capítulo uno

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Para ti

que sabes el gran amor que representan estos dos.




Hiroaki estaba enojado. Había tenido un permiso para faltar a las prácticas profesionales por parte de su jefe, había; tiempo pasado. Al parecer, uno de los trabajadores principales estaba ausente y el número de clientes perdidos estaba aumentando. Sin quedarle de otra accedió a volver, ofuscado por las suplicas del otro.

Adiós a sus planes de pasear con Sora todo el día.

La situación y su humor no mejoro. Siendo que la persona que estaba ausente era Mushoku Tsubaki, el único que dedicaba al área de estética veterinaria, por lo cual, el que tenía más trabajo y ningún otro ayudante.

Sin embargo, parecía que hoy se habían reunido los clientes más insoportables que podían existir: una mujer de edad avanzada con mucho dinero que reclamaba por la mejor calidad hasta del piso, un hombre con aires de sabelotodo, un par de niños insoportables y gritones, además de una mujer que gritaba alterada por no estar su "veterinario" de confianza.

A pesar de todo, no podía evitar estar mirando cada nada el lugar donde el mayor debería estar sentado en ese momento.

Hiroaki se estaba empezando a hartar.

No respondió ninguna llamada de camino a casa, ni de su hermano, ni de su mejor amigo. Con ya muy mala cara se permitió contestar la de su arrendadora que llevaba algo insistiendo.

— ¿Diga?

— ¡Oh! Mi niño, que bueno que bueno que contestas —suspiro ante el tono cariñoso de la mujer—. Llamaba para avisarte que tu amigo me pidió las llaves de tu departamento —soltó una ligera risilla, se escuchaba emocionada, mientras el castaño fruncía el ceño ante las palabras­— Estuvimos platicando y al final se las di, creo que te alegrara

Kenai... Ese idiota. Contuvo cuantas miles maldiciones se le ocurrieron en ese momento. Ese maldito, estaba estresado, cansado y de mal humor y al parecer el idiota no había captado la indirecta cuando lo ignoro

—... por cierto, hijo. Muchas felicidades por otro año de vida, ¡Feliz cumpleaños, corazón!

Respiro profundo y se calmó.

—Gracias, señora Yuuko, se lo agradezco.

Compartieron unas cuantas palabras más y colgaron. Ahora sí, con un enfado intenso, inocentemente Hiroaki corrió hasta su departamento, abriendo de un azote la puerta y con los insultos en la punta de la lengua.

— ¡Kenai. tú, Idio!

Se rostro no se pudo expresar más.

Uno por uno, la habitación estaba lleno de girasoles. Aleatoriamente, traviesos, sin orden, esparcidos, por todo el interior, acomodándose de forma natural por todo el lugar, casi cómodos.

De inmediato su cara mostro una expresión serena, de alguna forma conmovido, sin saber cómo reaccionar del todo.

Camino, lento, casi explorando, como si no conociera nada, descubriendo más y más, en todos lados. Los más pequeños aparecían en lugares poco esperados, como escondiéndose: en sus zapatos, en la parte más alta de los muebles, debajo de las cosas. Los más grandes, parecían brillar, en los cojines, la mesa, los marcos de la ventana, el suelo, en todo.

La barra de la cocina parecía el premio mayor.

Alzándose orgullosa, completamente cubierta por flores, exponiendo una numerosa cena, sencilla pero cautivadora, Los platos y vasos resaltaban por si solos, con colores alegres y coloridos, acomodados en formas divertidas y rodeados de girasoles.

Una pequeña nota, tímida, entre todos los pétalos, pasaba desapercibida; la letra, pequeña e intentando ser cursiva pero con un toque más único, reconocible a cualquier distancia.


" F E L I Z C U M P L E A Ñ O S"

"Hiro-kun, ojala cumplas miles más y todavía conserves ese cuerpazo ;)"

"No sabía que prepararte, así que mejor hice muchas cosas"

"Espero te agraden, no soy el mejor cocinando, pero me esforcé"

"PD: tu perro es un amor"

"Con cariño, Tsu"


Las flores, la comida, incluso la nota... Inevitablemente el castaño se encogió sobre sí mismo, tomando asiento, sin saber cómo explicarse a sí mismo el sentimiento de felicidad que lo invadía, comenzando a tomar forma de una enorme sonrisa

Todo, parecía tener el toque del pelinegro.

El orden de todos los girasoles. El tipo de comida, la nota y como en ella la letra parecía temblar en ese, 'con cariño, Tsu'.

Tan único, silencioso e incondicional, con tantos detalles y a la vez tan sencillo y casual que lo hacía especial.

Tan...

Tan...

Él.

Porque ese pequeño hogar era su corazón, y esos detalles el pelinegro: colados, sin permiso, metiéndose a la fuerza, cautivándolo, atrapándolo... y llenándolo de vida. 

sunflowerWhere stories live. Discover now