Puente.

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La televisión estaba encendida, tenía a Antonella entre mis manos intentando afinarla correctamente sentado en el sofá, sin embargo, no prestaba mucha atención ni al programa ni a la guitarra. Siendo sincero, en ese momento solo estaba matando un poco el tiempo, tratando de que una fuerza externa me motivara o al menos me quitara la ansiedad que tenía.

No es que fuera a hacer nada del otro mundo, al contrario, sencillamente tenía que llamar por teléfono a Serena. El único detalle era que, ella no tenía un celular, no, tenía que marcar al número de su casa esperando a que fuera ella quien me respondiera.

Era muy curioso pensándolo bien, la chica que tenía una computadora que habla no poseía un celular, y no es que un móvil no pudiera ser programado de la misma forma, sencillamente a la peli miel no le agradaban los celulares, tampoco iba a culparla por eso.

Mis repentinos nervios intentaba señalarlos de ridículos, y es que, ¿cuál se suponía que era el temor? Si sus padres contestaban no habría problema, había hablado con ellos en persona y les agradaba, creo;  por lo tanto lo único que tenía que decir era algo como «Hola, buenas noches habla Ash, ¿Serena está disponible?»

... ¿Está disponible? ¿En que estaba pensando? Eso no sonaba muy apropiado que digamos.

Oh vamos, se suponía que una de las ventajas de nacer en una generación tan tecnológicamente idiota como la mía era que estas situaciones habían quedado en el pasado.

No, no había sentido en seguir dando vueltas al asunto, después de todo, si fui capaz de sacar a Serena por su ventana para acompañarme en medio de la madrugada a una roca gigante, podía con esta insignificante llamada.

Dejé a Anto en el sofá y en 3 pasos me coloqué frente al teléfono, lo desconecté de su base y comencé a presionar los números correspondientes.

El primer timbre sonó y dejé escapar un suspiro profundo, la ventaja de que fuera inalámbrico el teléfono era que podía caminar con libertad y sentarme donde quisiera. Mi habitación fue el destino.

Me senté a orilla de la cama con las luces apagadas, el tercer timbre llegó, revolví mi cabello y solté otro suspiro. Remojé mis resecos labios y fijé la vista en la nada escuchando el cuarto timbre.

Finalmente, alguien descolgó el teléfono.

—Hola, mucho gusto, quisiera hablar con Serena por favor, Soy Ash, Ash Ketchum. —Pudo haber salido mejor...

Escuché una leve risita al otro lado de la línea, internamente se generó una sensación de alivio.

—Cuanta formalidad, Ash —comentó divertida la peli miel—. Casi hasta podría asegurar que estas nervioso.

—Para nada, estoy igual que siempre. —Mentí.

—¿Seguro? —cuestionó ella con un tono juguetón.

—Sí, en serio —Asentí en la oscuridad de mi habitación sin que nadie me viera—. Y bien, ¿lista para mañana?

—Claro, le he preguntado a mis padres y están de acuerdo.

—Genial, estaré ahí a las nueve para irnos, ¿está bien?

Su respuesta tardó un instante en hacerse presente. —Sí, me parece muy bien, Ash.

Volví a asentir mientras expresaba una sonrisa, tenía la seguridad de que ella también lo estaba haciendo.

—Serena.

—Dime.

—¿Cuándo será el día que decidas tener un celular?

—Tal vez en un buen momento que se presente, aunque lo dudo.

Alma De Plata (Amourlove)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora