Único

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“Arriesgándose a perder sus alas, un ángel caído se marchó comprometiéndose a abandonar su cuerpo…”

Jung Hoseok era un joven adinerado que tenía como costumbre ir a la fuente de la plaza mayor de la ciudad a pedir deseos, era algo tonto e infantil pero suyo. Lo hacía desde los ocho años y a sus dieciocho no pensaba cambiarlo por nada ni nadie (y eso que muchas personas habían tratado de confabular en su contra).
Una tarde como todas, Hoseok caminó hasta la fuente, sacó una moneda pero antes arrojarla escuchó una voz a sus espaldas que reía divertida, raramente eso le molestó porque no era normal que en él aparecieran ese tipo de sentimientos y menos cuando solía ignorar a las personas.
—¿Sabes que lo haces mal? —dijo al fin la voz, era suave y dulce, le recordaba a los cánticos de la iglesia a la que asistía cada domingo, fue por eso que se giró sobre sus talones y observó a un muchacho de cabellos rosados, ojos grandes y piel clara  parado a unos pasos de distancia. El joven vestía de forma sencilla, sus ropas era claras, se ajustaban perfectamente a su figura dejando notar unos amplios hombros, una cintura estrecha y largas piernas, se podría decir que era el cuerpo que todo hombre querría pero a Hoseok nada de eso le impresionó como las grandes alas que salían de la espalda contraria pero de pronto la figura desapareció dejando una pluma blanca en el suelo.
Ese fue su primer encuentro.

Los días pasaban y Hoseok no quería volver a la fuente. No podía, sus pensamientos lo torturaban diciendo que el sol estaba demasiado fuerte, que el jugo de esa mañana había estado malo, que su mente lo había inventado porque ¡él no había visto un ángel! No existían o por lo menos no de esa forma. Esos eran seres espirituales que cuidaban de las personas no una persona de carne y hueso…aunque aún así quedaba por explicar el que desapareciera de la nada…
—¿Qué demonios? —se dijo así mismo, moviendo la cabeza en negativa, deteniéndose en medio de su dormitorio para analizar tranquilamente lo que había pasado y llegando a una simple conclusión.
“Eso jamás pasó”

“Amó a otros en el pasado, sin embargo esa mano acabó con todos.”

Tres años transcurrieron, el pelinegro ya era un joven apuesto y exitoso al que toda dama del pueblo quería desposar pero raramente él no necesitaba de nadie, no quería una pareja a su lado para que le reprochara decisiones o cuestionara cada acción, prefería ser libre y disfrutar de la vida con la compañía de jóvenes colegas que tenían sus mismos ideales.
Una noche de borrachera, el joven Jung volvía a casa solo porque el ambiente en la cantina había estado demasiado pesado y sus conocidos tenían planes para la velada con voluptuosas señoritas que prestaban sus servicios a cambio de cierta cantidad de dinero. Él no estaba para eso.
El camino se hizo mas largo de lo normal, quizás por el cansancio acumulado ya que esa semana había tenido viajes hacia dos poblados vecinos e incluso una travesía en barco que duró tres días. Era joven pero no debía abusar de ello y lo sabía.
Ya no quedaban mas que un par de calles para llegar a su hogar cuando unos sonidos atrajeron su atención, eran sollozos y parecían bastante lastimeros así que para asegurarse de que la persona estaba “bien” cambió la dirección de sus pasos hacia lo que parecía un callejón y allí lo vio de nuevo. Era él.
Tragó saliva llevando ambas manos a sus rostro para frotar sus ojos y descubrir que solo lo imaginaba de nuevo pero no, el ángel seguía allí arrodillado, abatido y herido en el frío y sucio suelo de aquel sitio, estaba llorando y su voz…¡Oh! Su voz sonaba terriblemente destrozada, las lágrimas podían verse reflejadas por la escasa luz que proporcionaba una columna fuera del callejón.
“Que imagen tan deplorable” pensó el joven adinerado que se acercaba a paso lento hasta estar frente al ser de luz que le miró con dolor, transmitiendo esa sensación al pecho del humano pero eso no lo hizo flaquear. Estiró una de sus manos mientras una sincera sonrisa se dibujaba en su rostro, ampliándose poco a poco.
Eso fue suficiente para que el ángel cayera rendido a sus pies e imperdonables sentimientos comenzaran a brotar.
Habían abierto la caja de lo prohibido.

Voto secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora