La niña, el sapo y el estanque de cristal.

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La niña, el sapo y el estanque de cristal.

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Había una vez...

Una niña, era pequeña de cabellos rojos como el rubí esa pequeña vivía en una casita en el bosque de pinos. Todos los días la pequeña iba al pueblo donde vivía su abuela acompañada de su mamá; Ahí compraban cualquier cosa que necesitaran para su día.

Un día mientras su mamá compraba la niña fue siguiendo un sapito el cual la llevo al borde de un estanque, a las afueras del pueblo.

Bueno, pues estaba la pequeña mirando como el sapo saltaba de lirio en lirio cuando de pronto sintió unos golpecitos en su hombro.

Cuando volteo vio a un niño un poco más alto que ella, rubio y muy lindo.

-Lamento espantarte -dijo el niño -Soy Javier y ¿Tú?

-Me llamo Alexandra –respondió la pequeña -¿Cómo llegaste aquí? ¿Me estas siguiendo?

-No, lo que pasa es que, vi un sapito y me llamo la atención, entonces, lo seguí hasta aquí.

-Yo igual seguí un sapito –la niña volteo a mirar el estanque –Pero por platicar contigo lo he perdido de vista.

-Lo siento no era mi intención.

Los niños estaban por regresar al pueblo cuando un susurro les llamo desde el centro del estanque, voltearon pero lo único que vieron fue al sapito en un lirio.

Estaban por retomar su camino cuando el mismo susurro les llamo, pero esta vez lo que escucharon fue diferente, eran sus nombres “Alexandra” “Javier”.

Decidieron volver para saber qué es lo que estaba pasando y quien los estaba llamando, pero cuando estuvieron lo suficientemente cerca del estanque, este de alzo y cayó sobre los niños, dejándolos en una burbuja dentro del mismo.

-¿Qué pasó? –dijo Alexandra asustada.

-No lo sé –le contesto Javier.

-Yo les diré –dijo el sapito mientras se hacía grande y tomaba forma humana.

Los niños miraron asombrados, a su alrededor no había más que una especie de cristal, cuando miraban arriba, lo que podían ver era la superficie del estanque y como el agua del mismo estaba sobre ellos, pero sin mojarlos, prácticamente el estanque los había tragado.

-Verán –prosiguió el sapo –Mi nombre es Dante, soy el brujo del estanque y necesitaba un par de niños para probar mi último hechizo.

-¿Hechizo? –Preguntó Javier -¿De qué trata?

-Este hechizo ayudara a las personas a odiarse, si funciona en ustedes, que son niños y sus sentimientos son puros, funcionara en cualquiera.

Los niños, espantados, intentaron huir pero el cristal era más fuerte.

Fueron hechizados y pronto comenzó a  hacer efecto la magia.

Ella, lo miraba y sentía tal repulsión que tenía arcadas.

Él, rosaba su piel y sentía un ardor que lo quemaba.

Ellos, se detestaban.

El hechicero había ganado… ¿O no?

Muchos días habían pasado y cada vez era más horrible para os chicos estar juntos.

Un día como todos, Alexandra estaba sentada viendo cómo se metía el sol a través del estanque y decidió correr un poco para matar el tiempo; mientras tanto Javier jugaba con unas piedrecillas que había encontrado por ahí vagando.

Alexandra comenzó a correr y dado que el espacio del estanque no era lo suficientemente grande al dar con una de las piedras de Javier tropezó y cayó sobre el niño.

En el momento en el que Alexandra estaba cayendo a Javier se le olvidó todo el odio que sentía por ella y se lanzó para evitar que golpeara su cabeza contra una roca.

Alexandra al ver que estaba sobre el cuerpo de Javier, el cual tenía una herida en la cabeza olvido todo el odio que sentía y comenzó a llorar recargada en el cristal.

De pronto el cristal comenzó a desvanecerse, las lágrimas de Alexandra habían contrarrestado cualquier tipo de hechizo y los habían liberado.

Javier reacciono en el momento indicado y salieron corriendo de ahí.

Nunca más vieron al hechicero y cuando intentaron volver al estanque, este había desaparecido.

FIN.

La niña, el sapo y el estanque de cristal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora