sentí lástima por él, me mataba la curiosidad de saber qué estaba pasando, qué tan dañado tenía su corazón. Se detuvo al pie de la escalera y me fulminó con una mirada llena de ira.

-Buenos días, vecina. -dijo en un tono grosero.

-Buenos días. 

A continuación sonrió pero fue más bien una mueca, subió las escaleras y pude escuchar como maldecía cerrando con fuerza la puerta de su departamento. Pensé que no era del tipo amigable, más bien amargado y ahogado en su dolor, incapaz de soltar o dejar aquello que le estaba haciendo tanto daño. 

                                           .                                .                               .                           .

Pasaron varias semanas y no lo volví a ver, las clases en la universidad eran pesadas y agotadoras así que al llegar a casa solo podía almorzar y hacer una siesta para después cumplir con la rutina del gimnasio. Llegué un poco tarde y mi entrenador decidió que lo mejor era hacer un poco de cardio y ejercicios de piernas, seguí mi rutina según lo acordado con el entrenador y a los pocos minutos llegó él. Fue una atracción inmediata, sus ojos se clavaron en mi y me era imposible quitarle la mirada de encima. Traté de seguir mi rutina lo más normal posible pero mis ojos siempre lo buscaban y los de él estaban ahí, correspondiéndome. 

-Todo por hoy, nos vemos mañana a la misma hora. - dijo mi entrenador.

-Aquí estaré. - me faltaba un poco el aire así que esperé unos cuantos minutos para emprender el corto camino a casa. 

De camino a casa me encontré una pequeña gata color castaño y con unas cuantas manchas negras, juguetona y muy coqueta. Me entretuve jugando con ella hasta que escuché dos voces masculinas que venían detrás de mi. "Ella también vive allá" "Creo que no se ha dado cuenta que la estamos siguiendo" "Tal vez deberías hablarle". Decidí actuar como si no hubiera escuchado nada,  a decir verdad sus susurros eran audibles y fue fácil escuchar todo con claridad, me despedí de la gata y aceleré el paso dejándolos atrás. Llegué a la puerta del edificio y el encargado de la puerta no estaba, así que me tocó esperar. Escuché nuevamente las voces, me habían alcanzado, giré la cabeza y me di cuenta que se trataban de mi entrenador y el vecino. "Salvada. Creí que eran malas personas." pensé, me había hecho un drama en la cabeza.

El encargado de la puerta llegó y nos abrió, mi entrenador se entretuvo hablando con otro cliente, y mi vecino y yo entramos, el camino al departamento fue silencioso hasta que llegamos a las escaleras. 

-Vecina, yo sabía que la había visto antes, duda aclarada. Podemos seguir yendo juntos, ¿Te parece? Mañana paso por tu apartamento a las 4. 

No me dio tiempo de responder, subió rápidamente las escaleras y solo se escuchó el sonido de la puerta al cerrarse. "¿Por qué no? Mejor que ir hablando con el pensamiento". Misteriosamente su mirada había cambiado, se veía más fresco y despejado, aunque todavía se notaba la tristeza en sus ojos pero esta vez un poco disipada. Me alegré por él, ¿por qué? no sé. Me entró la curiosidad de saber cómo sonaba su guitarra ahora.


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⏰ Última actualización: Jul 30, 2017 ⏰

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