Dejemos a la poesía, que cruce el umbral de esta puerta infinita.
Que huya, entre sombras esqueléticas.
Trotando a paso ligero, buscándote. Y no encontrándome.
Deja que te cante, te quiera, te abrace y te acorrale. Pues no huyas con ella. Sino conmigo.
Búscame a su vera, enciéndele las velas y dormita en su tenue luz.
Déjame encontrarte.
Quiero contarle que mi alma no está vacía. La tienes tú, la llevas en tu piel.
Sueña, háblale de mi y de ti, de la miseria de haberla conocido.
Límpiale las lágrimas y no llores con ella, sino de ella.
Mírame cuándo puedas.
Buscaré en mi corazón la soledad, alimento para el viaje.
Con ello, dejaré a mi poesía buscar la tuya, y así, encontrarte entre tanto sufrimiento.