Capítulo 4 | Editado

12.3K 591 18
                                    

El fin de semana finalmente ha llegado, y Mía me ha invitado a una de las fiestas a las que asiste con regularidad. Se trata de una fiesta de disfraces que se celebrará en la casa de uno de sus amigos, un lugar conocido por sus vibrantes celebraciones. Sin embargo, al darme cuenta de que no tengo un disfraz adecuado, no me queda más opción que aceptar su ofrecimiento de ayudarme a conseguir uno.


—Vamos, Rob, ¡sal! Quiero ver cómo te queda.

Dios mío, esta chica es tan insistente que casi tumba la puerta del baño. No me queda más remedio que salir.

—¡Wow! En serio, se te ve súper. No entiendo por qué siempre escondes tu cuerpo; eres hermosa.

Camino hacia el espejo y me observo detenidamente. La verdad es que el disfraz me queda bien, aunque es un poco más revelador de lo que me gustaría. Sin embargo, lo llevaré para complacer a mi mejor amiga.

—La verdad se ve bien —digo mientras me giro, mirando hacia ambos lados para evaluar cómo me queda por detrás—. Pero está súper corto.

—Para nada, es perfecto —dice, tomándome de los hombros y apoyando su cabeza sobre uno de ellos—. Ahora vamos a maquillarte y a peinarte.

Al terminar de arreglarme, miro los resultados en el espejo de la cómoda y, la verdad, se ve muy bien. Me encantó. Mis labios están pintados de un color rosa suave y ligeramente transparente, y llevo delineador que resalta mis ojos. El rubor añade un toque fresco a mi rostro, y mi cabello está rizado, adornado con una cinta que complementa el traje.

—Oh, Dios, Mía, no sé cómo puedes estar tan desnuda —le digo, sorprendida, al verla con un atrevido disfraz de gatita sexy.

—Verás que al final de la noche encontrarás a un chico y me lo agradecerás —asegura Mía, pero la ignoro mientras tomo asiento en la cama para colocarme las botas que acompañan el traje.—Roberta, ¿por qué no te gusta hablar de chicos? Ya ha pasado mucho tiempo desde aquel incidente —dice, sentándose a mi lado.

—Por favor, no quiero hablar de eso —respondo, levantándome para tomar un bolso de mano. Meto dentro mi celular, labial y algo de dinero.—Ya podemos irnos.

—Está bien, hablaremos otro día —dice Mía, y me abraza con fuerza. Yo respondo al abrazo, sintiendo un cálido alivio en su cercanía.

...

Al llegar a la fiesta, bajamos del auto de Esteban y me encuentro frente a una enorme casa. Desde afuera, se puede escuchar la música vibrante, y veo a algunas personas borrachas, mientras otros fuman o se besuquean en la entrada.

Al entrar, Mía saluda a varios chicos y me presenta, pero, sinceramente, no me acuerdo de ninguno de sus nombres. Esteban, que se había quedado esperando a que entráramos, nos sonríe y nos lanza un guiño antes de marcharse.

—Hey, Robert —me dice, usando el apodo que me ha puesto con cariño. Toma mi mano con confianza—. Iré por algo de beber, ¿quieres algo?

—No, tranquila —le respondo, sonriendo mientras miro a mi alrededor—. Ya iré después.

Ella se aleja hacia donde se fue Esteban, y yo comienzo a caminar, observando la casa con curiosidad. A medida que avanzo, llego a la cocina y me quedo asombrada. Por Dios, ¡es enorme! La amplia habitación está llena de luces parpadeantes y decoraciones festivas. Los armarios de madera oscura y la isla central le dan un toque elegante, y hay una gran mesa repleta de bebidas y bocadillos.

—¿Qué haces aquí sola? —me sobresalto al escuchar la voz y giro para ver de quién se trata.

—Dios, ¿puedes dejar de asustarme? Un día me va a dar un ataque cardíaco —digo, colocando mi mano en el pecho, tratando de calmarme.

Él sonríe, sin disculparse.

—Esta es mi casa —dice, señalando a su alrededor—. Bueno, la casa de mis padres —se encoge de hombros, como si no fuera gran cosa.

Madre mía, con ese disfraz se ve súper sexy. Él está vestido de gladiador, y puedo admirar perfectamente sus piernas y brazos, claramente bien trabajados.

—Vaya, señorita Rinaldi, ese disfraz le queda bien —dice, mirándome de arriba a abajo. En su rostro se dibuja una sonrisa de lado, que me hace sentir un cosquilleo en el estómago.

—Creo que necesito un poco de aire —digo, señalando hacia afuera mientras salgo lo más rápido posible.

Al llegar al exterior, donde no hay nadie, siento que alguien me agarra de la mano.

—Por favor, no hagas esto —sonrío nerviosamente y me vuelvo para encarar a Diego. Sin embargo, al ver quién es, me suelto de su agarre de inmediato.

—¿Esperabas que fuera alguien más? —dice, acariciando mi rostro, lo que me provoca una profunda repugnancia.—Te extrañaba, bebé —añade, y su tono hace que un escalofrío recorra mi espalda.

Me toma de la mano y me atrae hacia él para llevarme a su auto, pero forcejeo para escapar de esta situación.

—Tú vendrás conmigo. No trates de soltarte, que no lo lograrás —me advierte con una mirada desafiante.

—No, por favor, Javier —le suplico, sintiendo cómo las lágrimas escapan de mis ojos—. Suéltame, no quiero ir contigo. Suéltame, por favor.

De repente, me suelta, pero en un instante, siento su puño golpear con fuerza mi mejilla. Caigo al suelo, aturdida, y mi mano cubre involuntariamente mi rostro. Las lágrimas no dejan de escapar, deslizándose por mis mejillas mientras el dolor físico se mezcla con la angustia emocional.

Veo como Javier cae, tapándose el ojo con una expresión de sorpresa y dolor.

—Escúchame, imbécil —dice Diego, plantándose frente a él con una mirada feroz—. Jamás le vuelvas a pegar a una mujer, jamás vuelvas a tocar a Roberta o te mataré.

Con una fuerza sorprendente, lo toma por el cuello de la camisa y lo alza, dejándolo a merced de su furia.

—Ahora quiero que te vayas de mi casa —ordena, su voz grave y amenazante—. Y donde me entere que andas detrás de ella, te buscaré y te mataré.

La tensión en el aire es palpable, y yo me quedo inmóvil, sintiendo una mezcla de gratitud y miedo.

La tensión en el aire es palpable, y yo me quedo inmóvil, sintiendo una mezcla de gratitud y miedo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝐌𝐢 𝐏𝐫𝐨𝐟𝐞𝐬𝐨𝐫 | Completa | EN EDICIÓN| Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora